Presionó mucho el grupo de panistas más priista en el Senado para impulsar a Roberto Gil a la Fiscalía General. Don Roberto consideraba que era para él, por tantos servicios hechos al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Dicen los que saben que las cosas no fueron en un solo sentido, sino que también en Los Pinos le perdonaron algunos pecados, como su relación con Federico Martínez de Tradeco, el empresario querubín en el gobierno de Felipe Calderón, y que pasara sin ser visto en todo el escándalo del exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, y su esposa Karime Macías. Don Roberto, de quien nadie duda de su inteligencia y capacidad, agregan los entendidos, se había pasado de la raya para alguien que quiere ser fiscal general, con propiedades inmobiliarias recientes, y una mano pesada en un periódico bisoño de la Ciudad de México. Estuvo a punto de pedir licencia como senador, pero todo se colapsó. Ahora, salvo que la tuerca se voltee, la sopa en el plato se le cayó de la boca.