Elogio de la incertidumbre

19 de Abril de 2024

Héctor J. Villarreal Ordóñez

Elogio de la incertidumbre

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Solemos dar por seguras las cosas, algunas de ellas personales, como nuestras relaciones, la salud o las rutinas, otras colectivas, porque también tendemos a sentir que los entornos físicos y sociales son estables. No es algo racional, pero quizá es una forma de buscar en la certeza una zona de paz. La historia muestra que la ciencia, el pensamiento y las religiones, se han ocupado por siglos de combatir o aminorar la incertidumbre de la humanidad. Sin embargo, la incertidumbre ahí sigue. Jamal Khashoggi, por ejemplo, el periodista saudí del Washington Post. Llegó el 2 de octubre pasado al consulado saudita en Estambul para conseguir una copia de su acta de divorcio, y así casarse con su prometida turca. Había acudido días antes, lo trataron con amabilidad y lo agendaron para la fatídica nueva cita, a la que llegó puntual y confiado, con la certeza de que todo iría bien y sin imaginar que una cuadrilla de torturadores había sido citada también para, al parecer, ejecutarlo por órdenes de la familia real de su país, a la que criticó en artículos y trabajos periodísticos. La libertad de expresión parece no ser algo asegurado. Otro caso: más de 250 mil empleados federales de confianza, algunos con larga experiencia y sólida formación, daban por sentado un trabajo y un modo de subsistencia. Muchos votaron este año por la alternativa de cambio, pues son testigos cercanos de las ineficacias, abusos y corruptelas del gobierno que ya no está ni se acaba de ir. Ahora ellos y sus familias viven sin certeza sobre su porvenir. Estigmatizados como “burocracia dorada al servicio de la minoría rapaz”, la 4T les advirtió que serán cesados o mudados a cualquier inesperado lugar, porque eso es la austeridad republicana y porque hay un guion en curso que, sin pies ni cabeza, narra la reinvención de México. La forma de vida de uno carece de continuidad garantizada. También están ahí las generaciones de mexicanos que daban por hecho que las decisiones de Estado las tomaban los gobiernos, que para eso fueron electos, con base en elementos técnicos y para el bien colectivo y, bueno, que de ahí sacaban también su raja. Hoy, eso ya no es seguro. El gobierno que no inicia pero ya decide, montó una patraña de consulta para eludir su tarea y culpar al pueblo sobre decisiones y ocurrencias que no le tocan, en las que, por cierto, tampoco es seguro que no habrá tajada para alguien. Los negocios son por definición un territorio de pocas certezas. O los millones de electores que en julio votaron por el PAN seguros de que ese partido se empeñaría en asumirse como oposición principal y contrapeso democrático de la fuerza casi hegemónica de Andrés Manuel López Obrador y su aplastante mayoría. Pero hoy dudan, cuando ven que ese partido pierde el foco y se hace bolas secundando a movimientos trasnochados para entramparse en falsas discusiones, superadas ya por la ética y la ley. No cabe duda que las ideas políticas cambian mucho. Caso especial es el de siete mil migrantes, niñas y niños entre ellos, forzados a escapar de su mundo, su entorno y su forma de vivir ante la ausencia de certeza de un futuro habitable allá. Se arrancaron en la dolorosa e incierta aventura de caminar una ruta hostil, con el sueño de llegar a algún otro lugar en busca de algún destino diferente. La vida es de lo menos seguro que hay. Se acumula evidencia y tal vez va siendo hora de ser más escépticos de lo que damos por hecho, de sospechar si realmente es tan mala la incertidumbre, que cuando no mata, fortalece, y hasta puede servir para reconocer y defender lo que realmente resulta importante.