El ocaso del sexenio peñista, cuando las élites se quebraron

18 de Abril de 2024

El ocaso del sexenio peñista, cuando las élites se quebraron

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En el ocaso de su sexenio, el presidente paga las facturas por haber creído que distanciarse de las cúpulas era la ruta para tener un gobierno poderoso

›Con el afán de construir un gobierno fuerte, sin la presencia de actores que le disputaran la toma de decisiones, el presidente Peña Nieto cerró espacios de negociación con las élites del poder político y económico, como lo aconsejó Nuño.Cinco años y medio después, el mandatario terminó aislado, reprobado por la opinión pública y con un proceso electoral cuesta arriba

El choque con las élites fue frontal. Al poco tiempo de haber iniciado la Presidencia de Enrique Peña Nieto, los consensos se fracturaron uno a uno. Lo que había sido un plan ideado para recuperar la conducción presidencial, en realidad provocó la pérdida, no sólo del poder, sino del control de los engranajes del sistema político mexicano. La ruptura con las élites no fue una consecuencia circunstancial, sino fue un diseño elaborado en Los Pinos. La idea original fue de Aurelio Nuño, primer jefe de la Oficina de la Presidencia, quien convenció al presidente Peña Nieto de que el jefe del Ejecutivo tenía que recuperar todo el poder, que no era indivisible, y que la única forma de hacerlo era el enfrentamiento directo. Este planteamiento rompía con toda una visión del control gubernamental. Un gobierno poderoso sólo podía ejercerse construyendo acuerdos. Así se había hecho desde la época posrevolucionaria y hasta antes de la llegada de los panistas a Los Pinos. La Presidencia mexicana era débil, institucionalmente hablando, pero poderosa en función del poder metaconstitucional que imprimía el jefe del Ejecutivo. Por ejemplo, cuando en el gobierno de Carlos Salinas se debía implementar una medida económica sensible y que causaría malestar en el sector económico, antes de hacerlo, su entonces secretario de Hacienda, Pedro Aspe, se reunía con los empresarios para pedirles su apoyo incondicional, y antes de cualquier disonancia, les recordaba, uno a uno, los problemas que podrían enfrentar en el futuro inmediato por sus malas finanzas, sus problemas fiscales o quizá con oportunidades de negocio. La misma estrategia se hacía con el sector que fuera necesario y, entonces, el disenso prácticamente no existía. El error de Peña Nieto, detalla Carlos Ramírez, el columnista político más importante de su sexenio, radicó en suponer que podía ejercer el autoritarismo al que estaba acostumbrado y que funcionaría el modelo presidencialista que ejerció en 1920 Álvaro Obregón. La realidad es que por parte del presidente hubo “un maltrato, un desdén y el cierre de los espacios de negociación. No obstante que, todo presidente de la República en el viejo sistema político priista era producto de la negociación con sectores de interés no de la imposición autoritaria”.

Peña actúa de una manera muy autocrática de decir ‘pues yo soy el poder’, es el viejo modelo de Luis XIV que han seguido los presidentes en México de ‘el Estado soy, el poder soy yo, el gobierno soy yo, la república soy yo, el proyecto de Nación soy yo’. Todo esto es consecuencia del estilo personal de gobernar de Peña Nieto”, agregó Ramírez.

La razón de que la administración de Peña Nieto pasó del Mexican Moment a bajos niveles de popularidad se debe, más que al resultado de un estilo personal de gobernar, a que actualmente se vive un fin de ciclo neoliberalismo, argumenta Porfirio Muñoz Ledo. El priista aumentó la dependencia del país, la desigualdad, la inseguridad y al mismo tiempo disminuyó el ingreso de los trabajadores, razones suficientes, dice para que nazca el hartazgo.

