Al otro lado de UBER

25 de Abril de 2024

Tuni Levy

Al otro lado de UBER

An illustration picture shows the logo of car-sharing service app Uber on a smartphone next to the picture of an official German taxi sign

An illustration picture shows the logo of car-sharing service app Uber on a smartphone next to the picture of an official German taxi sign in Frankfurt, September 15, 2014. A Frankfurt high court will hold a hearing on a recent lawsuit brought against Uberpop by Taxi Deutschland on Tuesday. San Francisco-based Uber, which allows users to summon taxi-like services on their smartphones, offers two main services, Uber, its classic low-cost, limousine pick-up service, and Uberpop, a newer ride-sharing service, which connects private drivers to passengers - an established practice in Germany that nonetheless operates in a legal grey area of rules governing commercial transportation. The company has faced regulatory scrutiny and court injunctions from its early days, even as it has expanded rapidly into roughly 150 cities around the world. REUTERS/Kai Pfaffenbach (GERMANY - Tags: BUSINESS EMPLOYMENT CRIME LAW TRANSPORT)

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KAI PFAFFENBACH/REUTERS

En la punta del camellón de la calle Explanada, entre Sierra Madre y Reforma, hay una casita blanca. Los árboles le hacen sombra. Son casi las 2; pego mi coche a la banqueta y por unas monedas adquiero el permiso que ahora hay que pagar por usar la calle.

Uno de los hombres se acerca. “No, no necesito un servicio, gracias”. Desilusionado quizás, se retira. Hay cuatro hombres sentados en sillas de jardín, todos mirando una televisión de plasma. No, no hay virgencita, este es un sitio sin guadalupana. En el lugar donde me la imaginé, hay un horno de microondas. Pegado a la pared hay un mapa de la ciudad enmicado. “Buenas tardes, quisiera hacerles unas preguntas para conocer su opinión acerca de lo que ha significado para ustedes la implementación de UBER”. Los hombres frente al televisor no responden, no voltean, ni parpadean. Uno de los otros, posiblemente por evitar el silencio, me hace saber que él ya se va, tiene un servicio y no me puede ayudar, pero se queda.

Tras el intento fallido, y en dirección a mi coche, otro de ellos me detiene. “Nomás se quejan y cuando alguien les pide su opinión se quedan callados, venga pa’ acá, yo le platico lo que quiera”. Fernando Escobedo Maya limpia sus lentes y se recarga en su taxi que forma una hilera con otros 7. Hace más de 15 años que conduce un taxi, tiene 4 hijos y está casado “por las tres leyes, ya sabe: la civil, la religiosa y la de a fuerzas”. El “no me engaña”, reconoce que a partir de la aparición de UBER sus ingresos han bajado “entre un 30 y un 40% durante el día y un 80% en los servicios de la noche”. Me saca las cuentas para que yo entienda: “Mire, a nosotros se nos exige tener un seguro por gastos médicos del usuario”, que calcula en 17,500 pesos por cobertura amplia. “Ellos pagan seguro particular, no se les exigen placas, ni taxímetro, ni copete”. La licencia y el tarjetón también, “cuestan 3,100 cada 3 años”.

Fernando no busca el linchamiento, ve mal a los compañeros que han agredido físicamente a los conductores de UBER, “yo estoy en contra de la violencia”. Entiende que es un problema de ausencia de leyes y busca la competencia justa. “De quién estamos en contra es del gobierno…la petición es que los regularicen”. También reconoce los desaciertos: “Hay muchos compañeros que se mandan en los precios y eso ha provocado el disgusto y la búsqueda de UBER, hay que ser honestos en que tenemos esa culpabilidad”.

Se tiene que ir, ya le toca servicio. Me explica con prisas cómo es que el futuro es incierto, sabe poco lo que sigue: “Vivo al día, no tengo sueldo. Tampoco puedo planear el domingo, si no salen los gastos tengo que trabajar hasta ese día”.

Quizás porque Fernando quiso hablar, también Rosendo se animó. Su taxi es el del final. Después de asegurarse que yo no trabajo para la empresa de UBER se dispuso a responder. A Rosendo Arsate lo que le preocupa es pagar sus tarjetas, “Antes movido todo el día, ahora es raro que no hayan coches…a veces habemos 25 aquí esperando”. “Yo no fui a la manifestación por que de por sí la gente está molesta con nosotros los taxistas”. Amable y sonriente, uniformado de camisa blanca y pantalón negro como el resto, Rosendo me explica como la nueva compañía les “ha dado durísimo”. Con una esposa y 3 hijos, ha buscado alternativas, “ahora trato de agarrar servicios en la calle y también trabajo en Yaxi (aplicación de taxis autorizados)”. Para poder pagar las letras de su auto, pasa más horas en el sitio “hasta 18 horas”, “para ganar menos”. “Viernes y sábado en la noche ya se murió”. “¿Y el futuro?”, le pregunto. “Me voy a ir a UBER”, me explica, “sólo estoy esperando a ver que sí sea como lo platican… voy a pintar mi coche, no hay de otra.”