EL PRI y Margarita Zavala, sorprendentemente para quienes creen que estar cerca de los temas ayuda siempre a entenderlos, están a punto de desperdiciar sus oportunidades de disputa real por la Presidencia de la República.
A la nación le beneficia un debate real y una competencia que genere eficiencia en el resultado del 2018. Semana tras semana, el PRI y Zavala parecen confirmar su indisposición a los virajes apropiados para aspirar a la representación de la mayoría nacional.
Como ocurre a gobernadores y secretarios de Estado, atosigamiento de insumos contradictorios, acercamiento de personas “cercanas” como consanguíneos e hijos de amigos que cogobiernan, o empresas aparente o realmente comprometidas con sus proyectos personales y propiedad de unos o de otros, podrían dañar seriamente tanto el partido como la precandidata. Priístas y la precandidata parecerían ajenos a la evidencia del crecimiento opositor.
Cuando termine febrero, el panorama será aún más contundente. El partido en el poder se convertirá en la opción con más negativos del sistema y superará, por más de 7 puntos porcentuales, los que llegaron a atribuirse a Andrés Manuel López Obrador. Llegará a 40 por ciento. Tomemos apuestas.
El desplome del PRI obedece a una serie de factores que ese partido se niega a enfrentar y resolver. Y sí. El Presidente de la República no puede ser el decisor del candidato a la presidencia aun cuando históricamente ha sido el generador de la determinación, sin la incorporación de un esquema de competencia legitimadora auténtica esa opción está aniquilada anticipadamente.
Al mismo tiempo, dentro de ese partido la diversidad de ejes y mini cautelosos liderazgos ocasionados por el deterioro de la percepción positiva del PRI es solamente eso, una diversidad sin creación de condiciones de una alternativa clara más allá de la probable derrota del eventual candidato Miguel Ángel Osorio Chong. El activismo contra el gasolinazo de Ivonne Ortega es un síntoma relevante.
En el caso de Zavala, la disminución de su perfil ante el avance de quienes pueden representar, ante la opinión pública masiva, una opción real y de fortaleza de cara a las incertidumbres internacionales y locales, está en buena parte asociado a esa tibieza que ha ido apoderándose de Acción Nacional, con independencia de lo bien que pueda estar construida la campaña del dirigente panista Ricardo Anaya. Si avanza él, las probabilidades de AN son mínimas y si avanza ella, sin sacudir el rebozo, la derrota es segura.
¿Por qué no se comprende lo que para todos los demás es evidente?
Algunos le llaman ceguera de taller. Otros, necedad. Algunos “un problema multicausal” que….
Para poder hay que querer. Para ello es indispensable ver y actuar apropiadamente.
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