La propuesta presidencial para reformar el artículo 4 de la Constitución para legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo es un tema adicional para el apetito permanente por la controversia verificable en cualquier sociedad relativamente sana.
La probabilidad planteada por el presidente Enrique Peña Nieto, débilmente defendida por sus originales promotores hace décadas, siendo estos algunos segmentos de la izquierda, no divide a la sociedad mexicana.
Ya estaba dividida.
La controversia y la división preexisten a cualquier tema controvertido. La localización cultural, política y normativa del mundo homosexual prevalecerán por encima de lo que suceda en el congreso con la propuesta presidencial.
Sobre este tema, como en muchos otros, hay aspectos prácticamente irreconciliables y será una mayoría de alianzas progresistas la que haría pasar la propuesta y en ella, previsiblemente no se hallará el PAN.
Apenas este domingo, la arquidiócesis de México, y el liderazgo diocesano más convencional de la iglesia católica mexicana, consideró como un exceso la propuesta presidencial.
Entre las afirmaciones centrales sobresalen la de que es “antropológicamente” demostrable la superioridad práctica y ética de la familia heterosexual. También destaca la idea de que el gobierno encabezado por Peña Nieto no se ocupa de temas más importantes como la inseguridad o el progreso. Además, indica que se intenta legislar sobre “falsos derechos”.
Las tres objeciones tienen, si se le busca, respuesta:
Sobre la validez de la afirmación de que hay antropológicamente una superioridad del esquema heterosexual hay un debate que debería realizarse simultáneamente entre defensores y opositores de la propuesta. Existe ciertamente una mayoría resistente a discutir el tema de la presencia normativa del tema de la diversidad sexual y hay segmentos de esa mayoría empáticos con los derechos plenos para todos.
Acerca de que Peña no se ocupa del tema de la seguridad, cualquiera con más disposición a reconocer información real de la actuación del gobierno sabe que esa es efectivamente una preocupación central con independencia del éxito relativo para contener la misma.
En relación con los “falsos derechos” habrá que recordar que todos los derechos son una convención legislativa que resulta de cambios sociales y políticos que impactan evolutiva o regresivamente la ley, por lo tanto, es imposible asumir, a priori, que unos u otros son o pueden ser “falsos derechos”.
Serán tan falsos como los acuerdos que el contrato político permite hacer a quienes representan la soberanía nacional, esto es, el congreso mismo.
Con la propuesta, en mi opinión, Peña Nieto asume una posición de vanguardia que es deseable observar en todos los sectores que quieren estar en línea con la ONU y los posicionamientos más avanzados de los países de la OCDE.
La jerarquía de la iglesia tiene pendientes muy importantes: por ejemplo, la agenda que ya le encargó el Papa Francisco durante la visita a la ciudad de México relativa a la subordinación cotidiana respecto del poder, que, en este caso, parecería ser verificación positiva de una distancia crítica…regresiva.
Además, debe responder sobre el vínculo entre la defensa del celibato y los abusos de los sacerdotes entre los cuales no se ha desahogado la discusión sobre la homosexualidad ni acerca del otro tema muy complicado, la responsabilidad en la pederastia eclesial.
Mientras el debate toma forma, en Veracruz un bar fue atacado y se acusa de homofobia a quienes son responsables, aun anónimos y prófugos, de asesinar al menos a cuatro personas.
Esperaremos también de esas particularidades el comentario de la iglesia.