Mara y la impotencia

24 de Abril de 2024

Diana Loyola

Mara y la impotencia

diana loyola

Este domingo 17 de septiembre, organizaciones civiles y grupos ciudadanos, salieron a las calles en varios estados de la República Mexicana (Coahuila, Veracruz, Nuevo León, Guadalajara, Puebla…) para exigir el cese de feminicidios y la impartición de justicia para los que han sido cometidos en este país. Las consignas eran #NiUnaMás y #NoFueTuCulpa. Estas marchas se emprendieron porque el viernes 15, fue encontrado el cuerpo mancillado, golpeado y sin vida de una joven universitaria de apenas 19 años: Mara Fernanda Castilla. Este asesinato se sumó a varios miles de muertes femeninas ocurridas en los últimos años, fisurándonos el alma a muchos. Mara desapareció el 7 de septiembre. Salió por la noche con amigos y pidió un servicio de taxi que se suponía debía llevarla a salvo de regreso a casa. Aunque ella hizo lo necesario para cuidar su integridad y llegar con bien, no lo logró, no llegó. Su madre y su familia se movilizaron tan rápido como pudieron, millones nos enteramos de su desaparición gracias a la difusión en las redes sociales. Muchos deseábamos que la encontraran viva, que la encontraran bien, que sólo fuera una pesadilla y no una historia de terror. Pasaban los días y continuábamos viendo circular su foto junto con la desesperación de su familia (por la que toda persona con un mínimo de conciencia sentimos empatía y solidaridad). Mara seguía desaparecida y la esperanza de encontrarla con vida no mermaba. La tristísima realidad de este país y el alto índice de secuestros, mantenía en mí esta expectativa, esta posibilidad de encontrarla con vida. La mamá de Mara la buscó con la voluntad que sólo tienen los seres que aman. Pidió revisar los videos, registros de llamadas del celular de su hija, y no cejó hasta crear su propia línea de investigación que permitió finalmente encontrarla. Cómo hubiese deseado que a Mara la hallaran viva, que el amor y el esfuerzo incansable de su madre se viera recompensado. No sucedió. A Mara la encontraron envuelta en una sábana con el nombre del hotel en el que la mataron, del mismo modo que la tristeza y la impotencia nos envolvió a todos. Se me quebró la confianza, una mujer más, una chica que hizo lo correcto para cuidarse y que no supo que le íbamos a fallar, todos, como país, como gobierno, como empresa. Millones de personas, entre ellas muchísimas mujeres, usamos el servicio de taxis que contratamos vía una aplicación porque lo que nos ofrecían era seguridad por sobre los taxis de la calle. Más allá del servicio, que en mi experiencia no ha sido siempre favorable, la seguridad que ofrecía tener una ruta monitoreable, compartible con otras personas y sobre todo, manejado por conductores responsables, me hacían confiar en estas empresas. Ya no hay más confianza, se quebró, se jodió la tranquilidad de poder usar estos taxis para recoger a las hijas y los hijos de la escuela o cuando hay una eventualidad. Ya no me siento con ganas de usarlos. Mara Castilla murió por ser mujer, por haber salido a divertirse, por haber hecho lo que debía para regresar segura. Murió porque quien la mató sabe que no pasa nada en este país si matas, si delinques, si lastimas. Llora su familia, y nosotros con ellos. Mujeres, hombres, familias completas, solidarios, impotentes, tristes, enojados, salieron este domingo a exigir justicia. A mi hija le he pedido que active el localizador de su celular en todo momento, que en caso de necesitar un Uber, Cabify o un taxi de sitio, tome foto de las placas y me comparta la ruta de viaje desde la plataforma (donde viene el perfil del auto y conductor), si las placas no coinciden que no aborde el auto, apenas suba al vehículo se comunique conmigo, con su papá o su abuela asegurándose que el conductor sepa que estamos al pendiente de su viaje, si se siente incómoda por algún comentario del chofer o por la razón que sea, espere a llegar al primer semáforo o donde haya gente y se baje del auto dando por terminado el viaje. Necesitamos cuidarnos. @didiloyola