¿Infierno o purgatorio?

19 de Abril de 2024

Sergio Muñoz Bata

¿Infierno o purgatorio?

A seis meses de la elección presidencial en Estados Unidos, el futuro de las política exterior del país y de las relaciones del resto del mundo con EE UU dependen de quien gane la presidencia y la mayoría en el Congreso

En ningún país del mundo los votantes eligen a su presidente por sus planteamientos sobre política exterior. Los trabajos, los salarios, el desempleo, el comercio, la violencia, la seguridad personal, la salud, la inmigración, el aborto, el matrimonio gay, la identidad de género, la religión, las drogas y el narcotráfico, son los temas que preocupan y que en mayor medida determinan el voto de los ciudadanos.

Dado su poderío económico y militar, y el hecho de que a partir de la segunda guerra mundial Estados Unidos se ha asumido como el líder indispensable e indiscutible del mundo, su política exterior tiene un impacto desmedido tanto hacia el interior del país como en el resto del mundo.

En medio de la confusión en la que vivimos por estar hundidos en una campaña electoral sin precedente, el debate sobre el estado actual y el futuro de las relaciones exteriores del país ha sido intenso. Y como era de esperarse en un momento histórico en el que la lucha contra el terrorismo acapara la atención de políticos y ciudadanos comunes y corrientes, el debate ha privilegiado los asuntos militares muy por encima de otros temas quizá de mayor importancia global como serían, por ejemplo, el calentamiento global, los derechos humanos, el medio ambiente o la energía.

De América Latina, salvo los insultos de Donald Trump a México o los injustificados ataques contra el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica de varios de los candidatos, poco o nada se ha adelantado sobre cual debería de ser la política exterior de Estados Unidos hacia la región.

En el fondo, lo que se debate es si los intereses políticos, económicos, militares y de seguridad de Estados Unidos demandan que el país fortifique su liderazgo global y cómo hacerlo. En la exaltada narrativa de los críticos de la política exterior del presidente Obama, hay quienes reclaman el costo económico que conlleva dicho liderazgo y acusan a países aliados que cuentan con la protección militar de Estados Unidos de no contribuir equitativamente al gasto. Otros acusan a Obama de abandonar a sus aliados tradicionales y de no reaccionar militarmente con firmeza contra sus enemigos. Otro debate gira alrededor del papel de EE UU en Europa. Los exaltados ponen en duda la utilidad del Tratado del Atlántico Norte mientras los altos mandos militares exigen renovar el compromiso con la OTAN dadas las evidencias del renovado expansionismo ruso.

El presidente Obama está convencido de que involucrar al país en otra intervención militar cuyo desenlace es incierto o embarcarse en una guerra que no se puede ganar sería un grave error. Sus detractores le acusan de tibieza e indecisión por no hacerlo pero la historia está de su lado y para comprobarlo solo hace falta asomarse al Oriente Próximo o recordar lo que sucedió en Vietnam. No obstante, unos le reclaman al presidente por no intervenir decisivamente en el conflicto en Siria mientras que otros le recriminan por haber participado en la intervención militar contra Muamar el Gadafi en Libia y por no haber mandado tropas estadounidenses a ese país.

Obama asumió la presidencia en 2008, prometiendo cumplir con el mandato de la ciudadanía que exigía el retiro de las tropas norteamericanas de Irak y Afganistán, y en gran parte lo ha cumplido. De los 150,000 soldados que había en Irak, hoy quedan cuatro o cinco mil; en Afganistán quedan aproximadamente 10,000 de un contingente que llegó a sumar 100,000 en su momento pico. Y la razón por la cual Estados Unidos no puede salirse totalmente de esos países es evidente. Geopolíticamente, el Oriente Próximo es hoy la región más peligrosa para Estados Unidos.

A seis meses de la elección presidencial el futuro de las política exterior del país depende de quien gane la presidencia y la mayoría en el Congreso. Si Trump gana la elección nadie sabe que podría suceder aunque el consenso entre los líderes de opinión, los especialistas en relaciones exteriores y los mandatarios de otros países es que lo más probable es que enfrentaríamos un desastre sin precedente. Si ganan los demócratas, con Hillary Clinton a la cabeza podremos aspirar a que en el peor de los casos todo siga igual esperando que no haya grandes sobresaltos.

ntx