Crucero

24 de Abril de 2024

Héctor J. Villarreal Ordóñez

Crucero

Vivimos tiempos de reinvención obligada. No hay opción, sólo los evadidos de la realidad niegan la necesidad imperiosa de replantear su visión de las cosas y su significado, y de replantearse a sí mismos. Lo que ha sido políticamente correcto por años parece dejar de serlo, al menos en algún grado y para buena parte. Es importante, sin embargo, ubicarnos, evitar extraviarnos y no subestimar tantos argumentos falaces, ruido sin importancia y justificaciones anticipadas. El crucero donde convergen tantos nuevos relatos se pone caótico. Por un lado, el presidente saliente o ya expresidente, Enrique Peña Nieto, se despide y anuncia en un video con Chumel Torres que esto, su mandato, “ya se acabó” y que entre “el informe, el Grito y preparar la mudanza”, él “ya no tiene tiempo”. Como el medio es el mensaje aquí se da cuenta clara de que, si alguien sabe contar, ya no cuenta con él. Por otra avenida llega el productor estratega comunicativo de Andrés Manuel López Obrador, Epigmenio Ibarra, y revela con transparencia, ante diputados, una de las creencias al parecer centrales de su agrupación política: “los medios quieren destruir la mayoría de Morena”, porque, explica, los medios no están con la 4T. Decían, cuando jugábamos con los amigos de la calle en que viví, que el que avisa no traiciona. Don Epigmenio avisa que la idea es “reducir drásticamente los gastos de difusión de las actividades en el Congreso”, sugiere, según El Universal, achicar —aunque algunos entendieron desaparecer— el Canal del Congreso por su “baja audiencia”, concentrarse en las redes sociales y dejar de pagar publicidad a “los medios que deban desaparecer” para que se queden “los que se lean”. Para impulsar su plan, propone recortar la publicidad en 85 por ciento. A este cruce de nuevas miradas acude un intelectual promorenista, que se puso de moda en programas radiodifundidos, llamado Hernán Gómez. Con el mismo aplomo con que se apoltrona en los sillones de los foros de televisión escribe, entre otras cosas, que la “oligarquía comentocrática”, especialmente 40 plumas que él contabiliza como las más conocidas, son mayoritariamente “hombres blancos de más de 50 años que pertenecen al decil más alto en la distribución del ingreso”. O sea, advierte que el análisis en México está secuestrado por una raza, una generación y una clase social. A liberarlo, uno supone. Dicha captura de pensamiento y opiniones se enfrenta a que “48 por ciento de los mexicanos desconfían de la prensa” y “entre 76 y 80 por ciento de los ciudadanos está altamente preocupado por la diseminación de información y noticias falsas, fenómeno en el que, por cierto, apunta el analista Gómez, México se ubica entre los cinco países con el nivel más alto”. En este crucero viene también el futuro vocero presidencial, Jesús Ramírez. Convoca en San Lázaro a “asumir una reflexión sobre las líneas editoriales que defienden ciertos intereses”, porque “como en otros países” en México los medios deberían hacer pública su línea editorial, para no ser fifís, cosa que no es ofensa, sino una especie de descripción, “ya que los medios particulares no representan a la sociedad”. Nuevas aproximaciones a la realidad, declaraciones y enfoques que no estaban, pero ahora nutren la reflexión y alimentan la preocupación. Por lo pronto, es posible que a estas horas Peña ya se haya ido; que el Canal de Congreso y los medios con pocos lectores estén viviendo sus últimas horas; que nuevos perfiles raciales, etarios y socioeconómicos afilen ya sus plumas para desengañar al país y que los buenos periodistas, no fifís, declaren pronto, antes que nada, si están con ya saben quién o en su contra. No hay sorpresas, se dijo que el cambio venía profundo y ahora toca reinventarse.