La corrupción gremlin

20 de Abril de 2024

Salvador Guerrero Chiprés

La corrupción gremlin

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¿Cambiar la realidad de corrupción del país?

A diferencia de las últimas tres décadas, actualmente todos los medios de difusión publican evidencias del incumplimiento de la norma en materia de transparencia, comportamiento obligado de actores políticos, licitaciones y comportamientos cotidianas de mujeres y hombres con poder y sin él.

Todo el mundo parece estar involucrado. Todo el mundo lo sabe. Todos lo publican. En muchos espacios, lo más relevante, incluso, se demuestra.

Después de ello básicamente… no pasa nada.

El grave problema de la mayoría de los países que fueron conquistados y colonizados durante centurias, es que encontraron “arreglos” en el último siglo para evitar la vigencia del estado de derecho. Esas naciones fueron arrojadas por los acuerdos de sus élites a la incesante apropiación privada de lo público. Esa es ahora una realidad representable por los medios de difusión y las redes sociales sin la contraparte de algún tipo de integración ética de una élite política con los arrestos históricos para evolucionar cívicamente.

El mayor desahogo, como durante siglos, es fundamentalmente el ingenio.

Un meme sustituye la voluntad de construir el cambio y la evolución cívica.

En el ingenio suspendemos la decisión de contribuir a cambiar la realidad de lo éticamente inaceptable.

Si en los últimos 30 años aparecían de vez en vez uno que otro tema escandalizante mediante la evidencia periodística alrededor de un documento, una grabación, una afirmación acreditada y ratificable ante los medios o presentada como procedimiento administrativo o penal, hoy aparecen notas en las primeras planas y en todas las plataformas en una variedad, frecuencia y número incontrolable.

La corrupción gremlin predomina en México.

Como en la película de 1984 el “espíritu maligno” de un mogwai nacional fue alimentado inapropiadamente.

Pese a todas las advertencias morales de una Europa en busca de colonias y de la educación predominante en ellas, durante la independencia, la Reforma y la revolución y aún después de la consolidación al menos normativa y presupuestal de las instituciones, la corrupción mexicana es un paradigma igualmente global y maligno al cual se le dio de beber con millones de pesos y prácticas que la han dejado fuera de todo control.

Se aprobó la legislación del IFAI, la reforma electoral que haría todo más riguroso, se construirá el sistema anticorrupción, se endurecerán las leyes sin que el sistema que genera a ese “espíritu maligno” deje de fortalecerse o, de acuerdo a la evidencia, de multiplicarse.

Si de los medios y los litigios se pudieran sacudir los temas y casos que involucran corrupción, como se sacude un mantel en un picnic, quedaría un espacio minúsculo ocupado por las evidencias del progreso de una cultura cívica semejante al promedio que existe en la OCDE.

No hay un campeón visible. No hay líderes ni corporaciones a la vista para el desafío. El que puede tener razón parece no tener la fuerza ni el acompañamiento apropiado.

Por ahora hay un desierto ético. Y crecen los gremlins hasta con arena.