Nueva Orleans es una ciudad con una personalidad muy distinta al resto de las grandes urbes en los Estados Unidos, sobre todo si uno la visita durante la época del Carnaval. A casi 10 años después del devastador huracán Katrina, la ciudad está totalmente recuperada. Es un lugar que me dio más la sensación de estar en una isla caribeña que en una ciudad en Estados Unidos. Aquí la gente ser la vive en una continua fiesta, acompañada de bebidas que van desde unos espectaculares Bloody Mary’s con verduras y chiles curtidos a otros tipos de coctelería con la que se pasean por las calles y escuchan buena música que abunda en cualquier esquina. Nunca había encontrado un lugar en donde puedes caminar a cualquier hora y escuchar ya sea en la calle en su barrio histórico o en la conocida calle de Frenchmen en diversos locales a músicos de primera talla tocando desde jazz clásico a estilos más fusionados con Blues, Dixieland y Swing.
La historia de la ciudad es muy interesante. Fue fundada por los franceses, luego fue cedida a los españoles como parte del Tratado de París en los 1700, ya que Francia y España eran aliados y en ese momento peleaban contra los ingleses. Luego los españoles cedieron el uso del puerto a los Estados Unidos y finalmente Napoleón en los 1800 retrocedió el pacto borbónico, para finalmente vender todo Nueva Orleans un mes después a los Estadounidenses. Por lo mismo, es inevitable que en este lugar cada uno de sus pobladores haya no solo influenciado su estructura de gobierno y económica en donde todavía la ciudad está divida por parroquias o “parishes”, sino que también la arquitectura de la ciudad es una fusión de todo tipo de edificios influenciados por la variedad de estilos en donde un visitante puede encontrar desde cabañas creoles, a grandes mansiones en la calle de St. Charles, a los balcones franceses en el Barrio Francés, una Casa de la Aduana con influencia de arquitectura de renacimiento egipcio y hasta iglesias con influencias moriscas.
En el tema gastronómico, también la fusión es evidente. Aunque todavía inspirada en su origen francés, la influencia creole hace que su comida tenga menos recato para utilizar ingredientes especiados y además preparen muchos platillos con productos del mar como los ostiones, que en lo personal sentí tenían poco sabor comparados con los de latitudes más frías. Otro producto de mar que abunda son los camarones del golfo que son una delicia. Justo en el tradicional restaurante Mother’s (www.mothersrestaurant.net) probé el típico Po’Boy, un sándwich elaborado con un pan tipo baguette, relleno de camarones cubiertos con harina de maíz que estaban tan dulces y ricos que volaron de mi plato. Otro ingredientes del mar que hay que probar son los cangrejos de río conocidos como “crawfish”. Justo en el Peche Seafood Grill (www.pecherestaurant.com), probé una pasta con estos deliciosos crustáceos de agua dulce acompañados de chiles en vinagre que estaba fenomenal. Sin duda, en Nueva Orleans les encantan las salsas picantes elaboradas tipo Tabasco, la cual sea dicho es originaria de Luisiana. Sin embargo la cercanía al mar, no solo hace que coman mariscos, sino que además, uno de los ingredientes favoritos de los locales es la carne. Justo en el restaurante Compère Lapin (www.comperelapin.com) , me comí de entrada unas crujientes orejas de cerdo que estaban fenomenales acompañadas de una salsa tártara. En el Baru Bistro & Tapas (www.barutapas.com), un restaurante con influencias Latioamericanas, probé la arepa, (una típica preparación tipo gordita de maíz amarillo originaria de Venezuela) con panza de cerdo también conocida como “pork belly” que aún sigo pensando en ella. También en Toups Meatery (www.toupsmeatery.com) la barbacoa de cabrito estaba fenomenal, además de aquí también disfruté de unos cubos crujientes de pork belly fritos y cubiertos con maple. En el Herbsaint (www.herbsaint.com) comí un gumbo, la sopa tradicional de la región con arroz y pato, combinado con hierbas como el comino y la paprika que explotaba en la boca. Sin duda Nueva Orleans es una ciudad en la que uno va a comer bien.
Pero además como si esto no fuera suficiente, en época de carnaval se pone aún más interesante la cosa. Originalmente el carnaval se celebraba el martes antes del miércoles de ceniza. Sin embargo, hoy en día dos semanas antes del miércoles de ceniza uno puede ir caminando por los distintos barrios y toparse con desfiles que toman las calles principales con carros alegóricos que se mueven al ritmo de las bandas escolares y en donde uno como espectador recibe como regalos collares de cuentas brillantes en colores morados que significan justicia, verdes para la fe y dorados para el poder. Además, existen distintas cofradías, conocidas como “krewes” que tienen a su cargo los desfiles, en donde organizan desfiles temáticos que van desde los indios, dioses griegos a temas más divertidos como las mujeres fatales o del rey filantrópico que cuenta con apoyo de la escuela local de diseño. En lo personal, disfruté mucho el del Cork, en donde todos los disfraces estaban elaborados con corcho o con temática de vino y el de Chewbaccus en donde todos los personajes se inspiran en temas intergalácticos, incluyendo un grupo de princesas Lea que bailaban al son de la canción del imperio de Star Wars.
Así la visita a esta ciudad se va volando y sin duda, uno queda invitado a regresar una y otra vez.
Espero que tengas un fabuloso día y recuerda, ¡hay que buscar el sabor de la vida!