México vs. Singapur, 10 años perdidos

19 de Abril de 2024

México vs. Singapur, 10 años perdidos

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Foto: ejecentral

La pandemia de influenza de 2009 dio pie para que el país asiático mejorara su modelo de combate epidemiológico; aquí Marcelo Ebrard no cumplió su promesa ni los expresidentes Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto impulsaron un cambio

A finales de 2009, pocos meses después del pico de la pandemia del virus de la influenza A(H1N1), cuando el entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de México y actual secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, hizo entrega del premio de Ciencias Heberto Castillo, comentó que se mandaron las muestras del virus a Atlanta porque aquí no existía la infraestructura para analizarlo y secuenciarlo.

Era falso. En diversos institutos de la UNAM, el IPN y en el Instituto Nacional de Medicina Genómica se tenía la tecnología para secuenciar virus. De hecho, al menos una de las personas que recibió el premio Heberto Castillo la tenía en su laboratorio. De lo que carecía México era de la coordinación necesaria para que el sistema de investigación, en conjunto con el gobierno, reaccionara de manera pronta y adecuada ante una emergencia.

Marcelo Ebrard ofreció entonces construir un sistema de reacción para emergencias epidemiológicas, al menos al nivel de la Ciudad de México. No lo hizo. El esfuerzo tendría que haberse dado a nivel federal, pero el entonces presidente Felipe Calderón ni siquiera ofreció algo equivalente.

Han pasado más de 10 años y, como lo evidencia a cada día la epidemia Covid-19, seguimos sin tener capacidad de reacción en investigación y tecnología. A pesar de los recursos invertidos, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) está paralizado.

Alguien sí aprovechó el tiempo. El caso modelo en salud pública y en investigación es Singapur.

A nivel federal existe el Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de Enfermedades (Cenaprece), órgano desconcentrado de la Secretaría de Salud, que contempla acciones de política pública pero no de investigación. Los programas que “presume” en su página de internet todavía son de la administración pasada (2013-2018), de Enrique Peña Nieto.

También existe la Red Nacional de Laboratorios de Salud Pública, pero se trata de laboratorios de ensayo y calibración, no de investigación. Además hay algunos laboratorios nacionales que organizó Conacyt en el gobierno de Enrique Peña Nieto, pero son sólo de investigación y no de reacción ante emergencias.

El caso opuesto

Mucho se ha hablado en estos días de la eficacia de Corea de Sur para afrontar al Covid-19. Es el caso más notable porque tuvo el número más alto de contagios iniciales de los cuatro países asiáticos que adoptaron medidas amplias y estrictas. Pero Singapur —una ciudad-Estado con 5.6 millones de habitantes—, es ejemplificador, porque su actual sistema se remodeló tras la pandemia de A(H1N1) que se dispersó desde México, y lo hicieron con tal éxito que con el Covid-19, a pesar de su cercana relación con China, de los 166 casos que tenían al 11 de marzo no había muerto ninguno.

Entre 2002 y 2003, en Singapur murieron 33 personas debido a la pandemia del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS, por su sigla en inglés), el primer coronavirus que se hizo notar a nivel mundial y que también se originó en China. Esto llevó a las autoridades singapurenses a modificar su sistema de salud; pero cuando les llegó el “virus mexicano” confirmaron que no había sido suficiente.

Entre mayo y septiembre de 2009, se estima que al menos 270 mil personas se infectaron con el virus de influenza A(H1N1) en Singapur. La tasa de hospitalización fue de 0.6%; la de enfermedad grave, 0.03%, y la de mortalidad 0.0067 por ciento. Es decir, de los 270 mil infectados murieron 18 en ese periodo.

A pesar de que esa tasa de mortalidad fue unas 100 veces menor a la que actualmente tiene Corea del Sur con el Covid-19, Singapur remodeló nuevamente su sistema: instituyó controles y protocolos de viaje para identificar a las personas enfermas y a las que habían estado en contacto con ellas, además de implementar medidas estrictas de distanciamiento social, como cancelar eventos, cerrar escuelas y decirle a la gente que se quedara en casa.

En cuanto se supo del Covid-19, Singapur puso en marcha estas medidas de manera muy estricta, pero no fue lo único.

