Aristegui: empleada o directiva

20 de Abril de 2024

Salvador Guerrero Chiprés

Aristegui: empleada o directiva

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EJECENTRAL

El despido de Carmen Aristegui, la más exitosa periodista de los últimos diez años, ofrece varios ángulos de reflexión.

Su calidad investigativa, o inquisitiva si se prefiere, la necesidad de la clase política y de amplios estratos de un espacio de información periodística alternativa a las voces de conformidad que tienden, sin lograrlo, a hegemonizar el espacio público, especialmente en la radio y la televisión, así como una sociedad que transita con tropiezos hacia formas evolucionadas de democracia, entendida como disputa electoral, combinadas con fases incipientes de transparencia, hacen necesaria su voz.

Aristegui tendrá otro espacio.

Ojalá sea el que ella dirija periodística y administrativamente. Eso sería conveniente para los mismos actores que empujaron su renuncia y los que presionaron directamente a su despido. Sería útil para ella misma. Para demostrar que tanto se puede o no decir en un contexto limitado por una subcultura de la imposición a través de la compra venta de publicidad y de un sinnúmero de acuerdos que son un deplorable vestigio del autoritarismo mexicano. De otra parte, sería útil para que ella asuma las responsabilidades directas de la gestión directa en ese agitado mar del vínculo con el poder que debe definir cada una de esas grandes figuras…como la de Aristegui.

Sería pertinente también para terminar de una vez con las ambigüedades que pudieran advertirse entre ser periodista en un espacio de empresas con prioridades diferentes a las del desarrollo democrático del país, sin que ello excluya que alguna relevancia tengan para ellos los principios democráticos entre los cuales está el de la libertad de expresión e intentar rebasar el límite aceptado al ser la estrella de un firmamento de mediocridades que circunda buena parte de la vida pública del país.

Entre esas mediocridades señalo el modelo de relación que existe entre el gobierno, los empresarios y los periodistas, del calibre, calidad, habilidad y ética que se quiera.

En ese modelo se hallan implícitos favores, pagos, arreglos mediante los cuales se genera un espacio de aparente libertad que es el límite y el ambiente para 1) la forma en que cada periodista es valuado por su medio; 2) la manera en que cada periodista acepta o no ser subordinado de las reglas escritas y no escritas, laborales y políticas, a las que se sujeta cada medio; 3) el grado de compromiso entre los dueños y directivos de los medios respecto de sus ingresos, acuerdos políticos, conflictos de interés que sostiene con segmentos del gobierno; 4) el grado de garantías que ofrece cada medio para el cuidado de la imagen del poder mismo y de su figura más prominente.

Seguramente hay otros factores.

También debe considerarse, desde otro punto de vista, que muchas de las voces que honesta o hipócritamente quieren aparecer como defensoras de esa extraordinaria periodista que es Aristegui, jamás tolerarían ni la décima parte de la independencia y capacidad crítica en sus propios medios y la defensa auténtica de los valores que ellos mismos dicen defender. Tampoco les pagarían a sus informadores ni la vigésima parte del salario. Aunque su calidad fuera, la de una décima de la demostrada especialmente en esta última década por Arístegui.

Yo declaro mi expectativa de que dirija un espacio y que pase a esa etapa en que pueda demostrarse que un medio puede vivir de su audiencia y de su público.

Sin ambigüedades. Sin víctimas ni ejecutores. O no de ese tipo.