Insomnios habitados

24 de Abril de 2024

Diana Loyola

Insomnios habitados

diana loyola

Me gusta el silencio de las madrugadas, me deja caminar serena por el bosque que llevo dentro. A veces soy otros paisajes. Me pierdo en dunas suaves y contemplaciones, naufrago en mares bravos que me revuelcan lo más profundo de las entrañas, me dejo llover por dentro hasta ser tormenta, soy un mapa lleno de fronteras que atravieso entre alegrías y penas y nostalgias y proyectos. También me convierto en lobo que roza feliz a la luna con su aullido, en flor solitaria que disfruta de su propio aroma, en lectora voraz del cielo y las estrellas. Me gusta la obscuridad de las madrugadas, otorga el espacio entero para llenarlo de cuanto requiera el alma. Puede ser un lienzo donde se crean y desdibujan los fantasmas, las ideas descabelladas y los escenarios de los sueños. Es un vacío lleno de lo sutil. Es la negrura que allana el camino del pensamiento. Es la ausencia de luz que permite ir hacia ella o correr a las cuevas del miedo. El espacio etéreo donde se cae en los abismos del espíritu, o en el que se flota con la placidez y la libertad del vuelo. Me gusta el aire frío de las madrugadas, que acaricia las mejillas y la espalda, musita palabras que hacen versos, que amenazan o consuelan y que escucha el respirar. Es el aire ligero de la noche, sigiloso vela el sueño o acompaña a los insomnes. Nos habita, nos huele, nos abandona. Las madrugadas son envueltas en sorpresas, al abrirlas descubrimos su regalo: una noche dulce, otra amarga. La inquietud y la calma se entremezclan, se funden soñolientas. Se abren las mentes en niveles inauditos, se vulnera el corazón en la experiencia. Se vuelve uno lúdico y filósofo y loco. Y cuerdo y sensato y sabio. Y se encuentran cosas que al despertar ya se fueron, y uno no se acuerda de ese chispazo de genialidad surgida en la vigilia. Soy muchas yo de día y me entrego a mí en las noches, que es donde puedo visitarme, mirar para adentro y perderme en mis caminos y horizontes. En las madrugadas no le huyo a nada, permito que todas las emociones me embistan, no opongo resistencia, me dejo sentir hasta la médula. Exploro lo que tengo y lo perdido, lo que hay y lo que quiero, lo que temo y lo que enfrento. Soy mis mil versiones, completa, rota, vulnerable o miedosa. Vuelo o caigo, cargo o suelto. No hay insomnio que no me cause asombros, que no me conceda dicha o desgracia, no hay noche que no llene de mí y de mi esencia, porque soy también mis noches, a veces luminosas con su luna y a veces transpiran sólo un ansia obscura. Tengo más fe que miedo y en la penumbra se confunden, porque puedo comenzar con pesadillas y terminar con un despertar en la conciencia. Siempre hay un límite y un tiempo, y la llegada del sol lo cambia todo. El bosque, duna, océano o tormenta, se transforman en cuerpo, piel, huesos y prisas. El hermoso vacío creado en la sombra, se llena de formas y colores, y de cantos de pájaros ruidosos que saludan con galimatías el día. Somos personas nuevamente lanzadas a la vida, al sonido del latir de las ciudades y en el fondo de mi ser de fuego, el anhelo de la noche y sus ensueños, de esos silencios que me dejan caminar serena por el bosque que llevo dentro. Esta tendencia de habitar las noches, me deja con cansancio sin remedio. Es un costo que asumo por la luz que me arrojan. Las noches que siembran, que calman, que agitan… @didiloyola