Villoro: en alemán lo incomprensible está en español

16 de Abril de 2024

Villoro: en alemán lo incomprensible está en español

El escritor relata a ejecentral un pasaje de su vida que lo traumó, pero que al paso de los años le hizo crear un lazo más estrecho con su lengua materna, el español, y así teje sus memorias de infancia que también lo llevan al futbol

“Eso está en español” es lo que suelen exclamar los alemanes cuando una idea les es incomprensible o implica un alto grado de complejidad. Ante esa costumbre el escritor Juan Villoro ataja: “Me divierte que en alemán lo incomprensible esté en mi lengua”.

El gozo del autor nace de una historia que data de sus primeros años de vida y que hasta su juventud cambió: su reconciliación con la lengua germana, la que repudió ardorosamente desde su infancia como estudiante en el Colegio Alemán. Y como cualquier hispanohablante que entiende el idioma de Goethe, sabe lo compleja que es la lengua española para los germanos cuando escucha “dass kommt mir spanisch vor”.

Para el también autor de

la obra de teatro que recientemente estuvo en cartelera, La desobediencia de Marte, la lengua alemana es muy compleja desde su gramática y en casi todas las palabras que la integran, casi 75 mil, mismas que tienen un respaldo conceptual, algo que la hace “extraordinariamente precisa y práctica”.

Y la posibilidad de juntar palabras para crear conceptos, añade, la vuelven exacta para la ciencia y la filosofía.

Pero la diferencia más significativa entre el español y el alemán se encuentra en el origen de las palabras, pues el español es más caprichoso y hay muchas palabras que en su origen significaban algo muy diferente o cuya raíz ya se desconoce, mientras que en alemán es más fácil rastrear ese origen.

›Para Villoro, la complejidad del idioma llegó desde el primer día de la escuela primaria, cuando se vio envuelto en una cultura que no correspondía a su entorno familiar y que rechazó hasta su adolescencia, cuando la literatura lo terminó por reconciliar con la lengua del polímata aventurero Alexander von Humboldt.

Es así que Villoro recuerda un pasaje de su vida del que nunca antes había hablado. Estudiar desde pequeño un idioma era tan incomprensible como para un nativo alemán aprender nuestra lengua. Tal vez por eso recuerda con más nitidez su primer día de clases en esta escuela fundada hace 125 años por exiliados alemanes.

El resultado de su examen de admisión a esta institucióneducativa implicó que lo colocaran en el grupo de los alemanes de nacimiento, por lo que “me condenó durante nueve años a aprender todo en alemán”.

A partir de este evento el escritor se da la licencia de hacer un breve recuento de sus primeros años de educación bilingüe.

“Aprendí a escribir primero en alemán, por lo tanto, me encanta el español, porque es la lengua que no pude aprender y que voluntariamente quise ejercer”; entonces, su testimonio camina hacia la imposición del alemán como un idioma en el que la disciplina está implícita, algo que le causó profundas dificultades de identidad.

“El problema es que cuando una lengua se te impone en un país donde no la usas, se convierte en algo ajeno y muy difícil”, prosigue.

Juan, el mayor de los dos hijos del filósofo Luis Villoro y la psicoanalista Estela Ruiz, relata que en su casa sólo se hablaba en español, por lo que nadie podía auxiliarlo en las tareas. “No era una lengua de juego ni una lengua sensual, lúdica que podría haber adquirido con otro sistema de enseñanza”.

El único contacto con el germano en la infancia, fuera de la escuela, eran las películas de la Segunda Guerra Mundial que estaban muy de moda, y en las que “podía entender lo que decían los malos y nunca lo que decían los buenos”, es decir, aquellos que no eran alemanes. Tal vez lo más lúdico en aquellos años y que no le atraía complicaciones con un el idioma eran las canciones como “O Tannenbaum” y “Noche de Paz” que hablan sobre la época de Navidad y que han sido traducidas en muchas lenguas.

Nazis confesos

Entre los recuerdos que el escritor evoca, salta el de sus maestros, soldados de Hitler que muy jóvenes sirvieron en el Tercer Reich, y con quienes Villoro creció.

