Andreas Lubitz, el copiloto de Germanwings que estrelló el avión la semana pasada, tenía un historial clínico de atención por tendencias suicidas.
¿Tenía derecho a la privacidad que el discurso global sobre la protección de datos personales ha generalizado especialmente en las democracias más desarrolladas?
En su caso, como el de todas aquellas personas en cuyas manos, literalmente, puede estar el destino de decenas o miles de vidas no habría, o no debería haber manera, de omitir datos que puedan ser relevantes para todos aquellos que podrían tener sujeto su destino a la explosión de ese pasado o presente que el llamado “derecho al olvido” reivindica para todas las personas.
Es cierto que el “derecho al olvido” en que se basa buena parte de la normativa y de los criterios dominantes en materia de la defensa de la privacidad, se refiere a la capacidad y derecho de todos de solicitar que determinadas “huellas” documentales, materiales o digitales, sean retiradas de las plataformas donde se hallen.
Todos tienen “derecho al olvido”. Todos deberían tener derecho a conocer la vida personal de quienes toman decisiones de vida o muerte.
Es sabido también que por motivos de seguridad pública o seguridad nacional ciertos documentos deben o pueden ser reservados o los datos de ciertas personas, catalogados como confidenciales, en nombre de esa seguridad.
Lo que plantea le accidente y la suerte de 149 personas, aparentemente decidida por un suicida, es que por las mismas razones que los datos deberían ser ocultados o reservados, por su naturaleza “privada” o por vincularse con la seguridad, por ello mismo, en circunstancias como conocer la hoja de vida de los pilotos, debería ser de acceso a todo público que está en situación de poner su vida en manos de un profesional presuntamente capacitado.
Debemos preguntarnos si lo mismo no debería ocurrir con médicos, capitanes de cruceros, o de mandatarios nacionales o estatales que pueden tomar decisiones sobre la vida de miles de personas en materia de seguridad o algunas otras que puedan impactar la vida de otras.
Además la otra pregunta que la tragedia del Airbus abre es: ¿podemos confiar en la capacidad de recuperación de las personas que se colocan en situación de tener en sus manos la vida de las demás?
Otras preguntas, son igualmente difíciles: ¿cómo confiar en la reserva de datos personales por motivos de seguridad cuando no se incorpora la seguridad del usuario, ciudadano, votante?