El gran dislate y el autoengaño

25 de Abril de 2024

Juan Antonio Le Clercq
Juan Antonio Le Clercq

El gran dislate y el autoengaño

El gran dislate de agosto ha costado muy caro al gobierno mexicano, nacional e internacionalmente. A los atributos que enmarcan la percepción negativa del gobierno, se añade ahora la tontería, el sello de la ocurrencia. Mucho se ha escrito ya esta semana al respecto, permítanme comentar algunos aspectos que me parecen relevantes.

El Presidente y sus diferentes voceros han repetido, una y otra vez, que se dejó claro a Trump que México no va a pagar por el muro, sólo faltaba que hubiéramos cedido en eso. Pero ese no es el punto. El gobierno no entiende que rechazar muros en la frontera era una cuestión de principio para México, definición central de una política exterior que rechazaba criminalizar al migrante o reducir la migración a un problema de seguridad. Ahora nuestro gobierno ha aceptado la existencia de muros en la frontera siempre y cuando no los paguemos. ¿A eso hemos llegado?

En su idea de diálogo “respetuoso”, el Presidente nunca tuvo la intención de exigir una disculpa a Trump. De haber demandado esa disculpa públicamente durante la conferencia, el gobierno habría podido obtener algo cercano a una victoria política. Lo que resulta inexplicable son los esfuerzos reiterados del Jefe del Estado mexicano por justificar lo injustificable, por explicar los insultos y agresiones como “malas interpretaciones” o “afirmaciones que lamentablemente habían lastimado y afectado a los mexicanos”.

Aún peor, a pesar de todo los insultos y tonterías que Trump ha formulado en su campaña, Enrique Peña Nieto percibe buenas intenciones y oportunidades para cooperar: “el pueblo de México se había sentido agraviado por comentarios que se habían formulado, pero que yo estaba seguro que su interés genuino es por construir una relación que nos lleve a darle a nuestras sociedades condiciones de mayor bienestar”. ¿Con qué información cuenta nuestro gobierno, qué análisis o escenarios elaboraron como para concluir que Trump es un actor confiable y con buenas intenciones hacia México?

La actual administración no sólo es proclive a caer en el escándalo, sino que irremediablemente agrava la situación con su manejo de la crisis. Como si la visita de Trump en sí no hubiera sido suficiente, las explicaciones posteriores han sumido al Presidente en el descrédito (sí, es posible todavía más). En una semana hemos escuchado que predominó una visión de Estado, cuando en realidad se otorgó trato de dignatario a un candidato que ha insultado reiteradamente a México; que ante la amenaza era necesario actuar, aunque para variar se actuó tarde y mal; que se pretendía sensibilizar a Trump, cuando en los últimos meses ha dejado en claro su voluntarismo narcisista; que era necesario tranquilizar a los mercados, cuando los analistas identifican más riesgos en los niveles que ha alcanzado la deuda pública, la incertidumbre sobre la gobernabilidad o en el repunte de la violencia.

El Presidente ha decidido arriesgar el capital político que le quedaba en una aventura incierta. Este penoso incidente deja a los mexicanos con un sentimiento de humillación y a la comunidad internacional con la percepción de que nuestro gobierno actúa con improvisación o que abiertamente apuesta por un triunfo de Trump. Las consecuencias están a la vista de todos, menos para un gobierno que en su exigencia de reconocimiento a las cosas buenas, ha decidido acomodarse en el autoengaño.

Twitter: ja_leclercq