En su cuarto “libro de uso”, el más reciente, Santiago Castro-Gómez mira de frente a Slavoj Žižek para dar seguimiento puntual a una filosofía política que desdeña de los movimientos sociales de las diversas corrientes de la llamada “izquierda posmoderna”, es decir, que se opone a racismos, sexismos, colonialismos o aboga por el medio ambiente, etcétera.
Desde una postura que opera en un sentido crítico, Castro-Gómez canibaliza a su interlocutor valiéndose de planteamientos de filósofos latinoamericanos como Ernesto Laclau y Enrique Dussel o de la escuela francesa como Chantal Mouffe y Jacques Rancière. Lo mira de frente, “desde la tradición más académica de la filosofía”, dejando a un lado la celebridad mundial del también crítico cultural, originario de un país periférico de Europa, pero cuyo pensamiento es evidentemente eurocentrista, diría el propio Dussel.
Castro-Gómez es autor de La crítica de la razón latinoamericana (1996), un libro que escribió en Alemania influido por Michael Foucault y que funcionó además para adentrarse a un nuevo proyecto, conocido como decolonialidad, con el que rastrea las herencias coloniales o desigualdades en su natal Colombia; con Revoluciones sin sujeto. Slavoj Žižek y la crítica del historicismo posmoderno, el filósofo colombiano inicia un tercer momento en su recorrido intelectual planteándose la filosofía política como un tema central. “No pensé que iniciaría con Žižek. El culpable de esto fue Ramón Grosfoguel”, se justifica en un tono casi de broma.
Todo comenzó cuando le compartió al filósofo puertorriqueño que tenía un sinfín de notas y éste lo convenció de escribir un libro sobre el esloveno lacaniano en cuatro meses. “Me aparté de Bogotá, me fui al campo a escribir (porque) la verdad no sabía como encarar a un pensador como Žižek, quien da la impresión de que es un payaso, porque cuando uno lo escucha no se entiende en qué registro está hablando”.
El doctor en filosofía por la Universidad de Fráncfort reconoce que como primera instancia se planteó el enfrentamiento (directo); sin embargo, poco consiguió por esa vía.
“Mi estrategia fue canibalizar a Žižek; es decir, leerlo y meterme dentro de él, sin evaluar críticamente sus lecturas de la tradición de la filosofía” ni darle importancia a la figura del ‘sujeto trascendental’ tan presente en el esloveno para desarrollar su filosofía política.
“Mi estrategia fue acompañarlo, seguirlo, tomarlo en serio y en esa medida lo fui entendiendo cada vez más. En ese camino fui construyendo una propuesta alternativa”, explicó.
Una de las situaciones problemáticas en Zizek está en sus planteamientos sobre la ideología. “Realmente me pareció desalentador el modo en que plantea el problema de la ideología; me parece muy desautorizante de las políticas contemporáneas, esto de creer que estamos tan apegados al poder que nos domina que incluso la fantasía de combatirlo nos lleva... es desalentador en términos del pensamiento político porque la ideología está tan incrustada que, para él, es constitutiva de la experiencia humana”.
Castro-Gómez se valió del pensamiento de Antonio Gramsci --quien nunca es mencionado en la basta obra de Žižek, conformada por más de 50 libros-- para contraponer al eslavo en la importancia respecto a la ideología como acción política y no sólo como concepto.
“Lo que me gusta de Gramsci es que tienen una visión menos sobredimensionada de la ideología. A Gramsci no le llegó el psicoanálisis, ¡y qué bueno! Desde su punto de vista la ideología puede ser combatida políticamente, porque en él la ideología pertenece a la hegemonía y las hegemonías políticas pueden combatirse a través de contrahegemonías”.
Revoluciones sin sujeto aún no se ha discutido en Colombia pero en México, específicamente en la Universidad Nacional comienza a discutirse desde ya, a raíz de su presentación (el pasado viernes 26), en la que fue celebrada esta publicación del sello Akal en su colección Inter Pares.