Un cambioen todos los sentidos

Era el primer año de gobierno, y ocurrió en Los Pinos uno de los choques más fuertes de su gestión. Fue con los empresarios. Peña Nieto aprobó modificar la relación que se había tenido con ellos, que tuvieron un gran acceso al despacho presidencial, y Nuño fue el encargado de aplicarla. El punto de quiebre fue con Claudio X. González Laporte, quien en ese momento era presidente del Consejo Mexicano de Negocios y consejero de Televisa, que vio a Nuño en su despacho, en un edificio inteligente junto a la casa “Lázaro Cárdenas”, donde está la oficina del presidente. Le advirtió el entonces jefe de la oficina, que la relación con los empresarios iba a cambiar, y que ellos “ya no iban a cogobernar”. Nuño, con apenas 36 años de edad, tenía la convicción que los anteriores presidentes habían sido débiles con los empresarios, quienes se habían “excedido” en sus pretensiones. Con la llegada de Peña Nieto a la Presidencia, sostenía, eso ya no volvería a ocurrir. Al enfrentamiento con la clase empresarial mexicana lo acompañó un alejamiento. Uno que llamó mucho la atención fue con uno de los líderes del Grupo de los 10 de Monterrey, a quien mostró su desdén al no recibirlo durante más de un año en que le pidió una cita. Otro, Carlos Slim, ante lo que sintió como una serie de acciones —incluida la reforma de telecomunicaciones y argumentos técnicamente débiles para ignorarlo en licitaciones carreteras que se adjudicaron a empresarios cercanos a Peña Nieto—, optó por pasar largas temporadas fuera de México, en donde aceleró sus inversiones. “Si no quieren que el ingeniero invierta en México, invertirá en el extranjero”, dijo en su momento uno de sus más cercanos colaboradores. Esa lejanía que fracturó la relación se repitió¡, de la misma forma y desde el principio del gobierno, con las iglesias, los sectores populares, partidos políticos y distorsionar la relación con los sindicatos. De la sociedad civil se apartó, primero a través de la falta de estrategia para pacificar el país y después cerrarse al diálogo. Muchos de estos sectores comenzaron su confrontación con el grupo de Peña, utilizando como herramienta las denuncias de casos de corrupción, y así lograron exponenciarlos.

El peculiar pacto de la Moncloa

El día que Peña Nieto asumió la presidencia de la República, las calles del centro de la Ciudad de México fueron tomadas por grupos de jóvenes que se decían anarquistas y adultos que parecían entrenados en el manejo de enormes cadenas con las que causaron destrozos. No hubo una explicación, tampoco una investigación pública que permitiera entender a qué grupos de interés respondían los provocadores. Esta imagen de violencia se borró al día siguiente, cuando en el Castillo de Chapultepec las principales cúpulas partidistas y económicas del país firmaron el llamado Pacto por México, lo que fue considerado entonces la gran victoria Peña Nieto, porque construía una agenda política nacional que le permitiría PRI empujar las reformas estructurales que se había planteado.

Aglutinó y subordinó a todas las elites político-partidistas y legislativas en el entendido que iba a ser una especie de los pactos de la Monclova, aquel acuerdo que firmaron en 1977 las cúpulas empresariales, políticos, con el jefe de gobierno, el presidente del gobierno de la transición y que permitió la reorganización total del Estado español después de la muerte de Franco. Pero el gobierno de Peña Nieto desarrolla reformas estructurales aisladas, empieza a chocar primero con los partidos y luego con los sectores sociales por el aumento de precios. Y al final impone por mayoría no negociada sino impuesta esas reformas. En el momento que se dieron las reformas el presidente perdía ese pacto con las elites”, recordó Ramírez.

La intención de aprobar las reformas educativas, y sobre todo, la energética hicieron que la alianza se fracturara. El PRD se sintió traicionado, cuenta Vladimir Aguilar, secretario de Operación Electoral del CEN del PRD y dirigente por cuatro años de la corriente Foro Nuevo Sol.

El Pacto por México tuvo vida por un año, pero derivó en un debilitamiento del Gobierno federal y del PRD, que si bien en las elecciones de 2015 conservó 12 puntos de preferencia electoral, ya no se le percibía como la oposición al modelo económico que proponía el priismo y el panismo, sino como un partido colaboracionista”, sostuvo Aguilar.

