Consentir a nuestros muertos

25 de Abril de 2024

Diana Loyola

Consentir a nuestros muertos

En 2010, la UNESCO declaró la fiesta mexicana dedicada a sus muertos como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. ¿Y cómo no? Es una fiesta que celebra la muerte, y que aprovechamos para convivir y abrazar con el corazón a los que ya se han ido, una fiesta del cuerpo físico que agasaja al cuerpo espiritual, al cuerpo etérico de los que renunciaron a este plano terrenal.

Si bien el origen de este festejo es precolombino (hay registros de celebraciones mayas, purépechas y totonacas, además en el calendario mexica existen por lo menos seis fechas dedicadas a los muertos), la tradición sigue circulando en nuestras venas. Con la Colonia llegaron los evangelizadores, que aceptaron y fusionaron las tradiciones y creencias del día de muertos mesoamericano con las creencias europeas para lograr implantar el cristianismo en las etnias nativas. Fue ésta una de las pocas fechas donde el sincretismo fue permitido y dio paso a una celebración que hoy en día nos enorgullece.

El México contemporáneo continúa poniendo altares, adornando con papel picado, prendiendo veladoras y recordando a sus difuntos con ánimo en el corazón.

Los altares y las ofrendas en las casas, en casi todas, son una muestra maravillosa de gozos: mesas coloridas rebosantes de las frutas, de los guisos y las bebidas que más gustaban a nuestros muertos. Consentirlos, llenarlos de música, de pan, de dulce de calabaza, de flores y luces tiritantes de velas. Fotos de aquellos que se fueron antes, de los que son invitados a departir el 1° y el 2 de noviembre, de los que queremos abrazar y ya no podemos con el cuerpo pero sí con el alma.

Amores que viven en nosotros y a los que nos es posible honrar con gusto una vez al año, un festejo en su honor y para ellos (¡y uno lleno de vida! –porque el color es vida, la comida es vida, la luz es vida…-).

El cempasúchil es de las flores más emblemáticas de esta fiesta. También llamada cempaxochitl, cempoal – zempoal- o flor de muertos, florece después de la estación de lluvia, justo antes de que lleguen las festividades de principios de noviembre, por lo que son utilizadas desde la época prehispánica para adornar con cientos de ellas los altares, ofrendas y entierros. Es una flor magnífica, con un color amarillo-naranja brillante que también es medicinal, por sus propiedades antibactrianas, antifúngicas y antioxidantes. En tisana o infusión es excelente remedio para males digestivos y dolores menstruales, se usa también como ingrediente en sopas y ensaladas, como colorante y en la elaboración de insecticidas.

El copal es otro elemento usado desde siempre en estas fiestas, esta resina fue un elemento importante en la tradición médica y religiosa de Mesoamérica, usándola también como ofrenda a las deidades y como terapia para diferentes males físicos. En los altares del día de muertos se usa pues el humo blanco que desprende al quemarse, junto con la luz de las veladoras, se cree que guían a los difuntos hasta su casa. Allende el olor característico y al que se le atribuye la propiedad de limpiar los ambientes de energías de baja frecuencia.

El día de muertos es en México una fiesta, una celebración para honrar a los muertos, para recordarlos y agradecerles, una festividad que nos permite “convivir” una vez más con ellos, una oportunidad de reencontrarlos. La influencia de la fiesta de Halloween es notoria, pero es una tradición que en los últimos años (y seguro también los que vienen) ha retomado fuerza y arraigo cultural.

@didiloyola