Confesiones de un chofer de Uber

23 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Confesiones de un chofer de Uber

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Hola, qué tal, mi nombre es Jorge y soy conductor de Uber. ¡Si vieran la de cosas que me ha tocado vivir y escuchar en este trabajo! Por eso, si me lo permiten, con cierta regularidad les contaré algunas de estas raras y entretenidas historias.

Por ejemplo, hace como una semana, recibí una alerta y el GPS de la aplicación me llevó a la puerta de unos departamentos en la colonia Juárez. En cuanto me detuve, salió un hombre delgado y alto corriendo hacia mí, vestido con un traje de látex negro muy ajustado que le cubría de pies a cabeza, dejándole sólo un par de orificios para los ojos y otro, con un zipper a medio abrir, para la boca.

Según me contó, jadeando, le salvé de un problemón. El traje que portaba, me contó, se cierra por detrás con un candado y su celosa novia en turno, lo echó a la calle cuando él le mencionó la posibilidad de involucrar a una tercera parte en su relación para “ponerle más picante al asunto”. Sobra decir que lo único que cargaba consigo, en su mano, era su celular.

El problema vino cuando lo quise dejar en su casa, pues vivía en un lujoso residencial del sur de la ciudad. En la puerta, el personal de seguridad no nos quiso dar acceso, pues no traía él ninguna identificación y se negaba a revelar su identidad. Después de un rato, no le quedó más que solicitar en la caseta, una herramienta para reventar el candado de su traje y poder mostrar su –sudoroso– rostro. Apenas lo vieron, los guardias se cuadraron y nos abrieron las rejas sin chistar. Antes de llegar a su casa, me pidió mi ropa. Ándale, estoy casado, te doy tres mil pesos por lo que traes puesto. Y pues ese baro es lo que saco si bien me va, en dos o tres días de mucho trabajo, así que acepté y en una especie de callejón, intercambiamos de ropa. Después lo dejé en la puerta de su casa y a los minutos regresó con el efectivo. Gracias mano, te debo una, me dijo.

Y yo, sólo asentí sin decir nada pues estaba bastante asqueado por estar pegostioso en ese traje. Me largué en cuanto pude hacia mi casa para cambiarme antes de que fuera a llegar mi jefecita; no quería tener que darle explicaciones que seguramente no me creería. Destaco que cuando salí, los guardias me vieron y se carcajearon. Alcancé a escuchar entre sus burlas, que “el senador” del PAN ese, siempre andaba en cosas raras y terminaba fregando al chofer de Uber que lo llevara. ¿Se habrá burlado él de mí? ¿Me habrá filmado o algo? Quizás. ¿Su nombre? Ese me lo reservaré para no sufrir futuras represalias.

La otra historia que quiero contarles es sobre la pesadilla del “car pool”, que consiste en que varios usuarios comparten un mismo automóvil y la ruta la fija un algoritmo. Es decir, si usted va del punto A al C, la aplicación nos hace detenernos en el punto B (o cualquiera en el camino que vaya con ruta similar), para subir más pasaje y aprovechar el viaje.

Así pues, me pasó ayer. Recogí a un pasajero en un conocido hotel del Paseo de la Reforma y me indicó que lo llevara hasta un parque en las Lomas y me comentó que de ahí, caminaría a su casa. Como era de imaginarse, cerca de su destino, me sonó la aplicación para que pasáramos por otro pasajero (en digamos, el punto B). Le señalé el teléfono y le dije que recogeríamos a otra persona, pero que no demoraría mucho. Inmediatamente aquél, se puso pálido. Reconoció la dirección. Es mi casa, cabrón. No sea que mi vieja o alguno de mis hijos vaya a salir a algún lado. ¿No huelo a motel?, preguntó muy preocupado. No señor, no lo noto, le respondí. Menuda sorpresa se llevó cuando llegamos a la dirección y de su casa, venía saliendo su compadre muy sonriente, después de haber besado en la puerta y casi frente a nuestras narices, a su esposa… Chale, lo que vive uno en este oficio, es muy divertido, me cae. Así que abusados y pórtense bien, no sea que más adelante me toque contar por aquí, sus historias y desvaríos.

@Zolliker J.S. Zolliker le roba a la realidad una licencia para novelar diversas situaciones, muchas veces cómicas y otras tantas agrias, violentas y crudas.