Durante la Segunda Guerra Mundial, México rompió relaciones con Alemania y el Colegio Alemán fue temporalmente clausurado. “Cuando entré a estudiar estaba prohibidísimo hablar de temas de nazismo o de la guerra”, pero de pronto algún profesor revelaba su pasión hitleriana.

La estancia de estos maestros emergidos del nazismo llevaba su lógica, pues el Colegio Alemán tenía labores de difusión de la cultura germana que incluía la política de Hitler, el nacional socialismo, por lo que era normal la propaganda nazi en la escuela, explica el también dramaturgo.

“Entré 15 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Mis profesores eran nazis confesos”. Recuerda que en uno de los muchos campamentos que el colegio organizaba, uno de esos maestros se soltó a llorar y “le preguntamos qué le pasaba y nos respondió: ‘Hoy es el cumpleaños del Führer’”.

Un trauma

“Ahora, el alemán es un idioma que aprecio muchísimo, aunque en la obra La desobediencia de Marte, nos burlamos un poco de esa lengua”, quizá como una manifestación de sus rencores de la infancia.

La complejidad de enfrentarse a una lengua tan difícil como para un mexicano lo podría ser el chino, también recayó como un recuerdo de infancia que se ha tornado ahora menos amargo para el escritor.

La infancia, sentencia, preferiría simple y sencillamente no volver a vivirla. “La mayoría de la gente, quizá más sana que yo, la añora, pero yo, no. Salí muy traumado del Colegio Alemán”.

Los sueños del niño Juan Villoro también se hablaban en lengua alemana: “despertaba bañado en un sudor frío y cuando me daba cuenta de que no estaba en el Colegio Alemán, me daba un gran alivio”.

A la distancia de los años, el autor sostiene que estas pesadillas reflejaban que no se adaptaba en el mundo, “no le veía sentido a la vida”. Pero eso, el sentido de la vida, llegó cuando descubrió el arte y la literatura.

Tiempo después, en la década de los 80, fue agregado cultural en la Embajada de México en Berlín Oriental, temporada que lo inspiró para crear La Guerra Fría, pieza de teatro que estrenó este año. Aunque esta etapa también lo motivó para escribir Desde Berlín. Tributo a Lou Reed.

Sostiene entonces que la literatura lo reconcilió con la cultura alemana a través de escritores que admira y que leyó primero en español y luego en su idioma original.

“Me reconcilié con el alemán hasta el último año de mi preparatoria, cuando estaba leyendo libros por gusto empecé a recuperar la pasión por Alemania a partir de la literatura y de pronto me pareció absurdo no leer a estos autores en su lengua original”, refiere.

Uno de esos escritores admirados es el austriaco recientemente galardonado con el Premio Nobel de Literatura 2019, Peter Handke. “Él explora la vida de la mente, es un autor muy introspectivo, muy intelectual y esto lo aplica a circunstancias sorprendentemente cotidianas. Le encanta el futbol, la música de rock, ella cine y en circunstancias muy comunes logra pensamientos muy profundos”, características que también comparte con Villoro “sin que sea un motivo de comparación, sentencia.

La mística del futbol

A la par de su instrucción primaria, Villoro desarrolló una pasión que hasta el momento no deja de manar: el futbol.

Los estadios fueron la válvula de escape a la rigidez escolar y un buen sitio para que él y su padre, Luis Villoro, estrecharan lazos los domingos en el estadio. “A mi padre, en el lugar donde lo vi más veces en mi infancia fue en un estadio de futbol. Esto ha sido muy importante y tal vez explique mi pasión por el juego. El futbol tiene que ver con la filiación, con cómo heredas esa pasión o cómo es que eso te acerca a tu familia”, apunta.

La coincidencia en el estadio por este deporte los unía, aunque cada uno tomó la preferencia por un equipo diferente: “Mi papá le iba a los Pumas de la Universidad, pero yo le iba al Necaxa por los vecinos de mi barrio, porque yo quería pertenecer a mi barrio, Mixcoac, donde nací”.

