Si de algo se debe comenzar a preocupar el presidente Andrés Manuel López Obrador es del gran desánimo que comenzó a extenderse por toda la Administración Pública Federal. Cuentan los que están dentro, que la burocracia, que es la médula que hace funcionar al gobierno, ya no aguanta más maltrato y falta de reconocimiento. Primero le redujeron el salario entre 25 y 30%, le suprimieron bonos y gastos médicos mayores; luego la disminución de personal les ha obligado a trabajar horas extras, sábados y en varios casos subcontratar por su cuenta asistentes que les permitan terminar con la carga de trabajo; la siguiente etapa ha sido la falta de planeación al interior de las dependencias, y lo último es la semiparálisis porque el presupuesto no llega. El problema es que en algunos casos puede ser causa de responsabilidad administrativa la omisión, inacción o incumplimiento de plazos. Todo esto envuelto en una permanente incertidumbre. En donde ya comenzaron las quejas, renuncias y pequeñas rebeliones internas es en el sector Salud, donde se avizoran confrontaciones sindicales; las secretarías de Desarrollo Social, de Agricultura y de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, donde se quejan de malos tratos por parte de los militares que participan en la selección y entrenamiento de la Guardia Nacional.