Alzheimer priista

25 de Abril de 2024

Salvador Guerrero Chiprés

Alzheimer priista

salvador guerrero

El PRI no puede recordar lo eficiente que era.

No es una “alerta plateada” lo que se ha hecho circular internamente para localizar el camino a la casa de la permanencia en el poder de un partido que se encuentra en una tercera edad infortunada. Hay una alerta roja no declarada ni aceptada por su dirigente nacional, Enrique Ochoa Reza.

El partido alguna vez hegemónico sabía llegar a acuerdos internos y evitar en lo fundamental las escisiones que afectaban o su capacidad de permanecer en el poder o la de mantener su legitimidad e imagen como fuerza primigenia.

Había consensos notables y a veces solamente notorios pero efectivos, conexión con fuerzas vivas que eran de apoyo real y respeto por los liderazgos. En lo general, esas prácticas fueron vigentes al menos hasta el fin del siglo pasado y tenían valor intramuros.

Para el tricolor había un líder que era parte de una trinidad de probabilidades verosímiles: era el jefe real del poder ejecutivo federal, se constituía como dirigente nato del partido “revolucionario”, era dirigente más o menos indiscutible de toda la nación y además era el gran elector. Fue posible, en general, a lo largo de sus tres nomenclaturas entre 1929 y el año 2000.

Alrededor de la clase política priísta ocurría real y eficazmente la discusión de los proyectos de poder nacional que eran también proyectos culturales para la construcción de la identidad nacional mientras se instalaban cambios locales y globales.

En la 22 asamblea de ese partido donde decidirán este sábado sobre métodos de elección de las candidaturas, especialmente la del aspirante a la Presidencia de la República, ninguna de esas tres características será relevante en la memoria priísta.

El PRI ocupa el tercer lugar de las preferencias electorales y en su asamblea es clave que sus métodos formales e informales de designación de candidaturas permitan elegir con quién ganan la elección independientemente de su vínculo con la historia del PRI, la extensión y altibajos de la misma y de la relación con sus bases militantes.

Enrique Peña Nieto es aceptado por todos solamente de dientes para afuera. He escuchado afirmaciones que van desde que “su grupo encabezó un golpe de Estado dentro del partido” hasta la conocida anécdota atribuida a Carlos Salinas de Gortari sobre la intervención de este último dada la inhabilidad de liderazgo de Peña: “nunca pensamos que fuera tan…”. El nivel de aceptación de la figura presidencial es el más bajo del que se tengan datos cuantitativos y memoria cualitativa. El liderazgo del PRI parece no poder empatarse con la del dirigente del partido.

La discusión del proyecto nacional incluyente y representativo pero también creíble y confiable que requiere el país no ocurre dentro de ese partido más que de manera minoritaria. Al menos existen otros dos espacios creíbles desde donde se diseña el proyecto del futuro inmediato de la nación, por supuesto el de Morena y Andrés Manuel López Obrador y el de la probable alianza de la democracia cristiana y lo que queda de la socialdemocracia perredista que intenta lo propio y como desesperado último recurso.

Hay pocas cosas de las cuales valga la pena acordarse esta semana. Acordarse implicaría perder parte de la autoconfianza encapsulada que requiere el PRI para hacerse creer que todavía puede ganar la elección…sin instrumentos ilegales o ilegítimos.

Mejor de eso deberían olvidarse.

confianzafundada.mx