La lección del debate

24 de Abril de 2024

Luciano Pascoe

La lección del debate

No es casualidad que los sondeos serios dieran la victoria en el debate del lunes a Hillary Clinton sobre Donald Trump.

A pesar de que no pocos estudios mostraban que la ventaja de Clinton previa al debate se acortaba, ella supo mantener su semblante y actitud serena, mientras él perdió la compostura con facilidad, bufó ante las provocaciones y terminó hablando de una comediante, Rosie O’Donnell, contra quien ha dirigido varios de sus más virulentos comentarios misóginos.

La candidata Demócrata tiene una larga trayectoria en la política –razón por la que Trump la atacó reiteradamente– que le permitió mostrarse fuerte y capaz en el debate; la experiencia del candidato Republicano frente a las cámaras no es menor, pero su personaje mediático no es el más favorable para transmitir viabilidad de ser un jefe de Estado.

Cuando Hillary atacó, Trump cayó en la provocación; cuando Donald lo hizo, Clinton esquivó y reviró con astucia. Él mismo se brindó al sugerir que ella se había guardado de giras en los días previos, a lo que ella contestó con que había estado preparándose para el debate y que llevaba años haciéndolo para ser presidenta.

La preparación de Hillary Clinton para el lunes fue notoria. Datos duros, construcción de mensajes, hilvanado de temas, respuestas inmediatas y hasta bromas que arrancaron risas al público formaron parte del repertorio.

Más allá de los planes que ambos tienen sobre creación de empleos, comercio exterior o política fiscal; o sobre relaciones raciales, la invasión a Irak y las declaraciones de impuestos; ella lució sonriente y confiada; él, molesto y repetitivo.

Pero si Hillary Clinton ganó no fue solo por la diferencia entre perfiles y aptitudes de los contendientes, menos aún por las preguntas que podrían haber sido vistas como parciales a su favor; lo hizo porque estudió a su oponente y exhibió sus debilidades empresariales sobre las que tanta fortaleza presume; trabajó su debate y armó su historia; y Donald Trump no lo hizo, o al menos no pareció haberlo hecho.

Para ganar una elección tan abierta como esta, la preparación de un debate es fundamental, casi tanto como la decisión de asistir o no a él.

Pronto veremos la magnitud del efecto del debate en las encuestas posteriores, que difícilmente marcarán una ventaja definitiva. Quedan todavía dos encuentros antes del 8 de noviembre, si Trump aspira a mejorar, tendrá que aceptar que no lo hizo bien el lunes y ponerse a trabajar en él mismo