Cuando el bienestar es un shock

20 de Abril de 2024

Diana Loyola

Cuando el bienestar es un shock

DIANA LOYOLA

Hace un par de meses, el periódico The New York Times publicó una nota escrita por el Dalái Lama y Arthur C. Brooks, que asegura que “detrás del descontento global está nuestro miedo de no ser necesarios”. Valga decir que al terminar de leer el artículo, quedé motivada e inspirada por el optimismo que surgía como una flor en medio del pantano. Entre los datos duros de violencia e intolerancia en el mundo, brota una increíble capacidad de transmitir que, a pesar de que queda mucho por hacer, “hay esperanza y progreso” en este planeta que hoy compartimos.

La publicación abre boca con una frase contundente y conmovedora “Nunca ha habido una mejor época para estar vivos.” Un pasmo, me sentí confrontada a la falsa creencia de que todo tiempo pasado fue mejor. Una serie de imágenes golpearon mi mente en un desacuerdo casi programado (¿cómo pueden asegurar eso en tiempos tan conflictivos?): niños heridos en Alepo, ciudades milenarias en ruinas, gente padeciendo pobreza extrema, corrupción e impunidad en los gobiernos... Me tomó unos segundos salir del “shock” de la confrontación y continuar la lectura.

Las siguientes líneas me hicieron valorar que hoy hay menos hambre, menos mortandad infantil, altos niveles de alfabetización (nunca antes vistos en el planeta), un mayor reconocimiento a los derechos de las minorías y de las mujeres… Ir recorriendo poco a poco los importantes progresos que vivimos, fue un bálsamo que alivió la angustia de sentirme en un tiempo difícil para la humanidad. Sí, es cierto que no todo está mal. La medicina y la tecnología han logrado alcances insospechados en beneficio de la vida.

No todos los países disfrutan de estos avances, por lo que miles de personas (sobre todo refugiados y migrantes) piden una oportunidad de vivir en los países ricos y estables. Sin embargo, los habitantes de éstos se sienten frustrados y ansiosos ante el futuro, como niños perdidos en la inmensidad de un bosque. Total, nadie pleno. El cuestionamiento es ¿por qué el descontento? ¿Por qué la desesperanza? ¿Por qué ese malestar constante a pesar de tener calidad de vida? La respuesta es simple, más no obvia: “todos necesitamos ser necesarios” -Necesarios, en el sentido más humilde del término, en esa inclinación de querer servir a otros, de ser personas útiles para otros-. En esa perspectiva, sentirse innecesario genera aislamiento, dolor, y provoca que se arraiguen emociones negativas, mala hierba creciendo en el alma.

Las naciones prósperas cuentan con un número creciente de personas que sienten que ya no son útiles, a pesar de estar en edad productiva, por estar fuera de la fuerza laboral. No tienen motivación y su inconformidad se expande a todos los ámbitos de su vida. Por otro lado, las personas que comparten su tiempo y sus talentos, que dan prioridad a hacer un bien, que consideran el servicio a la sociedad como algo importante, son más proclives a sentirse satisfechos y a experimentar tranquilidad y felicidad. “El altruismo y la alegría están ligados”. Esto me invita a pensar qué podemos hacer para ayudar y la respuesta es en principio personal, luego social, tomando una causa que nos mueva y nos comprometa a trabajar por ella.

La última reflexión de este valioso artículo la cito textual porque me parece un regalo digno de compartirse y porque no hallo mejor manera de expresar mi acuerdo:

“(…) negarse a sentirse satisfechos con la seguridad física y material, de hecho, revela algo hermoso: una sed humana y universal de sentirse necesario. Trabajemos juntos para construir una sociedad que calme esta sed.” Así sea.

Aprovecho para agradecer a EjeCentral y a los lectores, por estos primeros dos años compartiendo este espacio.

@didiloyola