Pandillas callejeras y su relación con la inseguridad

25 de Abril de 2024

Simón Vargas
Simón Vargas

Pandillas callejeras y su relación con la inseguridad

En medio de la dificultad reside la oportunidad. -Albert Einstein.

De acuerdo a la hipótesis propuesta por el psicólogo Abraham Maslow en 1943 en su obra una Teoría de la motivación humana y posteriormente conocida como jerarquía de las necesidades humanas, éste sostiene que conforme las necesidades más básicas son satisfechas los seres humanos desarrollamos deseos más elevados.

La pirámide comienza en la base con las necesidades fisiológicas, pasando a las de seguridad, afiliación, reconocimiento y concluyendo con las de autorrealización, pero ¿Qué tiene que ver esta teoría con las pandillas callejeras?, desafortunadamente es la insatisfacción de necesidades como empleo, seguridad física, afiliación, amistad, autorreconocimiento o respeto las causantes de que la cada vez mayor adhesión a células donde la violencia y la agresividad son los emblemas y objetivos.

El vocablo pandilla es definido por la Real Academia Española como: “un grupo de amigos que suelen reunirse para divertirse en común”, pero también como: “un grupo de personas que se asocian con fines delictivos o embaucadores”, es decir, la expresión dependiendo del contexto puede calificar positiva o negativamente una forma de afiliación.

Con el paso del tiempo este término se ha convertido en sinónimo de indisciplina y transgresión, identificando a sus integrantes como agentes de pánico y miedo, fue en la década de los 80 cuando una de las pandillas más conocida en el hemisferio occidental y la que actualmente cuenta con mayor presencia en el mundo es que comenzó su expansión: los Mara Salvatrucha o MS13; esta mafia tuvo sus orígenes en los barrios de clase baja de los Ángeles, California, siendo creada por refugiados salvadoreños quienes huían de la Guerra Civil que vivió el país desde 1980 a 1992.

Esta pandilla se ha caracterizado por ser una organización criminal dedicada mayormente al robo, la venta local de narcóticos y la “protección” de territorios en las ciudades con la finalidad de extorsionar a pequeños y medianos locales comerciales.

La existencia no sólo de la MS13, sino de pandillas populares gracias a su desempeño en actividades criminales como Barrio 18, la Mafia Mexicana, Nuestra Familia, los Trinitarios, los Hell’s Angels, los Latin Kings, los Bloods o los Crips, han fomentado un incremento de la inseguridad no sólo en América Latina sino en gran parte de Estados Unidos y en recientes fechas en Europa.

De acuerdo a datos de la National Gang Center, organización estadounidense, un 45.5% de los miembros de pandillas son de origen latino, seguidos por un 39%

de

afroestadounidenses y un 9.7%

de

blancos no hispanos; su resiliencia y capacidad para continuar expandiéndose se debe a explotar dos de las necesidades con las que más ambiciona el ser humano: la afiliación y la necesidad de reconocimiento. Estas células delictivas crean fuertes lazos sociales reforzados mediante la violencia entre sí y hacia sus rivales; tienen una jerarquía puntualmente establecida, han desarrollado un lenguaje propio que permite excluir a aquellos no identificados, pero sobre todo han constituido rituales y códigos de conducta inviolables, convirtiéndose rápidamente en sustitutos de la familia.

Estas bandas son una mezcla única de lealtad, disciplina férrea e ideología reactiva y revolucionaria que se han convertido en punto de atracción para aquellos jóvenes que carecen de esperanza y de estructuras sólidas en sus vidas; derivado de lo cual intentar entender este fenómeno significa forzosamente mirar unánimemente un conjunto de factores como: la violencia en casa, la pobreza, la falta de estudios, la escasez de empleo, la drogadicción, el alcoholismo, la falta de comunicación con los padres, la baja autoestima y la insuficiente formación en valores, etc.

Las pandillas significan una puerta abierta para que los jóvenes, sobre todo hombres, busquen construir una identidad basada en violencia, apodos y agresiones; los números son contundentes, ya que de acuerdo a un informe titulado: “La nueva cara de las pandillas callejeras: El fenómeno del Salvador” presentado por la Universidad de Florida a la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos y Aplicación de la Ley (INL) de la Embajada de Estados Unidos en El Salvador, el 90.5% de pertenecientes a pandillas son hombres, un 43.8% ingresó a la pandilla con una edad que oscilaba entre los 18 y los 25 años; 94% no completaron la escuela secundaria; sólo el 1.1% asistió a una institución de educación superior y un 47% abandonaron su hogar antes de cumplir los 15 años.

El crecimiento de las pandillas ha hecho que países como México, Estados Unidos, Honduras y El Salvador día con día presenten un tejido social fragmentado y con cada vez más inseguridad, esta cruel forma de organización suele subsistir gracias a los homicidios, el microtráfico, el robo de automóviles, la prostitución, el tráfico de personas, la trata, el tráfico de armas, el sicariato, el lavado de dinero y la extorsión; es decir, muchos de los males a los que nos enfrentamos cotidianamente como sociedad.

Palabras como: parches, maras, clicas, gangas, homies, parceros o gamines, ocupan cada vez más titulares en los medios de comunicación; frases como: “por el barrio nací, por el barrio moriré" o “el enemigo es la ley” resuenan con dolor y fuerza; códigos de vestimenta identificados y exclusivos; tatuajes convertidos en símbolos de identidad; organizaciones constituidas de jóvenes colmados de rabia y enojo; asociaciones que podrían ser vencidas con amor al prójimo, programas enfocados a la juventud y valores pero que por el contrario y con el paso del tiempo han hecho de la muerte y el dolor un negocio lucrativo.

*Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación.

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