Políticas de vergüenza

16 de Abril de 2024

J. S Zolliker
J. S Zolliker

Políticas de vergüenza

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Tiene 11 años. Esa edad en la que las niñas forman grupos de amistad más sólidos y cuando comienzan a desarrollarse físicamente, aunque a ratos juegan con sus muñecas. Once años es la edad en la que en un lugar como el estado de México o en la India, las niñas comienzan a defenderse de abusos físicos y verbales en la calle y tratan de terminar la escuela primaria. A Valeria, de 11 años, la encontraron muerta con el uniforme de la escuela desgarrado y ella, recostada sobre el sillón de una furgoneta ripo combi y con señales de haber sido abusada sexualmente (el dueño de la combi tiene antecedentes penales por este delito). Moverla de ese sitio fue un problema, pues las autoridades tardaron en llegar y su cuerpo estaba en rigor mortis, condición en la que el cadáver se encuentra completamente rígido e inflexibile. Sus familiares no lo podían creer. Hace unas horas apenas, Valeria venía montada en los diablitos de la bicicleta de su papá, cuando comenzó a lloviznar. Entonces, y para cuidarla, le dijo su viejo que se subiera al transporte público y que la vería seis calles adelante. Le dio unos pesos para pagar la cuota y alcanzó a ver que la unidad en la que se subía, no había ningún otro pasajero. Debe estar comenzando o terminando ruta, pensó. Por más que se esforzó en seguirle el paso en la bicicleta, la combi aceleró más de lo normal y la perdió de vista. A los minutos que llegó exhausto y resoplando al punto donde vería a su hija, no la encontró por ningún lado. Preguntó. Nadie la había visto. Quizás se adelantó a la casa para no mojarse. Y se fue a toda velocidad hacia el hogar. Nada. No estaba ahí. ¡Vieja, la niña no está!, le gritó a su esposa. Salieron y detuvieron una patrulla. ¡Una combi se llevó e nuestra hija! ¡Ayuda por favor! ¡Revisen las cámaras! Los oficiales les dijeron que no podían hacer nada si no hacían una denuncia formal al Ministerio Público. —Emita la alerta amber. —No, no se puede. Les aleccionaron con indolencia. — Necesitan pasar 24 a 48 horas. Les contestaron con completa ignorancia; averigüen primero con sus amigas y novio y no nos haga perder el tiempo llenando papeles. La alerta debía hacerse de inmediato y cinco horas después, la emitieron. — Por favor, señores del Ministerio Público, ayúdenos a detener a todas las combis, a revisar calle por calle, en el encierro, donde sea necesario, tenemos que encontrarla, estoy segura como madre, que mi bebé corre peligro, que me necesita. La respuesta fue que se rieron en su cara. —¡Ay señito, no manche, no podemos poner a toda la policía a detener al transporte público. Entonces, fueron al final de la ruta: —Ayúdenos. ¿Cuál combi no llegó? Tampoco les quisieron ayudar. Esta es una de tantas y tantas historias más que suceden en el estado de México, la entidad de toda la República donde hay más feminicidios. Esta es una de tantas y tantas tragedias que pudieron ser evitadas con un diagnóstico adecuado, con entrenamiento, con capacitación, con una respuesta rápida y empática. La verdad es que esto es un asco. La política parece una simulación de vergüenza. El 29 de junio del 2015, el secretario Osorio Chong le reconocía al gobernador Eruviel Ávila, que hubiera abierto la alerta de violencia de género en 11 municipios. Casi dos años después, las cosas siguen igual o peor. Dicen que han capacitado a 250 mil personas, pero todavía actúan con negligencia. Mucha alerta, pocos resultados. ¿Hasta cuándo, México? #NiUnaMenos