“El olor a muerte aturde”

19 de Abril de 2024

“El olor a muerte aturde”

GuadalupeContrerasBlanco

El hombre que halló 249 cráneos en la fosa más grande de América, en Veracruz, busca a su hijo

Fosas_Veracruz_col

Jair Avalos / Corresponsal

Veracruz, Ver. En Colinas de Santa Fe hay un hombre que busca la muerte en la tierra. Es de estatura baja, piel requemada, mirada seca y sus manos arcilladas parecieran garras, porque con ellas rasca la tierra para recuperar los vestigios de humanidad que los criminales quieren que desaparezcan.

Lo llaman don Lupe, es de Guerrero y tiene 60 años. Es un hombre muy sencillo que sólo por momentos parece cansado, y que su profundo dolor lo esconde en su rostro, entre apretadas arrugas. Junto a él, siempre, una varilla, porque con ella enfrenta y huele, cada día, la muerte.

Su nombre es Guadalupe Contreras Blanco, de oficio albañil, pero un sábado por la tarde, el 13 de octubre de 2012, le secuestraron a su hijo Antonio Iván Contreras Mata y, de pronto, de la nada, se convirtió en buscador, para tratar de encontrarlo.

“Yo tengo más de 40 años de vivir en Iguala, pero nunca me imaginé que me pasara algo así. Lo último que supimos de Antonio fue que venía de regreso del trabajo, lo vieron pasar y tomar el camino rumbo a la casa, pero algo pasó que ya no llegó”, desde entonces no lo ha encontrado.

Pero en cambio, encontró tantos cuerpos en Guerrero que ya perdió la cuenta. “(Nunca) creí que yo tuviera una habilidad para hallar los restos de la gente en la tierra”. Y es que aprendió rápido la tarea, porque había mucho que buscar.

Al principio creían que encontrarían los cuerpos completos, pero pronto se dieron cuenta que debían buscar pedazos de hueso, trozos de carne putrefacta abandonados en fosas clandestinas, la mayoría de ellas creadas por grupos criminales, como verdaderos campos de la muerte.

En el fondo de sus ojos hay una tonalidad amarilla, reflejo del poco dormir y comer. Desde hace tres años dejó el oficio albañil para unirse a las brigadas de búsqueda que iniciaron en la ciudad de Iguala, Guerrero. La Iguala de los normalistas de Ayotzinapa.

“A raíz de la desaparición de los 43 estudiantes se comenzaron a formar brigadas de búsqueda en el pueblo. Mientras que los padres de los de Ayotzinapa iban a los pueblos a buscar a sus hijos, nosotros nos fuimos a los cerros, a la tierra, para saber si mínimo estaban enterrados cerca de nosotros”, recuerda.

Desde hace siete meses vive en el puerto de Veracruz, lo llamaron, le dijeron que lo necesitaban, porque los padres de hijos desaparecidos en el estado habían encontrado una de las fosas clandestinas más grandes de América.

Y sí, así fue, desde julio hasta ahora don Lupe ha encontrado 249 cráneos, y apenas ha explorado una fracción del terreno de Colinas de Santa Fe. Después de recorrer Guerrero, nunca imaginó que sería “tan fuerte el asunto (…) encontramos fosas en Santa Fe que tenían ¡hasta 15 cuerpos!”, pero así fue y apenas comienzan.

Olor que aturde

La técnica del buscador de cuerpos le fue enseñada por su amigo Miguel Ángel Blanco, a quien hace dos años asesinaron en Guerrero por buscar desaparecidos y participar en las policías ciudadanas.

Don Lupe utiliza una varilla que entierra y saca, que después huele y, según el aroma y color que salga, se podrá saber si existen restos humanos. “La muerte tiene un olor penetrante. ¿Has olido un animal muerto? Pues el cuerpo humano huele por dos. El olor es más escandaloso y por momentos te aturde”.

La primera vez que don Lupe olió una varilla que había atravesado restos de personas sintió asco. “¡No’mbre! Dejé de comer carne dos días. Me dio muchísimo asco. No vomité, pero sí me mareé mucho”.

Los Colectivos son necesarios. Porque si vas solo a poner una denuncia, no te hacen caso. Pero si te ven con un colectivo le tienen que estar a la investigación”. Don Lupe, activista

“Hasta que te pasa”

En el puerto de Veracruz todos los días se levanta a las seis y media de la mañana para preparar su jornada. Llega a las ocho con sus compañeros de brigada, policías federales y ministeriales, estatales y peritos de la Fiscalía, y abogados de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Don Lupe al hablar es breve y directo. Es amable, pero no dice más de lo que no se le pide, pero al preguntarle sobre su nuevo oficio y la historia de su hijo Antonio adereza sus frases con ademanes, como dicen en los pueblos, “del corazón”. GuadalupeContrerasBlanco ¿Qué siente cuando a un hijo se lo llevan de esta manera?

“Uno siente muchas cosas. Son sentimientos encontrados, piensas en las cosas que le podrían suceder, en el dolor, sientes angustia. A lo mejor la comparación es mala, pero sientes como si te hubieran quitado un órgano de tu cuerpo, un brazo, una pierna. Pero ya nada es igual, tu familia se debilita, pero tú tienes la esperanza de que algún día él regrese”.

