Ésta ha sido sin duda una semana rara, pasaron más cosas de las que logré integrar. Mucho movimiento, interno y externo, y sin embargo siento que todo ha sido a favor, hasta los eventos que no lo parecen.
Tengo la sensación de estar fuera de foco, poco concentrada y con una calma y una paciencia que me han ayudado enormemente a sortear lo que Mercurio retrógrado se empeña en poner de cabeza. Han sido días para mí de muchos traslados, tráfico, lluvias; en auto y sin él, viajando en metro, en taxi, en metrobús y a pie… también de apreciar la ciudad con todo y eso; de verla entera, con sus luces y sus sombras; de ver zonas llenas de baches, encharcamientos absurdos y congestionamientos vehiculares sin nombre; de ver gente madrugadora vendiendo antes del amanecer tamales, atoles y tortas; papelerías, panaderías y hasta ferreterías abiertas desde muy temprano; gimnasios casi llenos antes de las 7 de la mañana; personas con gesto triste y desangelado que viven en coladeras entre los puentes del Circuito Interior; gente con historias, con encuentros, con desencuentros, con experiencias únicas que sin embargo son lugares comunes… He abrazado a una ciudad que vibra, que late, que respira.
He comido chiles en nogada que han sido poesía para el alma, alimento para el espíritu y motivo de felicidad para la panza; gelatina de horchata que me hace sonreír al evocarla; pan de muerto aunque apenas sea septiembre (para cuando lean esto ya será octubre); ponche navideño de frutas (que vende un marchante en mi colonia desde hace unas semanas) que me invita a beberlo tan despacio que cuando abro los ojos siento que pasó una eternidad… y otras delicadezas que me han brindado felicidad y me han llenado de gratitud el corazón.
Entre una comida y otra, la histeria colectiva al volante, las prisas que devoran, los cláxones sin consideración y hasta la alarma sísmica han hecho acto de presencia. Insisto, han sido días raros que mezclan momentos de intenso gozo y disfrute con momentos no gratos.
La vida que va y viene, el vaivén de los labios que sonríen o que hacen muecas, el movimiento externo que acomoda varios caos en un mismo espacio, el billete de veinte pesos que me encontré o la moneda de un cuarto de dólar que rodó hasta toparse con mi pie… el mismo día; los encuentros afortunados con personas muy queridas (ustedes saben quiénes son) y los trámites burocráticos no resueltos por no llevar papeles que sólo a la creatividad y al ingenio mexicano se nos pueden ocurrir. Días complejos, completos y sorprendentes. Así la vida que abraza y que abrasa, así los días, y así yo. Un abrazo.
¡Hasta la próxima!
@didiloyola