Esperanza por el debate

18 de Abril de 2024

Salvador Guerrero Chiprés

Esperanza por el debate

PUEDEN-VOTAR

México tiene el sistema electoral más costoso del mundo. Sin embargo, la opinión de la población respecto de los partidos, actores centrales de la contienda comicial, contrasta con la riqueza empleada en la misma: es tan pobre como un ex diputado despilfarrador que se quedó sin candidatura.

El erario no compra la legitimidad, solamente aceita la maquinaria que se justifica a sí misma sin estar obligada a una mejora sustantiva que enriquezca la vida nacional más allá de los círculos de especialistas y de los operarios de los medios de difusión y los gobiernos.

La discrepancia entre gasto empleado en el financiamiento de los partidos y de las instituciones electorales, del ámbito del ejecutivo o del poder judicial, y la legitimidad asignada socialmente a los candidatos victoriosos de las contiendas de mayoría o de los procesos internos que desembocan en las designaciones de las listas de candidatos plurinominales, es inmensa.

La opinión que tenemos de los partidos políticos y de sus líderes refleja un proceso de constante empobrecimiento de un liderazgo que merecería mejor destino.

Los partidos políticos son organismos concentrados en reconstruir liderazgos internos antes que en dinamizar el vínculo con segmentos movilizados de la sociedad, especialmente de la sociedad situada fuera de esos partidos.

La mayoría de la población, tiene evidencia suficiente de que el comportamiento y la actitud de los aspirantes a candidatos está más relacionada con las valoraciones estratégicas de los grupos que con la disposición de integrar agendas creíbles y supervisables de compromisos programáticos.

Hay abundante literatura y opiniones en circulación, de todo tipo, según las cuales precisamente por la gigantesca discrepancia entre los intereses reales de los partidos y su actividad directa con la población no afiliada ni comprable con prebendas, dado esa abismo entre principios democráticos y realidades del comportamiento de los partidos y de sus integrantes, se crea, paradójicamente, oportunidad para el surgimiento de propuestas que interpelen a amplios segmentos de la población desde diversas nociones del populismo.

En ese intento, los actores políticos que con información sustentada en encuestas o en conocimiento empírico directo, según el cual los partidos buscan antes que nada la reproducción de los intereses que permitan perpetuarlos en el usufructo del erario, tienen la probabilidad de construir opciones distintas a las predominantes.

En esa situación se sitúa Morena y los partidos de nuevo cuño, uno de los cuales, por cierto, ha comenzado a construir su acercamiento con la agenda de personajes influyentes de la Secretaría de Gobernación, apostarán a exacerbar la percepción de que la discrepancia estructural que mencionados, la de partidos y sociedad, es precisamente la base de legitimidad de su propia intervención.

Atacar a los partidos por ese desfase estructural no favorece la solución de los problemas democráticos y los relativos a la eficiencia del gobierno. Sin embargo, eventualmente, de ser inteligente y es deseable que lo sea, podría favorecer al menos el debate nacional.

Ojalá que ocurra así de tal manera que, si no contamos con la integración amplia de la sociedad a la decisión del cambio de poder de medio término, al menos podamos tener frente a nosotros un entretenimiento político electoral mínimamente creativo, lo cual, ciertamente, puede lograrse solamente con inteligencia y buen humor que, además, todos necesitaremos para sobrellevar la inercial ausencia del verdadero debate nacional, el que permite la mejora compartida de la sociedad y de la manera en que se distribuyen las oportunidades.