El costo que representó la aprobación de las reformas estructurales que aprobó le Congreso, no sólo lo pagó el presidente, también internamente los partidos se debilitaron. Para lograr la implementación de las reformas, el presidente no sólo requería del apoyo político y empresaria, sino también de los sindicatos. Sin embargo, el primer golpe mediático que asesta fue precisamente contra una de las líderes más poderosas y emblemáticas del sindicalismo mexicano, la captura de Elba Esther Gordillo, con quien rompía así una añeja alianza estratégica. Esta operación fue acompañada de una táctica de debilitamiento de la cúpula magisterial, y para ello alimentó a la disidencia, a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), la cual aprovechó la oportunidad para empoderarse económica y territorialmente, y de sólo tener presencia en cuatro estados, amplificó su capacidad de movilización a 22, lo que le permitió negociar mejores prerrogativas. El fracaso de este mecanismo no sólo quedó en evidencia por lo costoso de los pliegos petitorios que debió cumplir, sino que además se mostró en las elecciones de 2016 en Oaxaca, en las que la disidencia apoyó a Morena, partido que por primera vez participaba en esas elecciones, lo que le llevó a convertirse en la segunda fuerza en el Congreso y gana el 7% de las alcaldías, algunas de ellas de las más importantes por su ubicación y economía.

Videgaray no negocia

La reforma fiscal molestó mucho a los empresarios, no sólo fue el contenido sino que no se les permitió influir en el cambio, porque el que el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray se
rehusó a discutirla con ellos. Era apenas el primer año de gobierno, y la secretaría que históricamente era el espacio de negociación con el presidente, en manos de Videgaray dejó de serlo, “se alejó por su trato arrogante y jamás volvió a ser su interlocutor”, comentó un funcionario de la dependencia. Otra de las cosas que molestaron a los empresarios es que, como relata el expanista Juan Ignacio Zavala, muchas empresas con vínculos con el estado de México irrumpieron en el mapa empresarial “para hacerse muchas licitaciones, creo que eso generó una gran molestia en el sector”.

Sí, hay un enojo que rompe con el gobierno, por ejemplo, por el tema de la corrupción que abarca mucho de la obra pública y ahí ese sector empresarial anticipa el enojo por la manera en que se llevó a cabo la repartición de obra pública básicamente”, detalló.

El diálogo que buscaba el sector empresarial, tampoco lo encontró en Los Pinos. Esto abrió una nueva ruta para los hombres de negocios, el colocar conmo tema prioriario de su agenda el evidenciar la corrupción, como la vía ideal para criticar al gobierno. Por ejemplo, se creó la asociación Mexicanos contra la Corrupción, liderada por Claudio X González, y se fortaleció el Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco). Las cámaras industriales comienzan a impulsar la agenda de transparencia y anticorrupción, acompañadas de organizaciones internacionales. Fue el reportaje de La Casa Blanca, el que catapultó la agenda anticorrupción.

La administración de Peña ejemplificó un gobierno que en realidad fungió como un desgobierno, que ha actuado solo en beneficio de unos cuantos hasta el hastío y lastimado como nunca a la sociedad”, aseveró Gerardo Chávez Saldaña, presidente de Coparmex Delicias.

Las circunstancias en que las elites empresariales, que en su momento formaron parte del Pacto por México y buscaban una reformulación con el gobierno priista de Peña Nieto, detalló Ramírez, se resume en un mensaje de Twitter:

La presente administración está a punto de perder el poder, por vía de una estrepitosa derrota electoral, por una razón fundamental: DILAPIDARON, por la vía de la corrupción, la inseguridad, la impunidad, la ineptitud y la soberbia, la poca LEGITIMIDAD que aún tenía el Estado”, publicó Claudio X. González a través de esa red social, a las 10:29 de la mañana del pasado 24 de junio.

Esta es, añadió Ramírez, “la elite empresarial que se reorganiza por sí misma alrededor del grupo de Claudio X. González, del Consejo Mexicano de Negocios, de la Coparmex como grupos empresariales opuestos al modelo de López Obrador”. Y que incluso amenaza con el surgimiento de un partido político.

