La fe en el planeta viviente es el tema más importante al que se enfrenta la humanidad.
Gaylord Nelson
En años recientes mucho se ha mencionado sobre el cuidado del medio ambiente, las organizaciones mundiales y los gobiernos se han pronunciado por disminuir la contaminación e incluso se ha instado a cambiar el modo de vida desde casa; sin duda cada acción cuenta, cada iniciativa, cada plástico que se deja de consumir y cada posibilidad de darle a la tierra años de vida será un beneficio para la humanidad.
Desafortunadamente, es probable que a pesar de la incesante exposición del problema al que nos enfrentamos, aún no dilucidemos que el ultimátum para la humanidad tiene fecha: 2050; ya que de acuerdo al informe presentado el pasado marzo durante la Cuarta Asamblea del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) celebrado en Nairobi, esta organización informó que la destrucción de la tierra, de no realizarse acciones concretas y enfocadas en la disminución del efecto invernadero, será producida por la desaparición de la capa de hielo del ártico, ya que la temperatura media sufrirá un aumento de entre 3 y 5 grados centígrados en los próximos 30 años; lo que también causará el crecimiento de zonas desérticas en diversas regiones de la tierra.
Una de las opciones que nos brinda una mayor posibilidad de darnos y darle una oportunidad a nuestro hogar: la tierra; es la implementación de energías limpias o verdes, es decir, aquellas formas de obtención de energía que producen un mínimo o nulo impacto ecológico en el medio ambiente, durante su proceso de obtención y generación.
Ésta forma de producir energía no es nueva, de hecho, de ellas se tiene presencia desde la era antes de Cristo, sin embargo, no fue sino hasta el siglo X cuando gracias a los avances tecnológicos propios de la época, en Europa se desarrolló en gran medida la obtención de energía de origen hidráulico, y en 1185 se construyó el primer molino de viento en Yorkshire, Inglaterra.
Es así como este tipo de energía utiliza fuentes naturales tales como el viento y el agua, siendo las más comunes la geotérmica, que emplea el calor interno de nuestro planeta, la eólica, la hidroeléctrica y la solar; su utilización dará numerosos beneficios, entre los que destacan la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y la disminución de la dependencia de los mercados a los combustibles fósiles.
El comercio, el transporte, las empresas y en general el ritmo de vida actual no se compara en nada al siglo X, por lo que ahora el reto está en potenciar esta forma de extracción de energía para cubrir la demanda creciente en hogares, empresas e instituciones y que en el presente es generada principalmente por tecnologías contaminantes. Los sistemas eléctricos en gran medida no están preparados para este desafío por lo que se requieren nuevas metodologías, mayores tecnologías, pero sobre todo comprometerse y atreverse a confiar en ellas para asegurar un suministro confiable.
A esta importante medida se han unido empresas de talla mundial como Uniliver la cual ha decido poner en marcha un proyecto desarrollando carritos de venta que utilizan energía solar para mantener los productos refrigerados y los cuales consumen una décima parte que los carritos tradicionales.
Por otro lado, Israel, Argentina y México están promoviendo propuestas innovadoras como la instalación de árboles solares en parques y centros de compras que permiten conectar y recargar cualquier dispositivo electrónico.
Afortunadamente, la aplicación y uso de estas energías se ha hecho cada año más estable; de acuerdo a información de la empresa de consultoría y análisis de datos GlobalData, la cual presentó un estudio con respecto a las perspectivas del mercado eléctrico el pasado mes de julio, la contribución de energías limpias se duplicará en diez años, pasando del 15% de 2018 al 30% en 2030, lo que traerá consigo una disminución del 13.7% en la cuota de carbón, ya que será sustituida por energía limpia y proyectos de almacenamiento.
Nuestro país se encuentra en una posición geográfica privilegiada y es gracias a esto que en la 53ª edición del Índice de Atracción de Energía Renovable por País (“RECAI”, por sus siglas en inglés), nos ubicamos en el puesto 19 del ranking de destinos de inversión para energías renovables; lo que significa un gran nicho de oportunidad, el cual ha sido y debe continuar siendo aprovechado, ya que a diferencia de 2014 cuando sólo contábamos con dos proyectos solares de gran escala, 2018 cerró con 38 centrales fotovoltaicas en operación comercial; y de acuerdo a datos recabados hasta septiembre de 2018 por la Asociación Mexicana de Energía Eólica nuestro país cuenta con 49 parques eólicos distribuidos en 12 estados, siendo Oaxaca el que cuenta con mayor número; y el Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, reportó 17 plantas residuales en 11 estados, las cuales han permitido reducir 40% la tarifa de consumo de energía eléctrica.
Aún hay mucho por hacer, pero el crecimiento económico, social y empresarial no debe ser a costa de la población y del planeta, no debe ser a costa de la vida misma; debemos continuar bajo los pilares de la sostenibilidad y el uso eficiente de energía, debemos insistir en las pequeñas acciones cotidianas, debemos apelar por las decisiones a gran escala, debemos continuar esperanzados en buscar soluciones para que la fecha final no sea 2050.
*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.
*Si deseas recibir mis columnas en tu correo electrónico, te puedes suscribir a mi lista en el siguiente vínculo: https://eepurl.com/Ufj3n