El tamal como alimento ¿light?

17 de Abril de 2024

Diana Loyola

El tamal como alimento ¿light?

DIANA LOYOLA

Hace unos días, caminando muy temprano rumbo al mercado, me encontré con la Gab. Creo que todas tenemos una amiga que responde al nombre de Gabriela o cualquiera de sus diminutivos, y si no, deberíamos, las Gabrielas tienden a ser estupendas amigas. La Gab caminaba en son de pants por el camellón con su ternú, un perro mini toy al que ha adoptado como hijo, lo presenta como “Pancho, mi perrhijo”. En su mano derecha portaba la correa de Pancho y hacía equilibrios para sostener recto un vaso de unicel lleno de atole de arroz, todavía humeante, con la izquierda asía una torta de tamal de rajas, que mordía con un gesto que no supe interpretar.

Después de saludarnos y de sentirme impregnada por su aroma a Channel número 5 con atole, no pude resistir preguntarle el por qué de su gesto al comer, “es la culpa amiga, me estoy comiendo no sé cuántas calorías”. Me quedé un buen rato pensando en la recochina culpa, mientras ella me platicaba lo miserable que se sentía cada que se ponía a dieta. Como mucha gente, ella prefiere sentir culpa al comer que frustración y hambre siguiendo un régimen.

Se priva del verdadero placer de disfrutar un maravilloso tamal, como si la culpa le ahorrara calorías o el cuerpo le “disculpara” las mismas, como si comerlo fuera un acto de autosabotaje o de falta de amor por ella misma. Siente culpa por la llamada de atención que su coach de nutrición seguramente le va a dar, o por lo que su coach espiritual le pueda decir, o la opinión que el lifecoach le exprese cuando se entere. Porque ahora todo se trata de coaching. Mientras ella hablaba, mi mirada se perdió en una de las últimas jacarandas en flor de abril, enmarcando su verborrea culpígena.

Pensé que tanto la culpa como el ego (ese que no nos permite disfrutar) son envolturas del delicioso tamal que realmente somos. Y ninguno nos aportan nada. Quise ir más allá, a las calorías y el placer de comer, porque no creo que deban ser cosas que estén peleadas. Una torta de tamal puede contener de 450 a 600 calorías, dependiendo de los ingredientes del tamal y el tamaño de la torta. Siendo una ingesta considerable de calorías para un solo platillo, justo es pensar en la frecuencia con la que podemos comerlo, eso sí, consumirlo sin culpa y gozando cada mordida, saboreando cada bocado. No vale la pena subir de peso por excesos o calorías vacías, pero comer un buen tamal de vez en cuando poco o nada tiene qué ver con eso, más bien es comer algo delicioso que forma parte de nuestra cultura.

El tamalli puede ser oaxaqueño en hoja de plátano o envuelto en hoja de maíz que va del verde al rojo como semáforo, de pollo con mole, de rajas o dulce… en la afortunada CDMX, los podemos encontrar desde muy temprano en los carritos de las esquinas. Además la guajolota, como generalmente llamamos a la torta de tamal, es parte de la imagen típica del chilango, nos gustan, las buscamos. ¿Un atolito? ¿Por qué no? Que sea de nuez. Potasio, fibra y proteína. Qué maravilla.

¿Cuidar la dieta? Claro, no hacerlo trae innumerables consecuencias, pero vigilar lo que comemos puede incluir comer un tamal sin culpas, equilibrando el total de lo que consumimos en el día con nuestra actividad física o con una comida y cena bajas en calorías. Darnos la oportunidad de disfrutar es también tratarnos con cariño.

Al final, la Gab terminó su discurso y le compartí mis reflexiones, me escuchó atenta pero tengo la impresión de que no pudo integrar esa idea extraña de comer sin culpas. Apuré la despedida para cruzar la calle y comprarme mi guajolota. Sin culpas.

@didiloyola