El velador

18 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

El velador

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De no haber sido por las enseñanzas de su viejo, seguramente habría perdido el trabajo aquella calurosa noche en la zona industrial del norte del país. Qué bueno que le enseñó desde temprana edad, a siempre traer cigarrillos consigo. Y no fuma, nunca le tomó el gusto. Pero es muy útil tenerlos a la mano cuando eres velador y estas muy cansado. Así, cuando siente que le vence el sueño, enciende uno y lo deja que se autoconsuma entre sus dedos. Bien medido, no pasan de quince minutos cuando el calor en las yemas le despierta de golpe.

Gracias a eso fue que hace una semana, pudo reaccionar rápidamente a un movimiento inusual —de madrugada— en la bodega industrial que resguarda: sin previo aviso, se presentó el dueño de la empresa para la que labora; uno de los más importantes empresarios del país. Buenos días, le saludó su patrón como si nada. Buenos, respondió nervioso. Van a venir unos amigos a una reunión. Me los dejas pasar rápido, por favor.

Dicho y hecho, unos pocos minutos después se presentaron ante la verja de malla ciclónica, tres camionetas negras blindadas, con los vidrios polarizados, unas extrañas antenas circulares y los inconfundibles estrobos azules y rojos en los faros. Los dejó pasar según las instrucciones y corrió para abrirles la puerta de entrada a la rudimentaria oficina. No lo podía creer. De la camioneta central bajó el Presidente y lo saludó de mano. Buenos días. Se quedó atónito. Por aquí, permítame, le guió.

Entraron los dos al despacho de la bodega y alcanzó a ver cómo su jefe y el mandatario, se daban un caluroso abrazo. Estaba por irse a su puesto, pero el empresario le hizo un ademán que señalaba una cafetera en la esquina.

—Perdona Presidente, pero sólo tengo café aquí. —Me parece muy bien, no hace falta otra cosa. —¿Para qué soy bueno? —le preguntó el empresario mientras él sacaba el café molido de una vieja lata y buscaba los filtros de papel.

—No te quiero quitar mucho tiempo, así que voy al grano. Mis niveles de popularidad nunca han estado tan bajos; el escándalo de mi casa fue el gran error. La aprobación de mi gestión no se ve que pueda subir de ninguna forma. Peor, subiremos los precios de gasolina y electricidad para poder enfrentar la crisis económica mundial. He meditado mucho al respecto, y ya me di por vencido e hice las paces con la idea de asumir el costo político y de mi imagen personal, con tal de que el país salga adelante. El gran reto al que nos enfrentamos, es que todas las encuestas apuntan a que el candidato del bloque Cuba-Venezuela-Bolivia-Nicaragua, gane la próxima presidencia. Me estoy reuniendo contigo y con otros grandes empresarios para preguntarles: ¿Qué hacemos?

Comenzó a escucharse un leve hervor del agua de la cafetera y el empresario contestó: Si me permites Presidente, creo que el gran problema es el hartazgo contra la impunidad. Mete a la cárcel a varios gobernadores y secretarios. Eso cambiaría todo.

—No puedo. Algunos podrían utilizar su gran fortuna para junto con el enemigo, armarnos un golpe de Estado. En fechas tan violentas es mucho riesgo, podrían desestabilizar y arruinar todo lo alcanzado; reformas que debieron hacerse hace décadas.

—Entonces lo hará tu adversario. Es algo necesario. Si no es como irse de vacaciones en plena crisis.

El café quedó listo. El velador quería quedarse más tiempo, pero al girar la cabeza, vio que su jefe lo miraba impaciente. Sirvió el líquido en vasos de unicel y les llevó azúcar. Salió presuroso y al cerrar la puerta sólo alcanzó a escuchar al empresario decir: Quizás ésta idea esté un poco descabellada, pero es lo único que se me ocurre que pueda servir…