La soledad del poder

25 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

La soledad del poder

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Es muy desvelado. Desde siempre. Por eso a sus colaboradores y a su esposa le cuesta trabajo seguirle el paso. Entonces, por lo general —y salvo casos muy especiales— en las madrugadas trabaja con muy pocos colaboradores (alguien que le comunique a uno de sus secretarios de Estado o le sirva algo de cenar, como una torta de bacalao o unos pambazos) y también es durante las madrugadas que encuentra sus momentos más íntimos y creativos. A esas horas, sin el bullicio del día común, le gusta escuchar el silencio que se impone en la zona. El silencio le ayuda a reflexionar. Son de los pocos momentos que disfruta del día, por ejemplo, mientras repasa la jornada, delibera sobre el siguiente. Le gusta escuchar el crujir que dejan sus zapatos en los pisos de los salones de la residencia oficial presidencial. Esta vez, sin embargo, no repara en esos detalles. Está muy molesto, como pocas veces. Y es que desde hace tiempo, nada le ha salido bien. Pasará a la historia como el hombre de los grandes fracasos y la gran impunidad. Incluso su partido político parece estar respirando de manera superficial, como cuando un cuerpo se prepara para apagarse y bien morir. Y él, como jefe del partido y la nación, ahora comienza ver las cosas en retrospectiva, a mirar hacia atrás, vislumbrar el camino andado y comprende muchos de los errores cometidos. Sobre todo, se percata de que siempre ha estado solo, aunque creyera lo contrario. Los juicios, se los llevará el. El peso del paso de la historia. Los errores de sus hombres más cercanos, de sus supuestos incondicionales, la gente se los atribuye y se los atribuirán a él. Él ha salido en defensa de los suyos, pero se acaba de dar cuenta que los suyos no han salido a defenderlo salvo en contadas ocasiones y con matices muy específicos para no comprometerse. Entonces, lo golpea esa frase que alguna vez le dijeran de niño: “el ejercicio del poder es sobre todo, el ejercicio de la soledad absoluta, aprende a dominarte y podrás dominar el mundo”. ¿Por qué tiene que salir —él y sólo él— a dar la cara sobre temas como el de la acusación del espionaje gubernamental? ¿Por qué nadie sale a defenderlo? ¿Es porque su imagen ya no puede decaer más? ¿Es por culpa de su propio equipo, incapaz de articular mensajes en las nuevas épocas? ¡Sin duda! Y cuando ninguno de los responsables asume la culpa, él, valiente, da un paso adelante para no lesionar más a su partido político. O eso cree. También lo hace para no afectar la imagen de cualquiera que pudiera convertirse en presidenciable. Él es capaz de sacrificarlo todo, incluso así mismo para que su partido y su proyecto de nación le sobrevivan (si es que eso es aún posible). Se sirve un whisky y pone un disco de ABBA. No suele beber de noche porque lo aletarga, pero le duele la cabeza y le han dicho que sirve para bajar la tensión arterial. Sí, el asunto es que se siente y se sabe terriblemente solo. Es cierto, puede despertar a cualquiera —menos a su esposa, pero eso pasa en casi cualquier matrimonio— y pedirle u ordenarle que lo acompañen, pero eso no aminoraría la soledad que vive, que transpira. Sonríe con sorna y para sí: acompañado mucho tiempo, solitario siempre. En nada está respondiendo su equipo ahora, como cuando quería ser candidato. Y son las mismas personas: casi todos, al menos, en el primer círculo. Cuando era candidato —reflexiona— todos tenían una meta clara: crecer juntos. Ahora que han crecido juntos ¿cuál es la meta individual? ¿Mantenerse? ¿Hacerse ricos? Para unos cuantos, será superarlo, seguramente. ¿Tiene al enemigo en casa haciendo todo lo necesario para hundirlo y sobrepasarlo cuando el tiempo llegue?... Con razón le gusta tanto el golf , le sirve para meditar, es como el poder: el único deporte donde juegas con otros, pero compites solo. Absolutamente, solo.