“Los tiempos son difíciles”, dice Luis, un venezolano quien reúne alimentos escasos en su país para venderlos antes de que lleguen a los estantes a cambio de que sus clientes le proporciones trabajos ocasionales reparando, como mensajero o prestándole dinero cuando lo necesita.
Los controles de precios del gobierno de Nicolás Maduro han provocado la escasez de productos y una inflación que se ha disparado hasta alcanzar el 68%, la mayor del mundo, una situación que golpea a la población, por ello Luis vio una oportunidad en crearse un subempleo donde ofrece, a precios preferenciales, productos básicos como detergente, leche y azúcar a alrededor de 100 diplomáticos en un local de Centro Madeirense, en la zona sur de Caracas.
“Cuesta sobrevivir […] Para subsistir tenemos que ser creativos con las oportunidades que surgen”, dice Luis, cuyo trabajo oficial es de llenar bolsas por un dólar al día y las propinas que recibe en un supermercado en la capital venezolana
La red que ha tejido en la ex Unión Soviética fue conocida como “blat”, un término ruso utilizado como expresión de frustración, sentimiento que se arraiga cada día en la población venezolana por unas medidas gubernamentales que buscan acabar con las operaciones económicas informales, pero que al mismo tiempo, las provocan. “La intervención estatal en todos los planos de la actividad económica paraliza a los empleadores y reduce la cantidad y calidad de los empleos formales”, dijo para Bloomberg, Anabella Abadi, una analista de políticas públicas de ODH Grupo Consultor. “Eso lleva a los venezolanos a las actividades informales que las autoridades quieren erradicar”.