Inexperiencia y soberbia

18 de Abril de 2024

María Idalia Gómez
María Idalia Gómez

Inexperiencia y soberbia

Primero, el ataque y la descalificación; ahora, una buena dosis de soberbia y bastante inexperiencia. Esa es más o menos la dinámica que en general hasta ahora ha seguido Andrés Manuel López Obrador y su equipo de transición en torno a su relación con los servidores públicos aún en funciones. Esto es cada vez más notorio, el problema es que está causando un gran malestar entre la gente de todos los niveles, y es con ellos con los que va a gobernar.

El discurso del Presidente electo comenzó descalificando, de forma generalizada, a los funcionarios federales, especialmente con el tema de corrupción; por momentos ha tratado de enderezar sus palabras al acotar que hay servidores públicos honestos. Luego introdujo un ingrediente, el tema de la reducción de los salarios y prestaciones, sin explicarlo con claridad, y haciéndolos ver a todos como los depositarios de enormes beneficios, que no en todos los casos son ciertos, pero lo que sí consiguió fue generar primero incertidumbre y luego un gran malestar.

Hace unos días comenzaron las primeras reuniones en las diferentes dependencias, entre los titulares y el equipo de transición. Al principio, sin conocerse en la mayoría de los casos, en general se cayeron bien, y llegaron a buenos acuerdos sobre la dinámica que llevarían para la entrega-recepción. En cada institución se adoptaron calendarios y dinámicas, para una transición ordenada y transparente, dijeron todos.

En las secretarías de Hacienda y de Relaciones Exteriores, por ejemplo, las cosas marchan bien, como un asunto de Estado e interactuando con buen ánimo, aunque con momentos de desconfianza.

Por ejemplo, en la Unidad de Inteligencia Financiera, la sorpresa fue grande al enterarse de que está más o menos desarticulada, no sólo porque entraron a trabajar amigos y conocidos del grupo de Toluca, sino porque los que sabían del tema y hacían un trabajo muy interesante, renunciaron y fueron contratados por empresas de gran calado.

Una de las peticiones que han hecho todos los equipos de transición a las dependencias han sido las plantillas. Quieren saber la realidad del personal que existe, antigüedad, las vacantes y los aviadores; también por supuesto ver qué espacios de maniobra tendrán. Eso sí, para las pocas dependencias que tienen muy bien ordenadas sus áreas y finanzas, simplemente los representantes de López Obrador no lo creen.

Pero en otras dependencias las reuniones no han sido malas, pero tampoco tersas. En casi todas las dependencias prevalece la desconfianza por parte del equipo de transición, parten de la idea que mucho se oculta, que no les entregan la médula de la información, y de las cosas que representan avances no las creen. El problema no es ese, porque podría ser algo natural en un cambio tan radical de grupos políticos. Lo que ha generado por momentos ambientes tensos en varias de las reuniones es la soberbia, en su maniqueísmo muy elemental, el que ellos son los buenos y los que están son los malos, y que se muestra en comentarios como “ahora sí nosotros…” o en cuestionamientos sobre aspectos que ellos “sí cambiarán…” o “ya no se permitirán…”

Las áreas de Gobernación, de Comunicaciones y Transportes, de Educación o de Pemex y CFE, por ejemplo, se ha mostrado esa actitud de soberbia y también la gran inexperiencia. Los temas de seguridad, por ejemplo, han sido los más complejos, no sólo porque la Policía Federal no puede entregar buenas cuentas ni en el manejo administrativo y operativo, si no porque en ambos lados se quejan de que no existe una interlocución amable y confiable.

Su inexperiencia se ha notado en estas reuniones al hacer afirmaciones imposibles de cumplir legalmente por una dependencia o cambios por ahora no competentes con la normativa existente.

No se dan cuenta que esa actitud nace del desconocimiento y de sus prejuicios. No cuentan con la información para tener un diagnóstico serio y profundo de cada una de las instituciones del gobierno, por lo que no pueden descalificar y mucho menos diseñar su plan estratégico de acción. En cambio, están dañando desde ahora el ánimo de quienes van a hacer gobierno con ellos, los servidores públicos.

En realidad es claro que no saben qué hacer en la mayoría de las áreas de gobierno y sería mejor tomarse el tiempo para comprender, para luego actuar.