Desde la infancia Villoro también desarrolló una afición particular por dos equipos: el Necaxa y el Barcelona sin encontrar semejanzas entre uno y otro, pues sus historias son tan diferentes como la de los idiomas que aprendió cuando era un niño. La del Necaxa, dice, es muy sufrida, aunque el Barcelona es un equipo victimista, ha sido un equipo que ha sufrido tragedias y que alguna vez se ha regodeado en ellas.

Entonces apunta a otro paralelismo: el Club Necaxa y la literatura, al definir que el equipo de los electricistas es como “la literatura para las minorías ilustradas”. Y explica: “La literatura y el Necaxa no tienen tantos seguidores; se necesita un gusto muy especial para acercarse a la literatura como al Necaxa. El Necaxa te hace sufrir mucho, la literatura te hace gozar mucho, pero para acceder a ambos necesitas estar dispuesto a este atrevimiento, a dedicarte a esto que no muchos practicaban y que básicamente es para los enterados, para los ilustrados”.

En su juventud, recuerda, jugó futbol en fuerzas inferiores de los Pumas de la UNAM, cuya cantera proveía a la Selección Nacional que prácticamente estaba integrada por jugadores de ese equipo, en una época en la que la Universidad administraba su propio equipo.

De esta forma conoció más sobre el futbol, del que nunca pensó que podía tomar en serio para que se convirtiera en algo profesional, relacionado con su trabajo. “Con el tiempo, cuando me gustó mucho la literatura, empecé a ver que algunos escritores lograban cosas maravillosas escribiendo sobre futbol y empecé a hacer algunos pininos escribiendo sobre futbol y en 1990 pude ir al Mundial de Italia como corresponsal para el periódico El Nacional”.

›Aquella aparición fue la prueba de fuego del escritor, porque la mayoría de los cronistas hablarían de lo deportivo, pero Villoro convenció al entonces director de ese medio, José Carreño Carlón, para escribir sobre los elementos sociales, políticos y religiosos y eróticos relacionados con el futbol que no necesariamente estaban dentro del estadio.

Por ejemplo, el Partido Comunista italiano se oponía al mundial, pues lo consideraba una fiesta comercial, pues muchos obreros habían muerto en la construcción de los estadios.

Otra arista , recuerda, recaía en La Cicciolina, actriz porno que en aquel entonces era diputada en el parlamento italiano, y quien había hecho declaraciones contrastantes sobre el erotismo y el futbol. Y otro ingrediente más: la cantante Madonna era vetada por El Vaticano y canceló su concierto al considerar que le faltaba el respeto a los símbolos católicos con algunas de sus presentaciones. Fue un experimento que resultó.

Pero con estas tablas ¿puede considerarse un historiador del futbol? Entonces, el autor responde que la crónica es lo que más se apega a la mística que le despierta este deporte. “Soy un cronista que analiza el fenómeno de la pasión futbolística más que el futbol mismo. Me interesa mucho saber por qué tiene ese impacto social y cultural”.

El recuerdo más vívido, más nítido de ni niñez es mi primer día de clases, que fue espantoso, horrible. Te alejas de tu madre y entras a un lugar que no comprendes, que es extraño, horrendo, que es la escuela”.Juan Villoro,
escritor y ensayista

La historia de la Filología es español es más caprichosa. Decimos muchas palabras que en su origen significaba algo totalmente diferente o que no sabemos de qué raíz vienen.

EN UNA FRASE

Le pedimos al autor de Tiempo transcurrido que nos dijera lo primero que se le ocurriera al escuchar las siguientes palabras y estas fueron sus respuestas:

Futbol: Una forma de la pasión

Necaxa: Fuente de numerosos sufrimientos

Historia: La realidad hecha escritor

Escritor: Borges

Colegio Alemán: Un lugar riguroso que prefiero no recordar

Lou Reed: Un optimista del desencanto

Barça: Fuente de numerosas alegrías

Dato: La lengua alemana es muy distinta al español porque tiene cuatro casos gramaticales, declinaciones en las palabras, tres artículos, como el español, pero prácticamente sólo se usan dos.