1. Pocas veces un cierre de año se ha visto tan cargado las nubes, como también opacas se miran las perspectivas del año entrante. En más de un sentido se habla de un fin de ciclo, en el que los supuestos del pasado reciente habrán de cambiar, pues las decisiones políticas han vuelto a ser determinantes en el funcionamiento de la economía.
Cada vez más la incertidumbre y los riesgos globales han afectado el desempeño de las economías, en tanto que los procesos electorales han exacerbado las ponderaciones. Se vive un desgaste del ánimo social ante la globalización, que si bien genera riqueza, tiene un fuerte déficit en la distribución de los beneficios y acusa el desgaste que esto ha generado en los diferentes Estados de bienestar existentes.
2. Después de la gran crisis financiera de 2007-2008, en el mundo han ocurrido al menos tres grandes corrientes para enfrentar la que pudo haber sido una gran depresión; una, impuesta por los Estados Unidos, consistente en apostar a la deuda pública y el libre comercio como motores del crecimiento, además de haber prohijado la revolución energética que puso en jaque el mercado del petróleo. El corolario es que Estados Unidos dominan el mercado y son prácticamente la única locomotora del crecimiento mundial, creciendo más o menos al límite de una economía desarrollada, que es 3%.
Otra corriente es la asumida por la Unión Europea, apoyada en la dirección estratégica alemana mediante disciplina fiscal y los cambios estructurales que limitan el crecimiento, recortan el gasto público y los beneficios sociales, metida en la lógica de los rescates financieros por parte del banco central europeo y la fortaleza económica de Alemania. Los casos de rescate de las economías de Portugal, Italia, España y Grecia son paradigmáticos, si bien el resultado ha sido el descontento social y la salida del Reino Unido de la UE (el Brexit), debido a que los países “fuertes” no quieren seguir financiando a los “débiles”.
La tercera corriente es la de las economías emergentes, sobre todo China e India, que crecen a grandes tasas (6.5% para China, 7.5% para India) apoyadas en los bajos salarios, innovación tecnológica y exportación de manufacturas, con fuerte control político si bien una es un autoritarismo y la otra una democracia.
3. Existen otras economías periféricas que han tenido desempeños según lo hace el centro al que pertenecen; países como México, que han hecho la tarea, están fuertemente vinculados a Estados Unidos, en tanto que Brasil lo está a la Unión Europea y el sudeste asiático.
4. El caso es que, tras el auge de la globalización, los procesos electorales están provocando la revancha de los electores afectados por la disciplina presupuestal y la astringencia financiera. El que los perdedores de la globalización estén ganando los procesos electorales habrá de trastocar las reglas del mercado, propiciando mayor intervención del Estado en la economía mediante políticas industriales y comerciales proteccionistas, así como fiscales proactivas (incentivos) y defensivas (tarifas, compras de gobierno, aranceles).
5. Del choque de estas maneras de entender el mundo habrán de surgir las pautas para el futuro, en el que el populismo y el autoritarismo acechan a la democracia, las libertades y el mercado, en un mundo en el que se vislumbran, otra vez, guerras comerciales, tensiones geopolíticas y un capitalismo rapaz y salvaje. En México, en donde no hemos vivido la prosperidad de la que se vanaglorian Estados Unidos, Japón o Europa, pretenden que paguemos la cuenta de un bienestar prometido que nunca ha llegado. Los electores podrán pasar la factura en un par de años, cuando sea el tiempo de elegir un nuevo gobierno. .