México en recesión... lectora

18 de Abril de 2024

Vicente Amador

México en recesión... lectora

VICENTE AMADOR

«Cuanto más culto seas, más difícil será que te quiten tus derechos. Hay que leer no solo para ser más cultos, sino para ser más felices»

@0rtografia, 17|04|16.

En México se lee poco. Aunque las estadísticas lo comprobarán líneas adelante, bastaría con examinar la experiencia propia para sospecharlo: ¿qué tanto leemos cada uno de nosotros y las personas más cercanas? También el estudio Comportamiento lector y hábitos de lectura 2012 del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC), confirma que nuestro país tiene el porcentaje más alto de “no lectores” entre los casos analizados. Le siguen Perú, Brasil, Venezuela, Colombia, Portugal, España, Uruguay, República Dominicana, Argentina y finalmente Chile, donde se registra el mayor porcentaje de “lectores”.

En general, reconocemos la importancia de la lectura. Sin embargo, tanto desde la perspectiva gubernamental como en la individual, se podría argumentar que la vida tiene otras prioridades. Por ejemplo, más que los libros, impulsar aquellos proyectos que aumenten la riqueza o disminuyan la pobreza.

Es cierto. “Primero comer y luego pensar”, reza un milenario proverbio. No obstante, las competencias consolidadas a través de la lectura tienen una relación directa con el crecimiento del ser humano y, consecuentemente, del entorno. Tal vez los efectos de la lectura no se advierten en lo inmediato, pero a largo plazo son determinantes. Entre otros recursos, leer incentiva la creatividad y la conciencia crítica; dos cualidades irrenunciables en un estado democrático y próspero.

Si aún faltan argumentos para valorar el hábito de la lectura, los siguientes beneficios pueden ser persuasivos. La amplia lista es digna de la envidia de un merolico al promocionar una pócima mágica. La lectura es fundamental para la adquisición y trasmisión de conocimientos; aumenta la destreza para escribir; diversifica el vocabulario y mejora la capacidad expresiva; incentiva a investigar por nuestra cuenta; estimula la curiosidad, el conocimiento de otras realidades, la generación de aficiones e intereses; agudiza la concentración y, entre muchos beneficios más, relaja y divierte.

Leer… desde la cuna

Vamos a revisar algunas estadísticas respecto a las conductas de los lectores en México. Todos son datos del Módulo de Lectura (MOLEC) con cifras a febrero de 2016, el cual nos indica que, en promedio, los mexicanos mayores de edad leemos 3.8 libros al año. Si la cifra le genera alguna sospecha, considere que el estudio no contempla que estos libros se hayan leído totalmente.

El MOLEC también muestra que los hombres leen más periódicos, historietas, páginas de internet, foros y blogs. Por su parte, son más las mujeres que leen libros y revistas. ¿El sentido común le confirma la estadística? Parece que sí. Considere el caso de la sección deportiva en los periódicos. ¿Es más leída por hombres o por mujeres? Aunque el MOLEC no lo señala, creo que esa quiniela se gana fácilmente. ¿Y en el caso de las revistas del corazón? ¿Quién las lee más? Ahí si vayamos más despacio en los pronósticos. Sospecho que el género de los lectores tiende a equilibrarse.

El Módulo también arroja que aún se lee poco en formatos digitales. El gusto por el impreso prevalece. Asimismo, las encuestas comprueban que asistimos poco a librerías y bibliotecas. Otro de los resultados —en mi opinión de los más interesantes— es que existe una relación importante y directa entre el aprecio por la lectura y su fomento durante la infancia. Entre la población lectora, casi el 90% fue estimulada en su casa y en la escuela.

¿Y por qué no leemos? Casi el 50% argumenta que por falta de tiempo. Esa declaratoria huele a pretexto, porque “el que quiere, puede”, expresa la sabiduría popular. El 22.4% no lee por falta de interés, motivación o gusto por la lectura; el 12.7% no lo hace por problemas de salud; el 11.7% prefiere realizar otras actividades y el 4.1% refiere falta de dinero como razón para apartarse de los textos.

Para fomentar la lectura hay diversas técnicas. Son los pedagogos quienes mejor podrán señalarlas. Al respecto solamente refiero una última idea: el ser humano no nace con el gusto por la lectura. Es un hábito que se adquiere como todas las virtudes: queriéndolas y esforzándose para conseguirlas. Si recuerdo bien la anécdota, fue Mario Vargas Llosa quien, para referir la importancia de la fuerza de voluntad en la práctica de la lectura y la escritura, preguntaba irónicamente: ¿Acaso usted ha visto a un primate sentarse a leer o a escribir?

Sin embargo, incluso antes de la fuerza de voluntad —del libre afán que no poseen los animales—, es necesario haber visto personas leer e identificar ese comportamiento como bueno, para entonces quererlo. Esa es la razón por la que resulta central el estímulo en el hogar si lectores queremos hacer. Y el mayor de estos incentivos es ver a nuestros padres o tutores realizando esta actividad. El mismo MOLEC muestra como la mayoría de los lectores actuales vieron a sus padres leer, les leían cuentos, había libros en su casa, los llevaban a bibliotecas y/o librerías. En la escuela también los impulsaban.

Hace varios años asistí a una reunión de profesores universitarios donde el tema principal fue, precisamente, la lectura de los textos clásicos. Muchos de los asistentes dieron su opinión, casi todos se quejaron del poco tiempo y esfuerzo que las nuevas generaciones dedican a leer, ¡mucho menos a estudiar las grandes letras! Casi para concluir aquel claustro académico, una extraordinaria maestra de literatura pidió la palabra. Empezó narrando un pasaje de La Ilíada, de Homero, sobre “el ejemplo” como principal elemento formador del ser humano. Aquel fragmento, fantásticamente expuesto, robó rápidamente la atención del auditorio. En pocos minutos, sus palabras nos transportaron a tierras griegas. De pronto, entre imágenes de barcos y batallas, la profesora se detuvo y preguntó. «¿Verdad que es muy bonito? Cuando conocemos y atesoramos estas historias, es más fácil fomentarlas en los alumnos». Inmediatamente el resto de los asistentes empezaron a aplaudir. La ovación continuó de pie. La lección quedó clara: hay que empezar por nosotros.