El trastoque de valores por el crimen

19 de Abril de 2024

Simón Vargas
Simón Vargas

El trastoque de valores por el crimen

simon vargas

Hace poco en una reunión se comentaba de hasta qué punto el tejido social se ha roto: nos relataban como varias niñas pequeñas estaban jugando y que al acercarse a preguntarles cómo se llamaba el juego respondieron: “las fosas clandestinas”, la respuesta heló la sangre; lo más probable es que no sepan la monstruosidad implícita en el juego y que lo hagan con toda la inocencia que las caracteriza. Sin embargo, al escuchar respuestas como esta no sólo deberíamos preocuparnos, tenemos que actuar, que preguntarnos y tomar acciones con respecto a la sociedad en la que nos encontramos inmersos, ¿Qué hemos hecho? pero sobre todo ¿Qué hemos dejado de hacer para que la indiferencia se adueñe de la sociedad? ¿Por qué hemos abandonado la enseñanza de los valores? ¿Por qué consideramos que el crimen es algo natural? ¿Por qué cada vez más los adolescentes y niños se sienten atraídos por el crimen y la violencia que por la justicia, la paz y la armonía? Las respuestas no son sencillas y el trabajo de concientización tampoco, vivimos en una sociedad que poco a poco ha quedado indiferente, con valores trastocados ante problemáticas que han ido creciendo: la impunidad, la mentira, el crimen organizado, los secuestros, la violencia, el robo, las muertes constantes. Las niñas, niños y adolescentes han comenzado a tomar como referencia a los criminales, y aunque no lo parezca nuestras conductas son también parte del problema, y sin un cambio de visión en los valores que inculcamos a los niños y niñas será imposible establecer cauces para superar la situación. Los cambios sociales acaecidos en los últimos años se deben a tres factores que se han sumado; primero que nada, existe una especie de alteración en los valores, principios, normas éticas y morales; los cuales han dejado de ser convicciones profundas que determinen la manera de orientar nuestra conducta para convertirse en palabras repetidas hasta que se quedan adheridas pero que pocas veces se practican; los sentimientos de vergüenza y culpa han empezado a desaparecer. Esta reciente insensibilidad social lleva consigo un gran nivel de individualismo y también la banalización de las cosas; actualmente no nos enfrentamos a una ausencia de valores, más bien son valores alterados, confusos, que apuntan en direcciones que han dejado de ser las adecuadas. Al parecer ahora sólo la tragedia colectiva (sismos, huracanes, explosiones) rompe con la apatía de los ciudadanos, el dolor íntimo y personal se ha comenzado a quedar de lado y parece tener poco eco en la esfera de la sociedad. Se busca con mayor intensidad lo mediático y en la era de las redes sociales si mi apoyo no se ha viralizado no sirve de nada haberlo hecho, los principios morales y éticos tienen poca cabida en la pantalla de un móvil. En segundo lugar, el interés en el crimen y en particular en los asesinos se ha convertido en algo omnipresente en la cultura popular, la audiencia de dramas policíacos de televisión como True Detective, Dexter, The Fall y The Jinx se cuenta por millones, los jóvenes se están volviendo más imitativos debido a la influencia de la televisión, la música y el aumento de la desintegración familiar. En México la carencia de identidad y aceptación empuja a los jóvenes a acudir a lugares presumiendo ser narcotraficantes sin serlo, con el objetivo de sobresalir y ser alguien temido, son los actualmente denominados “wannabe narco”, jóvenes para los que ser empresario, docente o policía no representa éxito en la vida; los atrae el alcohol, la “fiesta” y la vida llena de lujos, prefieren ser temidos que respetados. Para muchos jóvenes, uno de los más grandes ejemplos a seguir es Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, un hombre de origen humilde que solo estudió hasta sexto grado de primaria, pero que logró hacerse de un imperio en el trasiego de drogas como el líder del cártel de Sinaloa, fue uno de los hombres más buscados por las autoridades en el mundo y logró escapar de prisión en dos ocasiones. La imagen de mito que se ha creado en torno este hombre se debe a los medios de comunicación, quienes al parecer hacen más atrayente ser el criminal que aquella persona que se dedica a la justicia, el policía. Una investigación de la Facultad Latinoamerica de Ciencias Sociales (FLACSO) reveló que una gran mayoría de los jóvenes en México desearían tener la vida que representan los narcotraficantes y sicarios; el estudio también muestra que, por desgracia, 4 de cada 10 jóvenes no tienen expectativas de ningún tipo. https://bit.ly/1h6MjfN La investigación se realizó entre agosto y noviembre de 2012 en Baja California, Chihuahua, Colima, Durango, el Estado de México, Guerrero, Tabasco y Tamaulipas estados con los que se pretendió cubrir la diversidad demográfica y socioeconómica de México. Adolescentes de entre 13 y 15 años mostraron una creciente identificación con sicarios, por encima de otros modelos como empresario, profesor, policía o miembro del ejército. Según los resultados generales, 26.3% de estos jóvenes les gustaría parecerse a narcotraficantes y sicarios. Después de estas figuras viene el empresario, con el 17% de preferencia, 12.4% se inclinó por el profesor, 10.7% por el policía o militar, 4.4% por funcionario de gobierno y 1.4% por un migrante. Finalmente, como tercer punto, la pobreza derivada de la falta de educación, la cual empuja a los jóvenes a que tengan pocas o nulas expectativas: “Yo hacía cualquier trabajo, ya fuera robar, matar o transportar droga… cualquier cosa con tal de ganar dinero”, este testimonio anónimo es uno de los muchos que aparecen en el “Diagnóstico de las y los adolescentes que cometen delitos graves en México”; trabajo en conjunto de la Unicef y la Secretaría de Gobernación, para dimensionar el problema que se vive en diversos territorios de México. https://uni.cf/2zlpRwl De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). Un 82% de los jóvenes entre 20 y 24 años no asiste a la escuela y solamente 1 de 4 jóvenes cuenta con algún grado aprobado en nivel superior. La pobreza, la falta de educación y la carencia de principios familiares generan que las niñas, niños y adolescentes opten por entrar a las filas de los criminales y desistan de ser profesionistas o bien policías o militares, buscan con mayor interés el dinero fácil, no quieren trabajar y sobresalir por su esfuerzo. Debemos comenzar por reestructurar nuestros valores lo que nos permitirá ir a la raíz de los principales problemas en nuestra sociedad, de igual forma, tenemos que centrar nuestros esfuerzos en los programas culturales, los cuales deben ir encaminados a combatir los altos índices de violencia en el país. Recordémosle a los jóvenes que la justicia siempre debe ir antes que la violencia, planteemos alternativas que propongan la posibilidad de construir un proyecto de vida más atractivo que el que ofrece la delincuencia y el crimen organizado. *Analista en temas de Seguridad, Justicia, Política y Educación. *Si deseas recibir mis columnas en tu correo electrónico, te puedes suscribir a mi lista en el siguiente vínculo: https://eepurl.com/Ufj3n