María Idalia Gómez y Gabriela Rivera

El Papa Francisco llamó a arriesgarse a transformar la realidad de México, y no resignarse a que persistan la violencia, corrupción, el narcotráfico, el desprecio por la dignidad de la persona, el sufrimiento y la precariedad.

En su cuarta homilía, ahora en Morelia y frente a sus hermanos sacerdotes, religiosas, religiosos, consagrados y seminaristas, 20 mil en total, que llegaron de distintas partes del país, el Pontífice nuevamente pidió no perder la memoria y puso como referencia histórica al primer obispo de Michoacán, Vasco Vázquez de Quiroga, “Tata Vasco”, quien fue defensor de las causas de los indígenas y quien impulsó su acceso a servicios, trabajo y a su reconocimiento social.

El máximo jerarca de la iglesia, habló de la resignación como una de las tentaciones que existen y cuestionó si puede haber todavía más en un país dominado por la indiferencia y la precariedad.

“¿Qué tentación nos puede venir de ambientes muchas veces dominados por la violencia, la corrupción, el tráfico de drogas, el desprecio por la dignidad de la persona, la indiferencia ante el sufrimiento y la precariedad? ¿Qué tentación podemos tener una y otra vez frente a esta realidad que parece haberse convertido en un sistema inamovible?”

“Frente a esta realidad nos puede ganar una de las armas preferidas del demonio, la resignación. Una resignación que nos paraliza y nos impide no sólo caminar, sino también hacer camino; una resignación que no sólo nos atemoriza, sino que nos atrinchera en nuestras ‘sacristías’ y aparentes seguridades; una resignación que no sólo nos impide anunciar, sino que nos impide alabar. Una resignación que no sólo nos impide proyectar, sino que nos impide arriesgar y transformar”, expresó el Papa.

HACER MEMORIA

En su cuarto día de visita a México y en su primer acto programado para este martes, Francisco se refirió especialmente a Tata Vasco, “el español que se hizo indio”, recordó.

El Papa habló del defensor y amigo de los indígenas en la época colonial, como un hombre que amó y se hizo hijo de Michoacán, y lo tomó como referencia histórica para nuevamente recuperar el papel y la figura indígena, pero también para pelear por los derechos de las personas:

“La realidad que vivían los indios Purépechas descritos por él como ‘vendidos, vejados y vagabundos por los mercados, recogiendo las arrebañaduras tiradas por los suelos’, lejos de llevarlo a la tentación y de la acedía de la resignación, movió su fe, movió su vida, movió su compasión y lo impulsó a realizar diversas propuestas que fuesen de ‘respiro’ ante esta realidad tan paralizante e injusta. El dolor del sufrimiento de sus hermanos se hizo oración y la oración se hizo respuesta. Eso le ganó el nombre entre los indios del ‘Tata Vasco’, que en lengua purépecha significa: Papá”.

Es por ello, subrayó el Pontífice, “cuánto nos ayuda el mirar la ‘madera’ de la que fuimos hechos. No todo ha comenzado con nosotros, no todo terminará con nosotros, por eso cuánto bien nos hace recuperar la historia que nos ha traído hasta acá”.

Tata Vasco, el mismo que sostuvo toda su vida en Michoacán que los indios no merecían perder la libertad y tampoco ser tratado como bestias. El mismo que abrió el Hospital de Santa Fe, para que pudieran atenderse los enfermos, pero también fungía como escuela para adultos, aprendizaje de oficios y centro para enseñar la religión.

Inauguró 90 hospitales más y esa fue la forma en que extendió su evangelización integral, desafiando a miembros de la propia iglesia y de la sociedad que en los indígenas veían seres menores cercanos a las bestias

Tata Vasco, de acuerdo a los historiadores, se preocupó por una mejor economía de las poblaciones de su obispado, organizando los mercados de intercambio para que se beneficiaran unos pueblos con otros, fomentando las artesanías y los productos propios. Y se dedicó a impartir justicia a los indígenas, como abogado de formación que era.