Detección quirúrgica

Singapur tiene un sistema de investigación y desarrollo muy robusto, que le permitió ser pionero en la detección fina del SARS-CoV-2 (que es el nombre del virus que causa la enfermedad Covid-19), lo que les permitió reconstruir con certeza la historia del virus.

El primer paciente diagnosticado con Covid-19 de Singapur fue un hombre de 28 años que cayó enfermó el 29 de enero. El Ministerio de Salud lo tenía ubicado, pero no podía saber dónde había contraído la enfermedad, ni quiénes más la tenían sin presentar síntomas. Sabían de una encuentro de la iglesia Reunión de la Gracia de Dios, ocurrido el 25 de enero y en el que encontraron otros 25 casos, pero no sabían cómo ni cuándo había llegado ahí.

La forma de detección del SARS-CoV-2 que se ha generalizado, y que está a la venta, detecta el material genético del virus tras “amplificarlo”, gracias a la llamada reacción en cadena de la polimerasa (PCR, por su sigla en inglés). Estos tests tienen la limitante de no poder detectar el virus si éste ya no se encuentra en los fluidos corporales que se analizan. Sin embargo, investigadores de la Escuela de Medicina Duke-NUS (una colaboración entre la universidad estadounidense Duke y la Nacional de Singapur) desarrollaron una herramienta de detección más fina, ya que localiza anticuerpos que el propio sistema inmunológico de la persona infectada genera ante la presencia del virus y que permanecen aún después de que éste fue eliminado.

Con esta herramienta se pudo reconstruir la historia completa del SARS-CoV-2 en Singapur desde que llegó al país el 19 de enero transportado por visitantes de Wuhan que atendieron a otra congregación religiosa. Y, más aún, se pudo detectar, siguiendo los contactos de quienes habían estado infectados aun sin percibirlo, a las personas que había que poner en cuarentena preventiva.

Así, el 26 de febrero en la ciudad-estado había 93 casos confirmados y 2 mil 848 en cuarentena preventiva de dos semanas.

Conacyt paralizado

En México, la mayoría de los investigadores trabajan en las distintas universidades del país, aunque mayormente en la Ciudad de México y, con excepción del Tec de Monterrey, en universidades públicas. Sin embargo, su sueldo no depende sólo de su universidad, sino del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), y para financiar sus proyectos dependen del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y un poco de los consejos estatales, que a su vez dependen de Conacyt.

Pero el SNI depende del Conacyt y la mayor parte de los investigadores que no están contratados en las universidad lo están en centros Consejo y dado que casi no se hace investigación en el país con dinero privado, el sistema está profunda y enfermizamente centralizado en Conacyt. Hay poca atención a las necesidades y prioridades locales de los estados y hay poca autonomía de investigación.

El dinero de Conacyt para investigación es poco, torpe y lento. No sólo porque tarda en llegar sino porque se tiene que destinar precisamente a aquello para lo que se pidió. Esta falta de agilidad es perjudicial para las actividades de investigación y desarrollo, en las que suele haber imprevistos y muchas cosas no se pueden planear por adelantado, pero es absolutamente inútil cuando hay una emergencia.

A finales de enero, cuando se hizo evidente que la epidemia originada en China a finales de diciembre era peligrosa e incontenible y se convertiría en una pandemia, la Unión Europea hizo un llamado para que se presentaran proyectos de investigación y desarrollo sobre el Covid-19.

En estos momentos, tienen un fondo de 47.5 millones de euros con el que financiarán 17 proyectos, en los que están involucrados 136 equipos de trabajo, para desarrollar vacunas, tratamientos y sistemas de diagnóstico contra el Covid-19. La industria farmacéutica europea se comprometió a hacer un esfuerzo similar pero de 90 millones de euros. La inversión total será de unos 150 millones de euros, es decir, unos tres mil 600 millones de pesos. Sin contar con lo que invierta cada país.

Por su parte, Bill Gates ofreció 60 millones de dólares con los mismos propósitos. En comparación, los empresarios mexicanos compraron “cachitos” para la rifa de un avión simbólico para la salvación del golpeado sistema de salud pública, y Conacyt destina 500 millones de pesos para todos los proyectos en todas la áreas de la ciencia, pero no ha hecho un solo pronunciamiento sobre el Covid-19.

EL DATO. La decisión de no paralizar toda la actividad económica, según el presidente López Obrador, es para proteger a las personas que no tienen un sueldo asegurado.

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