Nadie quiere arriesgar

20 de Abril de 2024

Dany Saadia

Nadie quiere arriesgar

Dany ficha

@dany Los cineastas tenemos momentos de flaqueza. Entre largos periodos de espera y desespera dudamos si acaso hemos errado en la elección de oficio. Nos planteamos si no seríamos más felices con una vida aparentemente más sencilla, más previsible, más ordinaria… una vida en el sentido de que pudieras contestar tranquilamente a la pregunta “¿A qué te dedicas?”

¿Y la música? Gracias a la tecnología cualquiera puede poner su música a la venta. Es accesible y barato. Ya no hay obstáculos para llegar al mercado. Sin embargo, nos cuenta el libro Blockbusters de Anita Elberse que en 2011 de ocho millones de títulos vendidos, 74% (seis millones) vendió menos de 10 copias, suponiendo 1% de las ventas totales. En el mercado mundial de la música 13 álbums vendieron 23 millones de copias, eso es 0.001% de los títulos aportando 7% de todas las ventas.

¿Pero qué está pasando aquí? ¿Igual el resto del mundo no es tan idílico como lo pintan? Igual debería ser yo el que arquee las cejas cuando los demás me digan su oficio. Startupero, emprendedor y standupero. Pues sí, no se salva nadie de una funesta consecuencia de la globalización: la concentración. Globalizar implica ampliar mercado. Ampliar mercado implica competir globalmente. Competir globalmente implica que el tamaño importa. Como en la industria del porno. Bueno, eso me han contado. En la economía del blockbuster de la que tanto hablamos impera el lema The winner takes all. Así que el oficio de cineasta nada en las mismas aguas que el resto, aunque creamos que no. La traducción de la concentración en nuestro sector es fácil de detectar con sólo echarle un vistazo a la cartelera. Pocos títulos y pocos estudios que se llevan casi todos los recursos y casi toda la taquilla. Ya hemos contado aquí la decisión económica que hay detrás de este fenómeno. Los estudios han descubierto que el dólar invertido en un blockbuster tiene mayor rentabilidad y menor riesgo que el dólar invertido en una película mediana: 5% de las películas obtiene el 28% de los ingresos Una gran película que a un estudio le cuesta 12% de su presupuesto de producción, le cuesta sólo 8% de su presupuesto de publicidad mientras que a una película mediana que le cuesta 2% de su presupuesto de producción le tiene que invertir 5% de su presupuesto de publicidad. Ergo… los estudios lo tienen claro.

Como consumidores, como espectadores ¿tenemos claro que queremos ver siempre las mismas películas, consumir la misma carne industrial, escuchar la misma música, usar los mismos buscadores? Los grandes concentradores de productos y servicios deberían plantearse que muchas veces su éxito radica en que son “lo que hay” no lo que queremos necesariamente. Si hay mercado en la uniformidad, deberían descubrir que hay uno mucho más grande en la diversidad.

Echo de menos alguna de esas películas medianas maravillosas de los 70 u 80, historias cautivadoras y originales. Películas, cuyo éxito podía ser una verdadera sorpresa y no un cálculo de marketing premeditado y fundado en éxitos pasados de la misma franquicia. Si uno se fija bien, han desaparecido las películas para adultos de presupuesto medio y con ellos, los grandes directores. Los expertos han escrito y hablado de la muerte del cine de presupuesto limitado, pero sobre todo en términos de negocio y no en términos personales. Hagamos memoria y díganme cuál fue el último Pulp Fiction (1994), El Padrino (1972), Blue Velvet (1986) que hayan visto. Ya para terminar esta joya de cita de Orson Welles: “Miro mi vida y ha sido un 95 por ciento corriendo tratando de recaudar dinero para hacer películas y cinco por ciento haciendo películas. No es manera de vivir“.

Cineasta y matemático.