El distanciamiento con el PRI

Dupla. Nuño fue jefe de la Oficina de la Presidencia entre 2012 y 2015. FOTO: Cuartoscuro

Cuando Enrique Peña Nieto llegó a la presidencia de la República, el PRI tenía 20 gubernaturas en sus manos; cuando deje el poder, el partido tendrá 11 o 12. A comienzos del sexenio el tricolor tenía 212 diputados; para la siguiente Legislatura, podría ser la tercer fuerza y rondaría en apenas las 100 curules. Y mientras que en 2012 el 38% de los mexicanos votaron por el PRI, para este año la mitad de los electores asegura que nunca votaría por el partido del presidente. Este es el saldo político que el presidente heredará a su partido. La falta de consensos al interior del propio PRI, sumado a los escándalos de corrupción, la falta de resultados palpables de las reformas estructurales, y el descontento que generó entre militantes y liderazgos históricos la imposición de candidatos a puestos de elección popular y de dirigentes del partido, debilitó su estructura, asegura Ulises Ruiz, cabeza de la corriente Democracia Interna, movimiento que se fundó a mediados de 2016, justo cuando llegó al CEN del PRI, Enrique Ochoa Reza, impulsado desde la Presidencia de la República.

Como nunca antes en la historia del partido, se desplazó a la clase política del PRI y eso generó una gran inconformidad dentro de la cúpula y las bases. Yo creo que para nadie es un secreto que el presidente de la República siempre ha tenido incidencia en la selección del dirigente nacional del partido, pero en 2016 lo hicieron sin oficio político, no hablaron con todos los que aspiraban al cargo. Y lo que sucede son fracturas, inconformidad, desánimo, y eso originó que hoy tengamos un proceso muy complicado”, afirma el exgobernador de Oaxaca.

Si bien, el apoyo a una campaña política no se reduce a mensajes posteados a través de las redes sociales, sí son sintomáticos de la cohesión de los distintos liderazgos en torno a un candidato. Por ejemplo, entre el 30 de marzo y el 25 de julio, Manlio Fabio Beltrones, exdirigente nacional del PRI, excoordinador parlamentario y exgobernador de Sonora, sólo ha escrito 11 tuits en favor de José Antonio Meade, aspirante de la coalición Todos por México a la Presidencia de la República. Miguel Ángel Osorio Chong, candidato del PRI a una senaduría, exsecretario de Gobernación, y exgobernador de Hidalgo sólo ha escrito seis mensajes de respaldo a Meade en su cuenta de Twitter en los últimos tres meses. El trabajo de Enrique Ochoa, otro de los hombres más cercanos a Peña, para elaborar la lista de candidatos plurinominales para el Senado y la Cámara de Diputados, así como para elegir a las fichas del tricolor en pos de las gubernaturas, sostiene Ulises Ruiz, fue “torpe, sucio y desaseado”, pues “nada más se soltaron los nombres, no hubo una labor de convencimiento, diálogo ni de construcción de acuerdos con todos los interesados; fueron a esconderse a Toluca para dar a conocer las listas plurinominales como si estuvieran haciendo algo malo”.

EL DATO. El periodo de gobierno del próximo presidente de la República durará cinco años y 10 meses, pues en 2024 la toma de posesión del siguiente mandatario será el 1 de octubre.

