El sabor de los recuerdos

19 de Abril de 2024

Diana Loyola

El sabor de los recuerdos

DIANA LOYOLA

Semana de nostalgias, de añoranzas, de evocaciones, recuerdos y acomodos. De ver fotos de la infancia y pensar en maestras, compañeros y mochilas que seguro pesaban lo mismo que yo, de esos días cuyas tardes sofocantes me hacían agradecer la entrada a la casa fresca y olorosa a sopa.

Tengo una abuela maravillosa que sonreía al vernos llegar, y que nos daba –después de soltar la carga de un montón de libros y cuadernos- un vaso de tepache bien frío, apenas fermentado y delicioso, que entraba junto con el alma al cuerpo, dichoso alivio, bendita rehidratación. Después de eso, todo. Y sonriendo.

Mi abuela desde niña ama la sopa de fideos y, generosa y gourmet como es, hace la más rica que he probado. Por fortuna todavía puedo disfrutar de esos platos humeantes de caldo de pollo o de res exquisitamente sazonado con jitomate, cebolla y ajo y la pasta cocida al punto (frita antes, he de confesar), sopita –así, con el cariño inmenso que cabe en un diminutivo- que de niña tenía la fortuna de disfrutar constantemente.

Entre los recuerdos gastronómicos más entrañables que tengo están el arroz (rojo, blanco o verde) que cada vez quedaba más extraordinario que la anterior; las enchiladas de la Tía Blanquis (cuyo misterio nadie ha podido descubrir), el caldo blanco, los taquitos fritos en manteca de cerdo de frijoles o de papa con jitomate de media tarde –mientras veíamos tele-, la olla de papitas robadas –mi abuela las cocía y las dejaba en la olla para que las “robáramos”-, las gorditas de nata hechas con la nata que se le hacía a la leche -de establo, entregada a domicilio- después de hervida, la capirotada con el pan frito en mucha mantequilla, queso cotija, pasitas y cacahuates, las torrejas los fines de semana… platillos y postres cuyo recuerdo me conmueve y me hace salivar (y suspirar); guisos estupendos que hoy no entrarían en las nuevas dietas resultantes de la tendencia de comida orgánica donde las harinas, lácteos, grasas animales y azúcares son mal vistas.

Esta tarde, con el sol regalándonos unos 27 calurosos grados, recibí en casa a mi hijo con una fresca rebanada de melón, ningún gracias me habría llenado más que la sonrisa maravillosa que invadió su cara y su ánimo. No acostumbro darle fruta antes de comer, pero honrando el regalo increíble que nos daba mi abue en días como éstos, con ese tepache espectacular, le ofrecí esta fruta jugosa llena de aquello que quiero que mi hijo recuerde: una casa que lo recibe amorosa, que le regresa el alma al cuerpo después de haberla sudado y que, además, huele a sopa.

¡Hasta la próxima! @didiloyola