19 de septiembre, después de los sismos de 1985 y 2017; ¿Qué aprendimos?

19 de Abril de 2024

Simón Vargas
Simón Vargas

19 de septiembre, después de los sismos de 1985 y 2017; ¿Qué aprendimos?

“Amar es esencialmente entregarse a los demás”

Juan Pablo II

Las tragedias sucedidas en 1985 y 2017 representaron un parteaguas en la forma de vida de muchas de las familias de las zonas afectadas; las dobles catástrofes sucedidas irónicamente el mismo día, convirtieron el dolor en trabajo incansable, el miedo en esperanza, el cansancio en fortaleza, la indiferencia en unión y al final mutaron poco a poco en una lección de vida. Las pérdidas fueron cuantiosas y desgarradoras, no sólo se trató de las más de 3 mil muertes hace 32 años según datos oficiales; las más de 300 del año pasado; los 252 edificios colapsados y 165 dañados de acuerdo al informe rendido en la Cámara de Diputados de la LIII Legislatura en 1985; o los 68 inmuebles derrumbados y los más de 50 que fueron considerados con daños graves del 2017; se trató de ir más allá del desastre, de entender la fragilidad de la vida, de comprender al prójimo y brindar apoyo cuando más se necesita, de buscar en estas tragedias experiencias de crecimiento. ¿Qué significaron para nuestro país los temblores de 1985 y de 2017? Un cambio manifiesto en la forma en que se apreciaba a los millennials, la evidencia de una grieta entre los ciudadanos y las instituciones gubernamentales, la mejora de la comunicación por parte del Gobierno, la posibilidad del doble uso de las redes sociales y el trabajo aún pendiente de una mejora en la cultura de la prevención. Hasta el año pasado, la mayor parte de la población mexicana percibía a los Millenials, como una generación inmadura, individualista e impaciente, sin embargo, a raíz del estremecedor 19 de septiembre mostraron una capacidad de organización y movilización sin antecedentes; implementaron centros de acopio, difundieron información oportuna, levantaron escombros con propias manos, donaron alimentos y víveres e incluso se preocuparon por la vida de animales atrapados entre los escombros; estos jóvenes son ahora la viva imagen de la generosidad, la solidaridad y el amor al prójimo. Por otro lado, tanto en 1985 como en 2017 algunas instituciones perdieron fuerza ante el compromiso civil, la ciudadanía se mostró descontenta de la reacción por parte de varios políticos ante la tragedia; de acuerdo a una encuesta realizada el año pasado por el Periódico El Universal, un 30.6% de la población consideró que el desempeño de las autoridades después de lo ocurrido fue muy mala; así mismo, un 79.3% no se sintió respaldado por las autoridades después de los daños ocurridos y un 41.3% consideró que la actuación de los gobernantes no fue oportuna; y no sólo se trató de las instituciones, la petición en Change.org rompió récord de visitas al exigir a los partidos políticos reasignar el presupuesto designado a sus campañas políticas en favor de los damnificados. La comunicación es vital en este tipo de sucesos, hace 32 años el Presidente Miguel de la Madrid tardó 36 horas en realizar un comunicado oficial, minimizando los daños ocurridos en otras ciudades como Michoacán, Guerrero y Colima; rechazó la ayuda internacional y se negó a los donativos externos; en comparación, el año pasado el Presidente Enrique Peña Nieto realizó el comunicado oficial pocas horas después de la tragedia convocando al Comité Nacional de Emergencias, dando prioridad al rescate de aquellos que podrían encontrarse atrapados; abrió los servicios de urgencia del Seguro Social, el ISSSTE, PEMEX, la Secretaría de la Defensa Nacional y la Secretaría de Marina para todos aquellos que requirieran atención fueran o no derechohabientes y aceptó la ayuda de otros países, sin embargo, no hubo una efectiva información para los familiares de personas desaparecidas. Facebook y Twitter se crearon en 2004 y 2006 respectivamente por lo que para el año pasado fueron de vital importancia, muchos de los albergues se publicaban a través de ellas; las campañas de donación y la recaudación de víveres no hubieran surtido tal efecto sin la capacidad de viralización de estas nuevas herramientas, sin embargo, también se dispersaron noticias falsas y datos que no habían sido corroborados, lo que en un ambiente de tensión y preocupación sólo ayudó a que en determinados segmentos de la sociedad se generará frustración y pánico. Hoy, después de estos dos grandes sismos aún se requiere continuar trabajando en la prevención y en la respuesta oportuna; cientos de fisioterapeutas, médicos, arquitectos e ingenieros el año pasado recorrieron las calles para ayudar al prójimo, pero pocos fueron los funcionarios recolectando información para ponerse en contacto con los damnificados; es necesario trabajar en la construcción responsable de inmuebles, supervisada por profesionales con certificaciones y con materiales que puedan soportar movimientos telúricos; hubo personas que tanto en 1985 como en 2017 que no escucharon la alarma, a ésta se le debe subir la intensidad y posicionarla en lugares estratégicos; pero sobre todo se debe pensar en una mayor periodicidad en la implementación de simulacros como el realizado el día de hoy, apegados a la realidad, el cuál contará con el apoyo del Sismológico Nacional; con lo que muchas vidas se pueden salvar al tener mayor conocimiento de las reacciones y la forma de actuar ante desastres naturales.