El amor y la resistencia

20 de Abril de 2024

Diana Loyola

El amor y la resistencia

Hace un par de años tuve la fortuna de leer un pequeño libro (en edición original) que contenía una gran historia: Le silence de la mer (El silencio del mar), escrito por Jean Bruller y publicado en 1942 bajo el pseudónimo de Vercors (como Vercors Massif, la sierra donde se refugió y organizó La Résistence). Esta obra formó parte de los “Cuadernos del silencio” (Les cahiers du silence), que eran libros escritos y publicados en la clandestinidad debido a la ocupación alemana de la que Francia era presa por esos años.

Le silence de la mer es una novela corta que me abrió los ojos ante la dura realidad de la Segunda Guerra Mundial, donde reinaba el mutismo al que se veían sometidos por miedo, temiendo que escucharan hasta sus pensamientos y los acusaran de traición; “ni los niños se atrevían a decir que sentían hambre”. Dolor y caos. Le silence de la mer tuvo que salir a la luz bajo un pseudónimo para evitar represalias, ya que los escritores no podían publicar nada que no pasara bajo el escrutinio nazi (eran muy pocos y reprimidos los que podían escribir y publicar en aquellos días) y además, la trama gira en torno a la sensibilidad humana de un oficial del ejército alemán, así que los desagravios contra el escritor podían llegar por parte del pueblo mismo.

En cuanto a la trama, una pequeña ciudad francesa es testigo de los días de la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, donde un oficial alemán se aloja en la cabaña de un hombre que vive con su sobrina. Decididos a no dirigirle la palabra, aceptan la obligación de darle hospedaje al invasor pero evitan toda relación con él. Sin embargo, tras regresar todos los días a casa, el oficial sostiene monólogos (delante de ellos) sobre música, política, arte y humanidades, dejando entrever su sensibilidad, sus pasiones y su espíritu culto y exaltado. Es un hombre que cree en la sinceridad de Alemania, en su buena fe con respecto a Francia. Un idealista. Se encuentra con ellos todas las noches, hasta el día de su partida para el frente ruso, traslado que pide tras sufrir la decepción más abrumadora al ver que Francia es destruida. “El silencio de los anfitriones es más elocuente que las protestas más indignadas.” La joven, con rostro severo y mudez incorruptible, lo escucha atenta y con el pasar de los meses ve nacer en ella un sentimiento que nunca es mencionado, pero que se intuye como amor. Mismo que es correspondido por el militar, que parte a Rusia con el cuerpo pesado de dolor, dejando el alma en esas manos que bordan incansablemente desde el día que llegó a esa casa.

En mi opinión, “El silencio del mar” es una búsqueda honesta de las emociones más nobles del ser humano, mostrando en el antihéroe, una serie de cualidades que reconcilian al lector y lo hacen dar fe de compasión por el villano. Si tomamos en cuenta le época en la que fue escrito, cuando la libertad y los derechos de todo ciudadano francés se habían visto coartados, Jean Bruller no sólo fue osado, sino dueño de la única libertad posible en medio del caos: la del pensamiento. Él eligió escribir una historia llena de delicadezas, de sutiles formas de apreciar el mundo, de sentir el amor, delante de un mundo que se derrumbaba y que degradaba a la raza humana. El sufrimiento exorcizado, encontrando en el alma del enemigo, las más puras emociones.

Un ejercicio similar es la obra escrita por Irene Némirovsky, quien retrató en una serie de novelas la Segunda Guerra Mundial mientras ésta tenía lugar. Fue arrestada por su origen judío y murió en Auschwitz, dejando atrás un cuadernillo con la historia dura y cruel de la guerra. En una de sus novelas, “Suite Francesa”, la guerra es matizada por la calidad humana de un oficial alemán hospedado en Bussy, Francia, que por amor salva algunas vidas poniendo en riesgo la suya propia. La película –del mismo nombre- está disponible en Netflix.

No hay mejor momento para demostrar quiénes somos en esencia, que durante las tragedias. Estos escritores son muestra de la increíble capacidad que tenemos de perdonar, de ver que, al fin y al cabo, todos somos humanos ante la inconmensurable humildad del amor.

@didiloyola