El muñeco diabólico o el placer de la incorrección política

24 de Abril de 2024

Alejandro Alemán
Alejandro Alemán

El muñeco diabólico o el placer de la incorrección política

@elsalonrojo

Más que una cinta de terror, este reboot de la saga de Chucky —iniciada en 1988 con Child’s Play (Holland) y a la que siguieron siete secuelas— es una sátira de humor negro que se vuelve disfrutable justo por su incorrección política y cinismo. Es, auténticamente, una cinta perversa.

Child’s Play (Estados Unidos, 2019), el segundo largometraje del sueco Lars Klevberg y primero del guionista Tyler Burton Smith (con mucha experiencia en guiones... para videojuegos) dispara hacia varios frentes: el social (el bullying escolar, la familia fragmentada, los vecinos metiches), el tecnológico (la mofa a las empresas tipo Apple, el miedo a la tecnología) y hasta el político (¿o soy el único que nota cierto parecido entre el nuevo muñeco Chucky con el presidente Donald Trump?).

Andy (Gabriel Bateman) es un preadolescente solitario que vive con su madre soltera (y también algo adolescente). En la tele ve el anuncio del nuevo muñeco sensación, Buddi (voz de Mark Hamill), un juguete “inteligente” capaz de sostener conversaciones, que tiene wifi, GPS y puede conectarse con todos los dispositivos inteligentes de la casa.

Luego de hacerse de un muñeco de segunda mano mediante chantajes, la mamá de Andy (Aubrey Plaza) sorprende a su hijo con el dichoso Buddi. Lo que no saben es que la inteligencia artificial de este muñeco fue modificada por un muy enojado ingeniero de la planta vietnamita donde fue armado, como venganza hacia la empresa, justo antes de suicidarse. El resultado es un muñeco que no conoce límites y que estará dispuesto a hacer todo con tal de complacer a Andy, incluso matar.

El carácter tecnológico de la cinta pondría a esta pieza como un capítulo de la serie Black Mirror (sobre los miedos inherentes a la tecnología), pero hasta esa ya fallida serie (ver la última temporada) se queda corta con el nivel de cinismo de esta cinta que no para de sorprender con ciertas decisiones, por ejemplo una larga secuencia respecto a una cabeza cercenada y envuelta como regalo o una muerte a base de drones.

Esta nueva película de Chucky no se anda por las ramas, es todo lo políticamente incorrecta que puede ser y, aunque el baño de sangre tarda mucho en empezar, una vez iniciado es imparable. La cinta no se toma en serio a sí misma, juega con referencias que van desde Goonies, hasta Robocop e incluso E.T.

Quien espere buenos sustos quedará decepcionado, Chucky es un slasher que salpica sangre y humor a la cámara, pero cuya valía está en lo osado de sus escenas y lo perverso de su trama. Yo pensaba que ya no se hacían películas como esta.