249 cráneos

ha encontrado don Guadalupe Contreras en Colinas de Santa Fe, Veracruz, de julio a la fecha.

Don Lupe guarda silencio. Traga saliva, desvía la mirada, y sigue: “En cualquier momento crees que puede regresar”. Por eso conserva el mismo número telefónico desde hace cinco años, por si “a lo mejor me vuelve a llamar. Para que se acuerde del número y yo reciba la llamada y sepa dónde está, dónde lo tienen”.

Su familia nunca fue la misma después de la desaparición de Antonio. La esposa de Guadalupe, Guillermina Mata, nunca tuvo el mismo ánimo, “se dejó morir”. Ella dejó de tomar sus tratamientos para la cirrosis hepática y falleció en 2014.

“Yo veo que desde hace 10 años vivimos una violencia no vista en el país. México es una gran fosa, no todo, pero el 80 por ciento de las ciudades. Es una violencia sin sentido, y nada indica que mejorará la situación”.

¿Cree que se haga conciencia?

“Nadie hace conciencia en estos temas, hasta que le pasan. Créeme que si mi hijo no hubiera desaparecido no estaría yo aquí en estos trotes. Ya estoy viejo, pero aquí sigo. ¿Por qué lo hago? Lo hago por solidaridad con el dolor ajeno de las madres del Solecito que han dado tanto por sus hijos que no están”.

“No me rajo”

El señor Lupe llegó por invitación de las madres del Colectivo Solecito de Veracruz. Le contaron la gravedad de la situación con los desparecidos y las numerosas fosas clandestinas en el estado. “Hay que manejar números oficiales, pero en la fosa de Alvarado nos habían dicho que hay más que 47 cráneos. ¡Muchos más!”. Mapa_Fosas_cementerios

Durante los últimos días se han difundido mensajes en redes sociales en contra de Colectivo Solecito de Veracruz. Han criminalizado a sus hijos y, desde el anonimato, hacen burla de la situación en la que viven. “Yo lo veo mal. Son personas de cierto partido político que señalan que las madres del Solecito quieren bajar recursos públicos. Eso es mentira. Por ejemplo, a mí me pagan por el servicio que hago. Pero ellas venden comida, cosas, productos en la calle para poder recaudar fondos”.

El buscador relata que hace siete meses, cuando llegó a Veracruz, tenía su cochecito, pero tuvo que venderlo, porque el dinero en su casa de Iguala comenzó a escasear. Las integrantes del colectivo hacen rifas, colectas y hasta en el Carnaval de Veracruz vendieron comida en un puesto en la calle para poder reunir dinero con lo que financian sus gastos y poder seguir buscando.

“Pero no me rajo, hay que seguir trabajando (…) y esos que dicen que las madres del Solecito son oportunistas, yo sólo deseo —dice contundente— que nunca tengan que necesitar de estas ayudas. Perder un familiar es algo que jamás se supera, pero si lo llegasen a necesitar, ellas estarán ahí para todos”.

El hombre recio, de frases cortas y mirada que a veces parece sólo mirar al horizonte, se acomoda los cabellos de sus patillas y los vellos de su escaso bigote cano. Se limpia la arena de las uñas después de una jornada en el predio que se encuentra dos kilómetros al fondo del fraccionamiento de Colinas de Santa Fe.

Al estar tan cerca del mar, en tiempos de norte es casi imposible trabajar. La arena que es arrastrada por las ráfagas de viento dificulta el trabajo, que no es tan llamativo como en las series americanas de televisión. En Colinas apenas tienen unas carpas de lona blanca que los cubren un poco del sol de mediodía. Y una vez que se recuperan las muestras, “se tiene que entregar a la autoridad, que muchas veces desinforma”.

Esto de buscar y encontrar gente muerta es suerte y desgracia al mismo tiempo. Por un lado, le das alivio a una familia, pero por el otro lado le confirmas que su familiar fue asesinado”. Don Lupe, activista

Autoridades indolentes

También existe coraje con las autoridades por los dichos o los resultados que arrojan las presuntas investigaciones. Don Lupe está muy enojado porque en la última reunión hace 15 días con las viudas de desaparecidos “la PGR manejó que mi hijo estaba vivo”.

“En la siguiente sesión voy a pedir hablar con uno de esos fiscales, como puede ser posible que digan eso de mi hijo. Si yo supiera dónde está no lo estuviera buscando, no hubiera rascado los cerros para ver dónde están sus restos, que no la chinguen. ¿Por qué las autoridades son tan indolentes o insensibles ante el dolor ajeno?”.

Don Lupe dice que en cada fosa encuentran múltiples credenciales, fotos, restos de tela de lo que alguna vez fue una prenda de vestir, todo eso se entrega a las autoridades “para que ellos investiguen, porque ellos son los que saben los procedimientos, pero si ellos no hacen su labor en quién podemos confiar”.

-Don Lupe, ¿usted ha llorado?

“Sí, pero no en público. Tengo sentimientos, soy un ser humano, y no fue un animalito el que se perdió. Pero no me puedo caer, porque si me ven así mis hijos también se perderán, alguien tiene que ser fuerte. Sí, he llorado, pero no me gusta que me vean llorar”.

Guarda silencio, pierde la mirada y se levanta. Al menos por hoy, terminó su jornada