Nunca nos dijeron que fueran eternos

20 de Abril de 2024

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Nunca nos dijeron que fueran eternos

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Nunca nos dijeron que se tenían que ir. Nunca nos lo advirtieron aunque lo sabían. O quizá nuestra inconsciencia momentánea y egoísmo propio de la naturaleza humana, o por la edad, en nuestro caso, no nos permitieron ver que eran mortales, con todo y sus muchos claroscuros, y que si estaban ahí era por un momento, acaso lo que dura un abrir y cerrar de ojos, un tronar de anular con pulgar... un latido del corazón...

Estábamos acostumbrados a verlos, a leerlos y acaso a conocerlos. El fragor de su batalla fue nuestra lección y el inicio de nuestra propia lucha. Su pasión periodística se extendió a nuestros recintos universitarios, y quisimos ser parte de esa historia.

Los estudiantes poco hicimos aquel 8 de julio de 1976, por ejemplo, cuando el poder del régimen de Luis Echeverría presidente que se decía de México, decidió acabar con un periodismo incipientemente libre en la segunda mitad del siglo XX. Excélsior recuperó el 68 mexicano aun balbuceante y apenas novedoso por no volcarse en contra de los estudiantes y no declararlos ‘terroristas’ como muchos otros medios lo hicieron, y fue entonces cuando el grupo de Scherer definió lo que habría de hacer en el futuro periodístico que alcanzó su plenitud a mediados de los setenta... y luego el manotazo...

El camino estaba trazado y muchos se echaron a andar junto con Scherer para recuperar aquella prensa mexicana que tuvo muestras de libertad con dignidad, como fueron periódicos del siglo XIX y cuyos periodistas apenas nacían a la luz para aprovechar la Constitución de Cádiz de 1812 en materia de libertad de imprenta; o los periódicos satíricos que enfrentaron al Imperio de Maximiliano; o los grandiosos-enormes-libres de la República Restaurada en 1967-1877...

El siglo XX nos trajo la industrialización de la prensa en México y el afán de decir y expresar. Muchos lo hicieron y a muchos les costó la vida: los famosos “viajes de rectificación” porfiristas eran temibles, pero también demostraron que la libertad es intrínseca al hombre, por más reclamos o venganzas, por más amenazas o muerte...

Durante gran parte del siglo XX un régimen se apropio de la libertad de expresión, y entonces como ahora, quiso dirigir la información y la opinión en su beneficio; y para quienes no estuvieran de acuerdo ‘la vara de membrillo’, el castigo eterno de la no información y del cierre de fuentes económicas para la subsistencia.

Pero a mediados de 1970 hubo quienes echaron adelante la gesta de la recuperación de la libertad perdida; antes hubo expresiones de independencia periodística aunque casi siempre marginadas o se expresaban en la clandestinidad.

La particularidad del Excélsior de don Julio estaba en sus grandes firmas, un periodismo de opinión que hizo a un periodismo crítico, de ahí que los grandes firmantes a la salida de don Julio y su gente fueran básicamente intelectuales...

Los reporteros de Excélsior que también habían contribuido con grandezas periodísticas no fueron recuperados del todo, acaso unos cuantos pasaron a Proceso, muchos más tuvieron que acudir a otros medios para su propia subsistencia... Era que tenían que vivir y comer y llevar el pan a la casa. Gerardo Galarza, quien vivió el nacimiento de la revista política sabe mucho del tema y recuerda con emoción cómo se fue transformando al mismo tiempo la revista, como lo que habría de ser el periodismo nacional en UnomásUno, luego La Jornada... y más...

El gran periodismo que es el que hacen los grandes reporteros se nutrió entonces de urgencias; de experiencia pero también de sobrevivencia. El golpe de Echeverría lo único que consiguió fue construir fortalezas: periodistas que fueron entonces alcanzaron niveles insospechados de calidad informativa: Rodolfo Guzmán, Elías Chávez, Paco Ponce, naturalmente el gran maestro Carlos Ferreyra, Ángel Trinidad Ferreira y muchos y muchas más...

Así que cuando ocurrió la afrenta, como si hubiera sido una poda al gran árbol que da sombra a todos, surgieron nuevos medios: el primero en 1976 Proceso, la gran revista política mexicana que nos informaba, nos explicaba y nos hacía conocer las entrañas del poder político, empresarial y social mexicanos. De ahí, luego, UnomásUno y luego Razones, y luego La Jornada y, como por impacto colateral las grandes revistas de entonces y hoy: Nexos, Vuelta, Letras Libres...

Quienes consiguieron transformar al periodismo mexicano fueron Julio Scherer García, Miguel Ángel Granados Chapa, Vicente Leñero, Samuel I. del Villar, Hero Rodríguez Toro, Abel Quezada, y muchos más en lo editorial y de práctica periodística; sí muchos intelectuales que opinaban pero sobre todo muchos reporteros, informadores, fotógrafos a quienes se debe la nueva era mexicana en el periodismo...

Poco a poco se han ido. No todos, por fortuna. Pero quienes ya no están dejaron la herencia de su responsabilidad y su búsqueda. No eran ángeles sin cornamenta y cola. Si seres humanos con cualidades y defectos. Don Julio no era el periodista perfecto ni el hombre perfecto: pero sí fue un hombre de construcciones y fidelidades periodísticas y junto con su generación tenía la mística del gran periodismo: “Un periodista no debe temer a un jefe de Estado si cuenta con su director” dijo Fernando Benítez.

Ya surgen las verdades y los mitos. No importa. La realidad está enfrente. El periodismo libre, con todas sus posibilidades. Y tiene al cuerpo social mexicano abierto, en canal, para su disección y explicación. Y tiene a muchos jóvenes periodistas que quieren hacerlo... y habrán de hacerlo.

Y para la historia del periodismo: El 7 de enero pasado ocurrió la tragedia terrorista de Charlie Ebdo en Francia; minutos después murió Julio Scherer García: ni más, ni menos.