Mi cuerpo, mi hogar

19 de Abril de 2024

Diana Loyola

Mi cuerpo, mi hogar

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Hace meses que trabajo en la idea de que mi cuerpo es mi hogar, de a poco ha ido creciendo mi consciencia y me han ocurrido cosas. Me doy cuenta que, entre mejor mantenimiento le dé a ésta mi casa, mayores son los milagros que ocurren fuera de ella.

De cero, comencé con una pequeña rutina de ejercicios (siete minutos siguiendo las instrucciones que me dictaba una aplicación), que me permitió con la constancia, aumentar los minutos ejercitados, llegar a un peso saludable y sobre todo, sentirme bien, más fuerte y con más energía. Casi naturalmente mi cuerpo me pidió más agua, le hice caso y en el camino aprendí a tomar más consciencia de las necesidades que tenía, como comer más ligero y dormir más. Me hice a la idea de que, siendo mi cuerpo el lugar donde habito, debía decorarlo con cosas que me gustaran, me hicieran sentir bien, me regalaran momentos de felicidad, me hicieran sentir cómoda… y entonces aprendí a ser más selectiva con lo que entraba por mi boca: frutas frescas de muchos colores; verduras crocantes, turgentes, brillantes; pequeños trozos de quesos deliciosos; buen pan; buenas salsas; carne, pescado, embutidos y proteína en general en porciones más pequeñas; todo en un juego de prueba y error, ¿qué me hace sentir bien? ¿qué me inflama? ¿qué me ayuda a dormir más? Y un largo etcétera. Fue (y sigue siendo) una exploración que me ayuda a verme, a atenderme, a cuidarme. Es un hábito que creo que nos haría bien seguir a todos, y es que cada organismo, cada cuerpo, funciona diferente, me he dado cuenta que lo que me funciona a mí puede no funcionarle igual a mi esposo, mis hermanas o mis hijos; no hay fórmulas, cada persona crearía su propia dieta desde la consciencia. Los cambios en mi calidad de vida los agradezco todos los días. Hasta con las garnachas y los tacos es posible comer bien: un tlacoyo de frijolitos, asado, con salsa, queso y nopales ya es un manjar de la mayor calidad, con cereal, leguminosa, producto lácteo, y verduras, más completo imposible.

Además siento un gran amor al cuidarme, porque me vivo mejor y creo que una mamá contenta consigo misma puede ser mejor mamá que la más abnegada.

Los cambios en mi cuerpo son evidentes, pero hay cambios que aprecio enormemente y que no se ven, como procurarle bienestar a mi cerebro, hoy me hago mejor cargo de lo que pienso, observo mis pensamientos y entreno mi mente a valorar el momento presente. Eso, por simple que parezca, ha modificado en mucho mi percepción de lo que es importante. Honestamente cada vez necesito de menos para pasar un momento de dicha. Es como si hubiese hecho (lo que mi amiga y maestra Marina llama) una mudanza interior, pero en mi nueva casa entré menos cajas, menos peso, y fui más selectiva con lo que decidí poner dentro. Mis conceptos cambiaron, hoy para mí la abundancia tiene un significado completamente diferente al que solía tener: la abundancia ya no es acumular o tener más, abundancia es poder tener lo que quiero en el momento que lo quiero. Y bajo esa noción, la tranquilidad tomó más espacio y la ansiedad del ser o el tener se redujo enormemente.

Leo con mayor interés, como con mayor gusto, veo con más benevolencia, mi presencia creativa me regala momentos bien disfrutables. Lo que no va en mi vida lo manejo mejor y sí, dejo que la magia lo invada todo. No me considero optimista, pero sí me esfuerzo por estar más presente, más consciente y desde ahí, confío en que si me procuro un bienestar hoy, cada hoy, mi vida podrá seguir fluyendo a favor.

Les comparto en amor y servicio para aquellos que quieran tomarlo. Se puede, siempre se puede.

¡Hasta la próxima! @didiloyola