El Ejército Mexicano y el estadounidense son campeones de la percepción de respetabilidad, credibilidad y confianza en sus respectivos países, pero son afectados por el deterioro de la imagen presidencial, especialmente cuando se acerca una etapa de cambio de poder del partido predominante.
En Estados Unidos, la aprobación de ejército triplica incluso en sus mejores momentos la que se atribuyó en el último año de sus respectivas administraciones a los presidentes George W Bush y Barack Obama.
En una época en que nuestras opiniones se relacionan con los datos o se acercan a las “fake news” reprobadas por unos y malentendidas por otros, es importante recordar que todas las encuestadoras mexicanas revelan que el Ejército Mexicano es la institución de mayor respetabilidad, a veces superado por la Marina o eventualmente por las universidades, y que la imagen de la Presidencia de la República tiene un registro muy bajo.
A tal grado se experimenta el deterioro de la institución presidencial y su ocupante, Enrique Peña Nieto -en un proceso que no debería ser motivo de regocijo para nadie que sabe la relevancia de una autoridad respetada y de referencialidad central- que podría, por primera vez, situarse en menos de dos dígitos en el levantamiento realizado en los últimos quince días.
En Estados Unidos, existe una similitud muy relevante en la buena recepción del ejército y en la mala de la presidencia.
Lo que es nuevo es, valga la paradoja, lo que es viejo: esa mala imagen de la presidencia en Estados Unidos es previa al ascenso al poder de Donald Trump, quien cumple un mes y celebra su primer Día del Presidente, con la aceptación más baja que cualquiera otro mandatario estadounidense en los últimos cuarenta años.
Como se sabe, el Día del Presidente celebra a George Washington, quien nació el 22 de febrero de 1732 aunque el festejo se realiza el tercer lunes de febrero. Trump enfrenta una convulsa relación con la opinión publicada más que con la opinión pública, en un fenómeno que no necesariamente paraliza su capacidad de liderazgo construida alrededor de una “campaña permanente” y hasta ahora basada contradictoriamente en la polarización de las opiniones sin que por ello se aparte de un segmento de ellas que sólidamente lo respalda.
Los datos históricos recogidos por Gallup indican que el último año de gobierno de Barack Obama tenía la más baja aprobación del periodo de ocho con un 16 por ciento, mientras el ejército registró 41 por ciento de aprobación en 2016, por ejemplo.
A George W. Bush no le iba muy diferente pues, en su nivel más bajo, el último año de gobierno tenía 12 por ciento y en su mejor momento alcanzó un 29 por ciento. En los datos a la vista en la encuesta de Gallup aparecería una mayor aceptabilidad de Bush en su mejor momento con respecto al de Obama y uno más bajo en relación con quien entregó el poder a Trump.
En su mejor percepción, el ejército estadounidense tuvo un respaldo de 47 por ciento con Obama y de 48 por ciento con Bush. Así, el peor año de un gobierno en transición afecta al ejército y es revelado por un deterioro claro de la aprobación presidencial.
La confianza en las fuerzas armadas mexicanas y estadounidenses se mantiene históricamente superior a la de los gobiernos a lo largo de todas sus respectivas administraciones, pero declina en el tiempo como la de los responsables del poder ejecutivo.
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