Paquetito de trusas en oferta

20 de Abril de 2024

Javier Alatorre

Paquetito de trusas en oferta

JAVIER ALATORRE

›La pareja tiene una pequeña parcela que mantienen seca y sin producir esperando que algún día regresen sus hijos y la puedan trabajar con el dinero que traigan a la Sierra Nayarita. Por lo pronto, viven de alguno de las decenas de programas sociales de gobierno.

Moshe está furioso. Es fabricante de ropa interior para dama y caballero y ya no puede mantener los precios. ”Todo subió y yo también subiré los precios”, me dijo dando golpecitos continuos en la mesa y derramando un poco de café. Me dijo que su negocio la está pasando mal. Subió el recibo de la luz y la gasolina y, con el dólar caro, la tela, el elástico del resorte de la trusa y el empaque también.

Moshe me explica que la cadena donde vende los calzones subió su margen de utilidad y exige precios más bajos de sus proveedores. Me dijo que es imposible y subió precios. Ahora vende a 58 pesos el paquetito de trusas para caballero. La cadena de autoservicio le sube el 45 por ciento, más el 16 por ciento al que quiera estrenar calzón.

Con el enojo de Moshe y la caída de 10 por ciento en el poder adquisitivo de las familias mexicanas, me imagino que disminuyó también el consumo de ropa.

Recordé la visita que hice a La Sierra del Nayar a Don Florencio y su mujer la señora María Elena. Los dos tienen la cara triste y quemada por el sol, con profundos surcos en sus rostros que los hace aparentar mucha más edad de la que tienen.

Son, además, extremadamente pobres. Lo que el gobierno refiere como “condición de pobreza multidimensional y con un ingreso menor a la línea de bienestar mínimo...” pues eso son: no hay para comer, menos para vestirse.

Florencio y su mujer están profundamente tristes, deprimidos. Con ellos comí vainas de un árbol y nada más.

Tienen dos hijos que se fueron buscando dinero, pero nada saben de ninguno.

La pareja tiene una pequeña parcela que mantienen seca y sin producir esperando que algún día regresen sus hijos y la puedan trabajar con el dinero que traigan a la Sierra Nayarita.

Por lo pronto, viven de alguno de las decenas de programas sociales que los tres niveles de gobierno anuncian para las región, pero que no han logrado sacarlos de la miseria.

En su humilde vivienda de palo, María Elena tiene algunos cacharros viejos para cocinar y echar tortillas cuando les cae Minsa. Un jueguito de tazas de diferentes formas y colores que la mujer cuida y muestra con dignidad aunque no hay café para invitar. ”Usted perdonará”, me dijo con la mirada hacia abajo y una voz que de tan chiquita duele.

En un bote tiene un poco de polvo duro de detergente y una gastita de jabón. “Es lo que le queda”, me dijo, para lavar la ropa de Florencio cuando se pueda y secarla al sol sobre unas ramas.

A saber, el pantalón, la camisa a cuadros muy gastada, una camiseta de partido político y un calzoncillo. Don Florencio espera para ponerse de nuevo la ropa lavada, sentado en una piedra sin mucho pudor. Eso también se lo quito la pobreza.

Florencio piensa bajar de la Sierra, le gustaría ir a Guadalajara, comprar un vestido para su mujer y, si le alcanza, un paquetito de trusas como los que fabrica Moshe el de los corajes. Pero por ahora no hay. En unos días, se quedará parado atrás de la gente que se acerca tímida y apretando unas monedas cuando llegue un camión de ropa usada que, de cuando en cuando, se acuerda de subir a la Sierra.

@Javier_Alatorre