Sin aliados con Dios

La jerarquía católica fue pieza clave en el despegue de Enrique Peña Nieto como prospecto presidencial. También lo fueron las iglesias cristianas, que desde la gubernatura en el estado de México impulsaron su triunfo. Sin embargo, por la falta de diálogo y de cumplimiento de acuerdos fue una de las élites que le retiraron su respaldo y, por el contrario, los sectores más activos, como los jesuitas, impulsaron públicamente movilizaciones contra la corrupción y la violación de derechos humanos. En 2011, año previo a la elección presidencial, “Peña Nieto desplegó una alianza con el Episcopado Mexicano que se tradujo en la reforma al artículo 24 constitucional sobre libertad religiosa”, recordó Bernardo Barranco, especialista en temas religiosos, quien aseguró que dicha enmienda fue posible gracias al trabajo de los diputados mexiqueneses. Pero la mancuerna entre el Poder Ejecutivo y la élite católica se debilitó a mediados del sexenio, cuando comenzaron a salir a la luz pública los casos de corrupción y el presidente experimentó un declive en la aceptación popular. En un intento por revertir el deterioro de su imagen, en mayo de 2016, Peña Nieto presentó una iniciativa para proteger jurídicamente a los matrimonios entre personas del mismo sexo, lo que fue visto por el clero como una traición. El 12 de noviembre de 2014, la Conferencia del Episcopado Mexicano publicó una carta donde dejaron claro su posición con un “¡BASTA YA!” de muertes y desapariciones: “Con tristeza reconocemos que la situación del país ha empeorado, desatando una verdadera crisis nacional. Muchas personas viven sometidas por el miedo, la desconfianza al encontrarse indefensas ante la amenaza de grupos criminales y, en algunos casos, la lamentable corrupción de las autoridades... Nos unimos al clamor generalizado por un México en el que la verdad y la justicia provoquen una profunda transformación del orden institucional, judicial y político, que asegure que jamás hechos como estos vuelvan a repetirse”. A partir de entonces, el semanario Desde la Fe, el órgano de difusión de la jerarquía católica, se convirtió en el instrumento para cuestionar al gobierno de Peña Nieto. En el 2015, estaban en juego 12 gubernaturas y, al final de la jornada, el PRI fue derrotado en siete: Veracruz, Quintana Roo, Chihuahua, Durango, Aguascalientes, Puebla y Tamaulipas. La Arquidiócesis Primada de México publicó en su semanario Desde la Fe un artículo lapidario: “merecido voto de castigo”.

La alianza entre Peña Nieto y el clero católico quedó seriamente afectada en 2016 y eso quedó evidenciado con varias movilizaciones de grupos católicos que se oponían a la iniciativa de los matrimonios igualitarios”, reflexiona Barranco. El sociólogo apunta que previo a las elecciones del estado de México de 2017, el presidente Peña intentó reparar dichos vínculos al solicitar el apoyo de los 14 obispos mexiquenses; pero no lo consiguió.

Algo similar les pasó a los grupos cristianos. Peña en campaña recurrió a ellos para acrecentar sus votos. En una comida celebrada en la Hacienda de los Morales, a la que asistieron 40 pastores de los más significativos a nivel nacional, se comprometió a hacer una fiscalía especial para casos de intolerancia religiosa, dar una estructura legal a las radiodifusoras comunitarias de corte religioso e incluir a los pastores que tienen un trabajo social dentro del gobierno. Cuando inició el segundo año de gobierno, los cristianos se dieron cuenta de que no se cumplirían las promesas, pero además continuó el maltrato al ni siquiera recibirlos, sino sólo pretender usarlos cuando los necesitaba.

…restaurar la Presidencia y a partir de ahí restaurar las instituciones. Es urgente, porque aquí nadie manda, todos se hacen bolas y la gente está hasta la madre de la falta de autoridad y de la ilegalidad .
Porfirio Muñoz Ledo

La sociedad civil tampoco fue incluida en la agenda del presidente y mucho menos de su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. “La participación de las organizaciones de la sociedad civil fue desdeñada, ni siquiera fue escuchada”, sostuvo Arturo Mattiello Canales, presidente de la Asociación Nacional de Consejos de Participación Cívica. Para Porfirio Muñoz Ledo, una de las condiciones que ahora agrava el malestar social es que hay sectores que en más de tres décadas han visto estancadas sus aspiraciones, porque no se ha dado una circulación de las élites. Se requiere además “restaurar la Presidencia y a partir de ahí restaurar las instituciones. Es urgente, porque aquí nadie manda, todos se hacen bolas y la gente está hasta la madre de la falta de autoridad y de la ilegalidad”. “Mientras esté Peña Nieto las cosas van a tener el equilibrio que tienen ahora, es decir, él va a ser jefe de todos los bandos internos, que se equilibra entre tecnócratas, neoliberales y viejos militantes de la izquierda del PRI. Pero cuando salga Peña Nieto será la noche de los cuchillos largos (igual como ocurrió en 1934, cuando el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán depuró su estructura a partir de la venganza)”, aseveró Muñoz Ledo.