El perdido CNI

24 de Abril de 2024

María Idalia Gómez
María Idalia Gómez

El perdido CNI

El recuperar las tareas de inteligencia estratégica que a finales de los años noventa comenzaba a ofrecer el Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional (Cisen) no es algo ni cercano ni sencillo.

Hace muy poco tiempo, el general Audomaro Martínez Zapata, director de lo que ahora se llama Centro Nacional de Inteligencia (CNI), sustituto del Cisen, concluyó un primer diagnóstico de las cenizas de lo que fue el Centro surgido hace 30 años. Los resultados fueron no sólo malos, sino graves, y revertir el daño que las administraciones panistas y la priista le hicieron a esta institución podría costar, por lo menos, la mitad del sexenio, calculan algunos de los involucrados en este proceso.

Con Vicente Fox, el entonces Cisen fue desarticulado, no sólo porque jubilaron o corrieron al grueso de los agentes entrenados y certificados por agencias extranjeras, sino porque los programas de selección comenzaron a ser laxos.

Para el sexenio siguiente, con el también panista Felipe Calderón, primero quedó un poco arrumbado el Centro, porque se le dio prioridad, con recursos y capacitación, a la Secretaría de Seguridad Pública federal, que creó Plataforma México, que se supone, argumentaron entonces, cubriría el vacío de inteligencia criminal y para la seguridad, que había abandonado el Cisen años atrás.

A mitad de la administración calderonista, los recursos para el Centro se incrementaron, pero la visión sobre el trabajo que debía desarrollar no fue hacia una inteligencia estratégica, sino más bien operativa y reactiva; además de hacer muchas encuestas. Este periodo tenía personal poco entrenado ocupando algunos de los cargos de más alto rango.

Con la llegada de Enrique Peña Nieto, el Cisen registró el mayor incremento de su historia en su presupuesto, dos veces lo que ejerció los años anteriores. Una parte importante de esos recursos se destinaron a la adquisición de nueva tecnología y al pago de salarios y prestaciones de nuevos funcionarios.

Fue en esta última administración cuando recibió un golpe fulminante. Los funcionarios que ingresaron no tenían experiencia en el tema de inteligencia, ocuparon las mejores plazas, los mayores salarios y tomaron decisiones, la peor, transformar la estructura de trabajo.

En poco tiempo convirtieron al Centro en una dependencia burocrática, más parecida a la Procuraduría General de la República y a la Policía Federal, que a una oficina de inteligencia como la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) o al Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), de donde salió el modelo. Su principal éxito fue que tenía un esquema compartimentado de trabajo, para la recolección de datos, análisis y construcción de productos de inteligencia.

Con Peña Nieto los salarios de los mandos superiores se incrementaron y, lo más grave, es que los pocos productos de inteligencia que produjeron no obedecieron a una agenda de riesgos ni mucho menos a un proyecto de Estado, sino fueron más enfocados a atender rencillas políticas y de grupos de poder. Esa información no fue almacenada en los archivos del Cisen, despareció o lo que es lo mismo, nunca existió. Pero esta nueva administración sabe que sí existió porque así lo cuentan algunos de los analistas que allí laborar.

El Cisen se hundió en la pasada administración y con él se perdió la única oficina de inteligencia civil que pretendía hace 30 años consolidar un modelo de institución de Estado que tuviera los estándares agencias internacionales similares.

Ahora el CNI no es sólo un cambio de nombre, sino una refundación. En las próximas semanas saldrán de sus filas varios de sus empleados, lo cual no es tan sencillo por tratarse de un área tan sensible, y de acuerdo al diagnóstico, poco de lo que queda es recuperable.

Esa es la razón de que por ahora el Centro Nacional de Inteligencia esté perdido del radar y poco pueda aportar en una de las primeras situaciones de alto riesgo que enfrenta el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, la lucha contra el robo de combustible. Es por eso que sólo se ha visto una estrategia reactiva, y sería más deseable una visión de estratégica y multidimensional para que el gobierno tenga la información suficiente y asuma las mejores decisiones.