De aves y migraciones

19 de Abril de 2024

Diana Loyola

De aves y migraciones

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C’EST BEAU LA VIE! | De aves y migraciones Mi balcón no es lo mismo sin gaviotas, y es que se fueron junto con el mes de febrero. Todo el invierno las vi ir y venir, disputarse una sardinita en pleno vuelo, fluir con el viento con la certeza de un planeo experto, notaba una seguridad en sus movimientos que siempre me impresionó, cambiaban de dirección o daban giros con tal gracia y rapidez, que parecían no esforzarse en hacerlos. Cada una tenía un vuelo propio, una dirección que rara vez coincidía con la de alguna otra y sin embargo, nunca las vi solas, había una parvada siempre diseminada. Recuerdo un día de enero en la ventana de mi cuarto, nevaba y hacía mucho viento y los copos eran particularmente grandes, casi tanto como una pluma de ave; las gaviotas volaban como si disfrutaran, espléndidas, con sus alas bien desplegadas y sorteando los copos de nieve con asombrosa habilidad, ese día sospeché que les gustaba pues había muchas en vuelo.

Lille está a aproximados 70 kilómetros del mar y se encuentra a orillas del río Deule, por lo que es fácil entender la presencia de gaviotas y otras aves migratorias. Casualmente hay pocas palomas y las que hay están grandes en talla y peso, las pobres no son bien vistas aquí, jajaja, he notado que a la gente le molesta su presencia por “sucias, destructivas y portadoras de enfermedades”. Yo crecí viendo viejitas alimentando palomas con migajas en el parque, así que el rechazo que veo me parece desproporcionado. ¿Qué le he de hacer? Diferencias culturales.

Conforme marzo avanza, van llegando nuevos pájaros, nuevos trinos que desde temprano nos avisan que ya empezó el día. Algunos de ellos son pequeños y grises; otros medianos cuyos plumajes en blanco y negro los hacen verse elegantes al vuelo; otros más con cantos tan fuertes y melódicos que nunca sospecharíamos que vienen de pájaros tan chiquitos; los hay solitarios y en parvadas, y para mi sorpresa, los hay también torpes, esos a los que les cuesta cambiar de dirección y si deben hacerlo, pierden velocidad, desajustan su aleteo y les cuesta retomar la altura a la que venían… Me doy cuenta que es una dicha y un regalo poderme dar el tiempo de observarlos, hacer una pausa en el día o aprovechar la espera afuera de la escuela (para la salida de mi hijo), y poder verlos, oírlos, notar a los nuevos y notar también la ausencia de los que siguieron su migración. Me queda claro que es algo que no había hecho antes, en la ciudad de México el clima tiende a ser tan regular y templado que difícilmente creo que haya tantas especies de paso.

Pienso en tantos clichés sobre ser ave, sobre volar, sobre desplegar las alas y lanzarse a la aventura, sobre la posibilidad de aprovechar las corrientes de aire y fluir con ellas… tantas ideas, muchas de ellas románticas y sin embargo tan motivadoras. Algo en las aves nos hace pensar en la libertad, en la voluntad. Las aves al volar tienen una visión del espacio diferente, no hay fronteras, no hay límites, existe la línea recta para acortar la distancia, lo mismo les da un parque que otro, siempre y cuando los árboles sean buen hogar. Algo en las aves nos dice mucho de nosotros mismos, porque lo que vemos en ellas es lo que llevamos dentro.

Pronto yo también voy a migrar de estos rumbos, voy a volver al calor del verano, a reencontrar palomas esbeltas (¡já!), a cruzar fronteras; pero esta vez más libre, más consciente, con la voluntad renovada y fluyendo más con la vida. Porque este viaje que me ha permitido contemplar las aves me ha regalado también, un cambio interno.

À la prochaine!! @didiloyola